Mako de Japón acaba de cumplir 32 años y dentro de dos días celebrará su segundo aniversario de casada, que puede que le traiga a la memoria recuerdos agridulces pues unirse en matrimonio con el amor de su vida no fue precisamente un camino de rosas. Incluso se llegó a temer que el enlace pudiera celebrarse. La Princesa renunció a su título y sus privilegios para poder casarse con Kei Komuro, un abogado al que conoció en la Universidad.
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El 26 de octubre de 2021, la sobrina del emperador Naruhito e hija del príncipe heredero Akishino se casó con su novio después de cuatro años desde que anunciaron su compromiso. La boda nada tuvo que ver con el boato y las tradiciones milenarias de los grandes enlaces imperiales, sino que consistió en un discreto acto, a la manera occidental, en el que se inscribieron como matrimonio en el registro civil.
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A pesar de ser una Princesa no se pudo casar como tal ya que todas las damas de la Casa Real nipona que se unen a hombres que no son de la realeza deben abandonar sus funciones. El Estado las recompensa con un montante económico de un millón de euros, pero en el caso de Mako esto no fue así. Los escándalos económicos en los que se vio envuelta la familia de su marido - la madre de Kei se vio salpicada por un asunto financiero que generó una gran polémica en la Corte y en la opinión pública- hicieron que el enlace se tambaleara y ella renunció voluntariamente a esta compensación así como a su colección de joyas para que no hubiera ninguna sombra de sospecha sobre las verdaderas intenciones de su marido. También tuvo que pagar un elevado precio sentimental pues convertirse en mujer casada implicaba tener que separarse de su familia tanto física como afectivamente.
No fue nada fácil. La presión fue in crescendo y la salud mental de Mako se vio afectada. Aún así, ella siguió adelante con sus planes. Contra viento y marea y a pesar de tener todo en su contra logró formalizar su relación con el hombre de su vida. Si su enlace fue llamativo no lo fue menos la rueda de prensa que ofrecieron después como recién casados: se les vio hieráticos, abrumados, sin ninguna muestra de cariño, pero reafirmando su intención de empezar una nueva vida juntos.
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Dada la situación y el alboroto que se produjo, Mako y Kei se marcharon de Japón tras su ‘sí, quiero’. Se instalaron en la zona conocida como Hell’s Kitchen de Nueva York y allí empezaron a hacer una vida casi como ciudadanos anónimos. La antigua Princesa ha trabajado como voluntaria en el Museo Metropolitano de la Gran Manzana ya que está graduada en Arte y Patrimonio Cultural. Su esposo, tras licenciarse en Derecho, trabaja en un bufete de abogados de Nueva Jersey tras aprobar a la tercera el examen de acceso a la abogacía. Dos años después de haber estado en el centro de la noticia la vida de esta pareja transcurre en la más absoluta discreción.