El príncipe Simeón, hijo de Kitín Muñoz y la princesa Kalina, ha vivido un verano inolvidable lleno de aventuras. En julio, participó en el Mundial de Hanmadang, el campeonato de Taekwondo marcial de mayor prestigio del mundo. Allí, desafió el cinturón verde, subió de categoría y lo hicieron “embajador global” para difundir el espíritu y los valores de este deporte… Y después, acudió al campamento Don Pelayo, en Madrid, con mandos de Operaciones Especiales, algunos de ellos en activo. Boinas Verdes que quieren transmitir una experiencia castrense lo más cercana a la realidad posible, pero con un enfoque deportivo y multiaventura y sin castigos de ningún tipo.
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A sus 16 años, el nieto del rey Simeón aspira al cinturón negro y se lo toma muy en serio -entrena casi a diario en Sofía con su maestro, Sensei Park Sang-Hyu-, pero también tiene madera de soldado y quiere ser Boina Verde como su padre porque le viene de sangre. Como dijo a ¡Hola! en las que fueron sus primeras declaraciones, Kitín le cuenta “mil batallas de cuando él era joven y estuvo en las montañas como guerrillero”; y de sus antepasados, una dinastía de militares.
El abuelo del joven príncipe, Luis Muñoz Cebrián, Capitán de Regulares y veterano de tres guerras, estuvo al frente de las tropas nómadas en África durante 23 años. Su bisabuelo, el coronel Antonio Muñoz Zuara, fue médico militar, director del Hospital Militar Central de la Defensa Gómez Ulla, de Madrid. Y su tatarabuelo, Cebrián Yusti Priamo, comandante del Ejército y un reputado geógrafo, el primero en efectuar el enlace geodésico de los continentes europeo y africano. Completa la lista, su tío bisabuelo, Arturo Cebrián, general de división, ayudante de campo del rey Alfonso XIII y gobernador de la Coruña en zona de paz.
Simeón quería tomar un primer contacto con el mundo de las Fuerzas Armadas viviendo su propia aventura y convenció a sus padres de hacer este acercamiento a la vida militar con jóvenes españoles. Ha residido muy poco tiempo en España -la mayor parte de su vida ha transcurrido entre Marruecos y Bulgaria, donde vive ahora la familia- y era otra forma de hacer amigos para toda la vida.
El joven príncipe pidió anonimato -nadie de sus compañeros supo que era el nieto de los reyes de Bulgaria- y compartió dos semanas de campamento con niños y jóvenes de entre 7 y 21 años. Según nos contó Yolanda Yunta, médico ex militar y directiva de la asociación del campamento, destacó “por su compañerismo (un gran espíritu de equipo), su comportamiento, apuntarse a todo con una sonrisa, disfrutar de verdad de la experiencia, querer hacerlo todo bien y por su espíritu de sacrificio. Tenía una buena rozadura en un pie, pero ni lo supimos”. El toque de diana en este campamento juvenil es entre las siete y media y las ocho de la mañana dependiendo de las actividades del día anterior, y después todos acuden al izado de bandera, que precede al desayuno al aire libre.
Tras la limpieza de finca (lo que han manchado) comienzan las actividades que van variando e incluyen una formación amplísima. Aprender a construir un refugio, orientación nocturna (saber guiarse por las estrellas), primeros auxilios, nociones básicas de código morse y topografía, supervivencia (les enseñan a hacer pan), marchas y airsoft (los mayores de 14 años). Todo ello combinado con deportes.
Concluido el campamento, Kitín nos decía que el último día cuando desfilaron “se me caían las lágrimas viéndolo firme con la corona mientras cantaban en el homenaje a los caídos ‘La muerte no es final’. La canción que pidió mi madre para su despedida”. Y añadía que su hijo “había vuelto a casa encantado”; que tiene espíritu de explorador y de superación y que ahora “confía más en sí mismo”. Y añadía: “ha ejercitado la disciplina, la paciencia, el autocontrol, la responsabilidad y ha ganado en valores: respeto, solidaridad … Como padre que quiere lo mejor para su hijo, me gustaría verle algún día, ganarse la Boina Verde”. “Este sentimiento lo encontramos en la última estrofa de la Balada de los Boinas Verdes, que suena en mi corazón desde que la aprendí a los 20 años en la COE 31”.
“Pero el fin no llegará.
Y al final sus hijos vendrán.
Llevaran sus Boinas Verdes”.
De momento el príncipe se ha llevado a casa el cinturón verde y su primer diploma de boina verde.