Kitín es un aventurero incansable, lleva cuatro décadas explorando el mundo y, macuto en mano, siempre está preparado para abordar una nueva misión. La última en Corea del Sur y en familia, disfrutando de un verano muy diferente porque los tres son ‘exploradores’.
Tras ser nombrado embajador de Marca Ejército, en Madrid, e ingresar Kalina —la primera princesa que lo consigue— en el Explorers Club (Nueva York), al que su marido pertenece desde hace casi treinta años, pusieron rumbo a Asia para cumplir con un doble reto. Por un lado, hacer realidad el deseo de su hijo de poder participar en el World Taekwondo Hanmadang, en la ciudad de Seongnam. Por otro, reunirse con el presidente de KUKKIWON, el Sr. Dong Seop Lee, y su director de Equipo de Promoción Registro del Taekwondo para la candidatura en la Unesco, Jae-Chun Choi.
A sus 16 años, el príncipe Simeón ha vivido un verano inolvidable lleno de aventuras y retos; de ello habla con ¡Hola!, concediéndonos sus primeras declaraciones.
“Entrené duro y subí de categoría. De momento aspiro al cinturón negro… Tengo 16 años, pero me lo tomo muy en serio y voy a por todas”
—¿Te gustó la experiencia, Simeón?
—Fue increíble. Entrené muy duro durante días y después se unieron mis padres. Es un deporte que me apasiona. Y haber tenido la oportunidad de estar en El World Taekwondo Hanmadang, un campeonato al que todo taekwondista quiere asistir, fue otro premio.
“El Mundial de Hanmadang —toma la palabra Kitín— es el campeonato de Taekwondo marcial más grande de Corea y el de mayor prestigio a nivel mundial, con 5.000 competidores de todas las edades, desde que se inauguró en 1992. Promueve el arte marcial como valiosa cultura coreana y es un espectáculo. Lo disfrutamos muchísimo. Fue increíble. Un viaje muy importante, aunque casi no pudimos hacer turismo”.
—Y, además, Simeón consiguió el cinturón verde.
—En Kukkiwon, el corazón de la cuna del Taekwondo, desafié el cinturón verde y subí de categoría. Es un deporte realmente bueno y muy útil para la defensa personal.
“Me ha encantado viajar solo por primera vez y vivir lejos de casa, aunque me gusta muchísimo Bulgaria y explorar sus bosques”
—¿Cuándo empezaste a practicarlo?
—Empecé practicando Kung Fu en Marruecos y, después, durante la pandemia, cuando nos instalamos en Madrid, seguí entrenando con un profesor chino, pero en Bulgaria no resultaba tan fácil y hace un año y medio hice el cambio al Taekwondo, que es relativamente moderno. Son dos artes marciales muy diferentes, pero ambas están enfocadas en el desarrollo del espíritu, mente y cuerpo.
“Encontramos a Sensei Park Sang-hyun, un maestro maravilloso —explica Kitín— y después, durante una reunión con Slavcho Binev, miembro de la junta de Kukkiwon, Sofía, se abrió el camino hacia Corea. Me dijo: “tú eres embajador de buena voluntad de la Unesco y nos gustaría que nos ayudaras con un gran desafío: Conseguir que el Taekwondo sea incluido en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”. Me informé a fondo, desarrollé algunas ideas y propuse hacer un campeonato en la frontera desmilitarizada. Desde la partición de este país en dos estados, tras la Segunda Guerra Mundial, el Taekwondo siempre ha sido el cordón umbilical entre Corea del Sur y Corea del Norte, el hilo de la paz. Y ahora preparamos la candidatura para optar al reconocimiento de la UNESCO. Estamos muy involucrados y ojalá consigamos, entre todos, que los dos países unan fuerzas y apoyen conjuntamente el proyecto”.
—¿No hubo nervios, Simeón?
—No. Mis padres dicen que la aventura y los desafíos son una escuela de vida.
“Simeón tiene un temple, una serenidad increíble —añade Kitín—. Está empezando, pero ha hecho historia. Es la primera vez, en medio siglo, que alguien gana un cinturón verde en Kukkiwon. Y también lo han hecho “embajador global” para difundir el espíritu y los valores del Taekwondo. Kalina dice que nuestro hijo “es un aventuras””.
—¿Cómo te vas a preparar para ser el mejor embajador del Taekwondo?
—Entrenando mucho, representando a Bulgaria en competiciones deportivas, viviendo en el internado Kukkiwon Headquarters de Taekwondo en Corea y cumpliendo el mandato del presidente de Kukkiwon. Me fascina Asia y conocer Corea ha sido un regalo. El presidente del Taekwondo me dijo que me había adaptado muy bien y que a la mesa parecía coreano, porque también me gustó mucho la comida.
“Hablo cinco idiomas, pero todavía no sé lo que voy a estudiar, aunque sí quisiera ser Boina Verde como mi padre, que me cuenta mil batallas de cuando estuvo en las montañas como guerrillero”
—¿Aspiras a ser olímpico algún día?
—De momento aspiro al cinturón negro… Tengo 16 años, pero me lo tomo muy en serio y voy a por todas.
—¿Ya sabes lo que quieres estudiar?
—Todavía no, pero sí quisiera ser Boina Verde, como mi padre.
—¿Qué es lo que más te gusta hacer?
—Me gusta muchísimo vivir en Bulgaria y explorar los bosques con mis amigos. Practico snowboard en invierno, hago mucho Taekwondo y entrenamiento con pesas. Me encantan los libros de aventuras, la música y estudiar idiomas.
—De pequeño dominabas cinco, ¿has añadido alguno más a la lista? ¿Cuántos hablas en total?
—Los mismos, cinco. Español, búlgaro, inglés, francés y árabe.
Cadete Simeón
—De todo lo que has vivido estas vacaciones, ¿qué es lo que más te ha gustado?
—Viajar solo por primera vez, aunque me acompañó mi profesor coreano de Taekwondo, y vivir lejos de casa. Corea y el campamento Don Pelayo con mandos de Operaciones Especiales, Boinas Verdes en activo, han sido dos retos importantes. Los descubrí a través de mi padre, que me cuenta mil batallas de cuando él era joven y estuvo en las montañas como guerrillero, cuando entró en la Compañía de Operaciones Especiales nº 31. Y después leyendo su libro, Boinas Verdes Españoles, que escribió junto a su comandante Boina Verde, Terencio Pérez.
“Nuestro hijo —nos explica Kitín— llevaba dos años queriendo ir al Campamento de Orientación Militar Don Pelayo y, con 16 años, pensamos que era el momento. Simeón tiene madera de soldado y esa manera de ser nos llena de orgullo. Tanto Kalina como yo creemos que sería muy bueno un acercamiento a la vida militar con jóvenes españoles y que hiciera amigos para toda la vida. El objetivo es transmitir una experiencia castrense lo más cercana a la realidad posible y fomentar valores como el compañerismo, la ejemplaridad, la lealtad y la humildad, pero con un enfoque deportivo y multiaventura. Creo que esto solo es el comienzo. El ejército es parte de nuestra vida y de la de nuestros antepasados”.
—¿Qué destacarías de vuestro hijo?
—La templanza, la bondad, el compañerismo, su don de gentes y su seguridad.