Dos matrimonios y dos graduaciones en tres meses. La Familia Real de Jordania está de enhorabuena y todavía tienen pendiente un aniversario muy especial: los 30 años de matrimonio de Abdalá II y Rania, que celebrarán este día 10. Como padres, los Reyes hachemitas están viviendo un 2023 tan extraordinario como ajetreado. En marzo, se casaron la princesa Iman y Jameel Alexander; a principios de mayo, la princesa Salma se graduó como arqueóloga en la Universidad de California, y hace tan solo unos días, su hijo pequeño, el príncipe Hashem, terminó bachillerato.
La frase que Rania publicó en sus redes resume todo: “Chicos, ¿podemos ir un poco más despacio? ¡Esta madre necesita recuperar el aliento!”. También lo que le dijo a Kate el día de la boda: “Estoy deseando cogerme unas vacaciones”. Rania es Reina y madre, pero también la persona que ha estado al frente de los preparativos de dos celebraciones muy diferentes. La primera, la de su hija mayor, en Beit Al Urdun, la residencia privada, el hogar.
La Reina Rania se ocupó de todos los detalles y sorprendió con su elegante vestido negro, un color inesperado, con el árbol de la vida bordado en dorado en los puños, cuello y espalda
La segunda, la de su primogénito con Rajwa Alseif, en los palacios oficiales, mostrando su reino y ofreciendo al mundo una rara muestra de lo que puede ser una Monarquía moderna y progresista en el Medio Oriente con aliados de todos los continentes. La familia, guardiana de la fe islámica y de Jerusalén, con una historia de más de 1.000 años en Oriente Medio y casi 2.000 de presencia en la ciudad santa de La Meca, desempeña un papel fundamental en la promoción de la estabilidad y los valores humanitarios en la región.
La novia llevó un vestido con escote asimétrico, corpiño drapeado y larga cola adornada con 550 pétalos y seis kilos de perlas y cuentas de cristal, y bailarinas planas
El reencuentro
A las tres y diez de la tarde (hora española) se abrían las puertas del palacio de Zahran (’flor floreciente’) al son de la banda de música de las Fuerzas Armadas jordanas. Arrancaban las celebraciones con los Reyes recibiendo a los invitados en el vestíbulo de entrada del mismo edificio donde se casaron en 1993. Un besamanos espectacular que adelantó cuál sería la magnitud de las celebraciones con la presentación de los 140 invitados, que incluían a la Familia Real hachemita, Reyes y príncipes y jefes de Estado.
Entre ellos, don Juan Carlos y doña Sofía, que se reencontraban por tercera vez, en una ocasión alegre, después de dos citas luctuosas: los funerales de Isabel II y de Constantino de Grecia. Tras su viaje a Londres, donde comenzó su noviazgo, y a Atenas, donde se casaron en 1962, volvían a Jordania, el país que visitaron durante su luna de miel y vivieron horas felices invitados por el Rey Hussein de Jordania, quien los llamaba Sus Majestades y “mis hermanos”.
Don Juan Carlos y doña Sofía volvieron a reencontrarse en Amán, y otra española, Miriam de Ungría, hizo su gran presentación como princesa Maryam Al Ghazi
La Reina viajó desde Madrid, el Rey desde Abu Dabi, donde reside desde 2020, pero llegaron juntos a palacio para ser testigos de la primera boda de un futuro Rey en once años. Hussein ha tomado el relevo —la última de un heredero al trono tuvo lugar en Luxemburgo, en 2012— tras un noviazgo secreto de tres años y un anuncio de compromiso inesperado el pasado verano.
El 1 de junio, el primogénito de Abdalá II, nacido en Amán el 28 de junio de 1994, heredero al trono desde 2009, y 42º descendiente directo del profeta Mahoma, se casaba en la capital jordana con Rajwa Alseif, la hija arquitecta de un poderoso empresario saudí. Un acontecimiento histórico para el reino, que brindó al pueblo jordano la oportunidad de reunirse en un día de alegría, “celebrar la identidad nacional y mirar hacia el futuro de su país con orgullo”.
Kate, elegantísima de rosa para su primera boda real, se llevó a su familia a Jordania en secreto, pero una cámara descubrió a Carole Middleton, Pippa y James Matthews entre los invitados
También, según la corte hachemita, de contar su historia y confirmar el papel único de Jordania como refugio para la paz, así como la reputación de Abdalá II “como pacificador y campeón de diplomacia”. Un Rey que llamó la atención por lo cariñoso y emotivo que es, y un padre con lágrimas que no paró de comentar lo que sentía o veía con Rania, en una muestra continua de complicidad. Mientras el soberano se mostraba nervioso, la soberana, más tranquila en apariencia, volvía a sentarse en el trono del estilo con un look en negro. Un color inesperado para la ocasión (al menos en occidente), pero que es posible que acabe siendo tendencia.
Rania innovó en la boda de los príncipes de Asturias llevando falda y camisa, y habrá que ver si su apuesta por el negro luctuoso se abre paso en los escenarios nupciales. En cualquier caso, era elegantísimo. Un diseño de alta costura de Dior, realizado en crepé de seda y con bordados inspirados en el árbol de la vida, representado en un golpe de efecto en puños, cuello y espalda.
A la princesa Elisabeth, de 21 años, la mayor del club de las futuras Reinas, le encantó poder asistir a su primera boda real, la primera también de un heredero al trono en once años
Besos y abrazos
Tras recibir a su hija la princesa Imán, que llevaba un vestido en color marfil de la firma saudí Ashi Studio, Sus Majestades se unían a todos los invitados en el mirador del jardín, donde tendría lugar la ceremonia islámica de matrimonio conocida como ‘Katb al-Kitâb’. Y, segundos después, llegaba el novio vestido con uniforme militar de gala. Un traje que encarnaba el legado de los hachemitas y hacía un guiño al que usó Abdalá II el día que se casó con Rania. Con una gran sonrisa y un andar muy decidido, atravesaba los espectaculares jardines y era recibido con aplausos por los invitados y con besos y abrazos de sus padres —sin olvidar el saludo militar al Rey— antes de tomar asiento frente a la mesa ceremonial.
Con unos minutos de retraso, y al son de cánticos tradicionales, la novia apareció en escena en un flamante Rolls-Royce Phantom V fabricado en 1968 para la Reina Zein al-Sharaf. La acompañaban la princesa Salma, con vestido azul de Stella McCartney, encargada de ayudarla con la cola del vestido junto a su hermana Iman, y el príncipe Hashem, quien le ofreció su brazo. Otro guiño a la boda de los Reyes. Rania Al-Yassin también llegó a este mismo palacio de Zahran acompañada por su cuñado, el príncipe Faisal.
Fue una celebración del matrimonio, pero también una fiesta de la moda, con un palacio como pasarela, en la que triunfaron el rosa y los estampados de flores
Secreto desvelado
Se desvelaba el secreto del vestido de novia, firmado por Elie Saab e inspirado en la Reina Rania, en el que un equipo de 20 personas trabajó durante tres meses. En crepé de seda, con escote asimétrico, detalles drapeados en el corpiño, de manga larga y realzado con una larga cola adornada con flores recortadas. Exactamente con 550 pétalos y seis kilos de perlas, cuentas de cristal, y un velo flotante que caía en cascada por su espalda.
Rajwa Alseif cruzó los jardines con sus llamativos zapatos planos entre arcos, estanques y columnas de piedra tallada, que reflejan los estilos islámico y arabesco, y una espectacular vegetación con flores de temporada. Y cuando entró en el escenario nupcial todos los ojos se volvieron hacia ella, aunque la cámara solo enfocó por un momento a un emocionado príncipe de ojos brillantes y gran sonrisa, mientras veía a su prometida caminando hacia él y hacia su destino —algún día será la Reina de Jordania—, con su magnífico vestido, su ramo y, sobre la melena peinada con ondas ligeras, su brillante tiara de estreno.
Rania hizo una entrada espectacular en palacio junto al Rey y sus hijas: la princesa Iman, que se casó en marzo y calca el estilo de la Reina, y la princesa Salma, que fue ‘dama’ de la novia
Una espectacular pieza de diamantes de la joyería parisina Fred, guiño al nombre de Rajwa (significa ‘esperanza’) y de nuevo a la soberana quien creó esta tendencia con su propia tiara al incluir el texto ‘Al Athama Lillah’, que se traduce como ‘Gloria a Dios’.
Rajwa, la novia real del año, llegó al mirador de Zahran, donde se celebró el matrimonio, del brazo de su cuñado, el príncipe Hashem, quien tiene 18 años y acaba de terminar bachillerato
Desfile real
Tras la coronación de los Reyes Carlos y Camilla, la boda de Hussein y Rajwa fue el otro gran evento del año. Una celebración de Las mil y una noches de la que fueron testigos, entre otros Reyes y príncipes, Federico y Mary de Dinamarca; la princesa Victoria de Suecia (las dos futuras Reinas eligieron vestidos primaverales) y Daniel Westling; Haakon de Noruega; la princesa Beatriz de York y su marido, Edoardo Mapelli; las princesas Hisako y Tsuguk de Japón; Sebastián de Luxemburgo, compañero de Hussein en la academia militar británica de Sandhurtst, y representantes de las Monarquías del Golfo.
Por parte de España, además de don Juan Carlos y doña Sofía, destacó la presencia de Miriam de Ungría, quien ahora lleva el título de princesa Maryam Al Ghazi. La viuda de Kardam de Bulgaria pasó a formar parte de la corte hachemita tras casarse por sorpresa con el príncipe Ghazi bin Muhammad, primo hermano del monarca, en septiembre de 2022. La diseñadora de joyas apareció entre las princesas del reino con un vaporoso vestido verde y el pelo peinado con ondas, pero no han trascendido detalles de si hubo encuentro con los Reyes de Bulgaria —los abuelos de sus dos hijos Boris y Beltrán—, que no asistieron a la ceremonia, pero sí a la cena nupcial.
Tras firmar el acta matrimonial ante representantes de 70 países, la hija arquitecta de un poderoso empresario saudí se convirtió en Su Alteza Real la princesa Rajwa Al Hussein
En la primera fila, junto a Rania, se sentaron su consuegra, a la que la Reina llama ‘Azza’ y considera que es una ‘joya’; el sultán de Brunei; los Reyes de los Países Bajos, Guillermo y Máxima, muy primaveral con un vestido de organza floral, de Luisa Beccaria; el soberano de los belgas, que acudió con su heredera, la princesa Elisabeth, y los Reyes de Malasia. En la segunda fila, don Juan Carlos y doña Sofía junto a la ex Jequesa de Catar, Mozah Bint Nasser al-Missned, que llevaba un abrigo rosa de Valentino de la década de los 70 y un elegante turbante, y la primera dama de Estados Unidos, Jill Biden, que acudió con su hija, Ashley Biden.
La princesa estrenó una tiara de diamantes con las palabras “Rajwatun min Allah” (Esperanza de Dios), guiño a su nombre que significa esperanza y a Rania, que creó esta tendencia
La boda
La ceremonia fue oficiada por el imán de la corte real hachemita, Ahmed Al-Khalayleh, quien impartió palabras de sabiduría —sobre la santidad y la importancia del matrimonio en el islam— tomadas del Corán y las enseñanzas del profeta Mahoma. Y, después, los novios firmaron el acta de matrimonio, al igual que sus testigos: el Rey (el primero); el padre de la novia, Khalid bin Musaed bin Saif bin Abdulaziz Alseif, y finalmente, el príncipe Hassan bin Talal.
Todo un honor para el tío de Abdalá II, que estaba sentado en la primera fila junto a la princesa Muna, madre del soberano y abuela del novio, y su mujer, la princesa Sarvath. Tras la oración, tuvo lugar a continuación el intercambio de anillos, mientras un grupo de mujeres interpretaron ‘Zaghrata’, el sonido alegre del ‘ululeo’ que expresa felicidad. La había. La novia, una joven arquitecta saudí que entró en el recinto palaciego como Rajwa, se había convertido por amor y por decreto real en Su Alteza Real la princesa Rajwa Al-Hussein.
Doña Sofía, una invitada muy elegante, llevó un vestido ‘vintage’ de encaje y volvió a ponerse una tiara después de nueve años
Saludo a los invitados
Concluida la ceremonia, y tras recibir las felicitaciones de sus familias, los recién casados abandonaron el mirador entre aplausos y con los invitados de pie, mientras las princesas Iman y Salma los seguían hasta el jardín para seguir ocupándose de la cola del vestido.
Allí, casi al pie de la escalinata del palacio, los príncipes saludaron uno a uno a sus invitados. Entre ellos, los príncipes de Gales, llamando la atención su cercanía con la Familia Real hachemita, el abrazo compartido por el novio y Guillermo y el tiempo que pasó Kate, muy elegante con un vestido rosa de Elie Saab, charlando con Rajwa. Tanto que incluso su marido la animó a concluir —”luego los vemos”— al ver cómo se alargaba la fila de príncipes y Reyes a la espera de poder saludarlos. Entre ellos, don Juan Carlos y doña Sofía, quien, a sus 84 años, destacó por su elegancia con un Valentino rosa de pedrería y volantes (alta costura 2003) y un aderezo de zafiros y diamantes de su joyero personal. Gargantilla, pendientes y el broche cometa: una flor en el núcleo con un gran zafiro cabujón, y la cola recreada con hilos de oro adornados con gotas de diamantes y turquesas.
La princesa Rajwa eligió un segundo vestido de novia con un estilo completamente diferente para la cena oficial, de tul y seda y con bordados tridimensionales de flores
Es una pieza que tiene desde que era princesa y está ligada a momentos tan importantes de su vida como el bautizo de su hijo, Felipe VI. Para entonces ya se había tomado la foto más inesperada: el Rey Juan Carlos en silla de ruedas. Entró en palacio con su bastón y apoyado en su hombre de confianza, Vicente García-Mochales, teniente coronel de la Guardia Civil, pero para recorrer los largos jardines hasta el mirador prefirió no caminar. No fue una imagen más. Parece que el ex jefe de Estado se resigna a sus problemas de movilidad.
Caravana roja
Finalizados los saludos, los príncipes se subían a un Range Rover de 1984 (’Sheer Rover’) que había sido personalizado para la ocasión —más largo, tapizado en blanco y con techo abierto— para recorrer las calles de Amán en la llamada caravana roja.
Con un país en júbilo en un día declarado festivo nacional, la capital engalanada con banderas y retratos de la pareja, los recién casados emprendieron la ruta hasta el palacio Al Husseiniya, donde tendrían lugar la recepción y la cena oficial. De pie, sin dejar de sonreír y sin parar de saludar a las miles y miles de personas que salieron a su encuentro. Como diría el príncipe después, fue la confirmación del “amor hacia mí y mi familia… Ayer lo vi ante mí en las calles, ciudades y pueblos, en los cantos de los hombres y en los ululantes de las mujeres”, y cómo lo han apoyado “como si fuera un hermano y un hijo. Y un nieto. Gracias de corazón”. Mayores y jóvenes. Esa juventud a la que apoya a través de la Fundación del Príncipe Heredero (2015), que tiene como objetivo inspirar y alentar a los jóvenes de todo el mundo.
Los príncipes fueron escoltados por vehículos Land Rover armados de color rojo y once motocicletas, mientras sonaban las gaitas de la banda de música de las Fuerzas Armadas jordanas y diferentes formaciones dibujaban la bandera del país. Y, después, recibidos con una procesión musical —tambores gaitas, cantos y palmas—, en el segundo escenario de las celebraciones. La pareja avanzó por el patio en medio de otro ‘zaffeh’ tradicional y, bajo un arco de sables honorífico, se abrió paso hacia el escenario nupcial. Allí los esperaban sus padres, sus hermanos y más de 1.700 invitados, quienes hicieron su entrada por un camino que evoca el desierto jordano y sobre una alfombra beduina de 20 metros tejida a mano por las mujeres Bani Hamida, en Madaba.
Un espacio que se diseñó para mostrar con esta celebración la riqueza de las tradiciones, la artesanía y los paisajes jordanos, llenos de olivos autóctonos; dunas de dátiles, que representan la hospitalidad en las culturas jordanas y saudí; arcos a gran escala repletos de jazmines; mesas de piedra natural de Madaba decoradas con jarrones de cristal soplado a mano; cerámica de barro fabricada por artesanos locales, y asientos con bordados tradicionales. Y los Reyes, en el centro de todo, reflejando lo unidos que están y la alegría por los recién casados… Abdalá II compartiendo risas con el príncipe Hashem, de 18 años; la princesa Iman abrazando al Rey y a su hermano pequeño —es una mujer casada desde hace poco y los echa de menos—, y Salma disfrutando de un café árabe junto a su madre.
La fiesta siguió con una variedad de actuaciones de cantantes locales y regionales, un coro, bandas jordanas, la orquesta nacional y grupos de danza folclórica, incluido el Dabkeh. Tras otro desfile de saludos e invitados en el escenario principal, se vio a los Reyes y a los novios disfrutando del espectáculo musical y siguiendo con aplausos la música que rindió homenaje a la carrera militar del príncipe heredero, la herencia de Arabia Saudita de la novia y el arte tradicional jordano.
Los Middleton
Y también se vio, en un giro de cámara, cómo la representación de Gran Bretaña era mayor de lo que se esperaba. De hecho, la boda se convirtió en una reunión familiar sorpresa, ya que los príncipes de Gales volaron a Jordania con Carole Middleton, Pippa y James Matthews. Cuando Michael Middleton trabajaba como controlador aéreo de la British Airways, la familia vivió en Amán. Kate era muy pequeña, pero igualmente adora este país, que visitó en 2021 con Guillermo y sus hijos para unas vacaciones privadas en familia. Y ha repetido ahora, aunque no se sabe si los príncipes George, Charlotte y Louis, que tenían vacaciones hasta el 5 de junio, los acompañaron.
La recepción concluyó con los novios cortando la tarta nupcial de siete pisos, adornados con flores comestibles en varios tonos de azul, y en medio de un despliegue de fuegos artificiales biodegradables. Pero la noche traería nuevas sorpresas. Se había anunciado una cena oficial en honor a los novios en la que se combinarían los aspectos diplomáticos de un banquete de Estado con las tradiciones de una ceremonia nupcial, pero aun así fue un tanto inesperado ver a Reinas y princesas con nuevos vestidos y luciendo joyas y tiaras, y a los Reyes y príncipes con frac y condecoraciones desfilando en un segundo besamanos. Todos reunidos de nuevo en el palacio Al Husseiniya, pero con nuevos nombres en la lista de los invitados. Entre ellos, Amalia de los Países Bajos e Ivanka Trump.
Reinas y princesas llevaron vestidos de alta costura y joyas espectaculares, incluyendo a las dos herederas, Amalia y Elisabeth, que van aprendiendo el oficio
La futura Reina, de rojo y con tiara, y la hija del ex Presidente, de radiante azul, aunque una vez más los focos giraron hacia Kate, que reapareció con un espectacular vestido rosáceo de pedrería y lentejuelas, de Jenny Packham, y joyas muy simbólicas. La tiara ‘de los enamorados de Cambridge’, de 38 perlas y diamantes, que Diana recibió como regalo de boda y se ha convertido en su favorita. Y los ‘Greville Chandelier’ de Cartier de la Reina Isabel. Y lo tenía difícil. Rania se soltó la melena, cambió el negro por el blanco —un vestido de Elie Saab—; se puso su tiara más importante, de 1.200 diamantes, y se ciñó el fajín de la Orden de Al-Hussein bin Ali con un broche de diamantes en forma de corona. A su lado, su nuera, la princesa Rajwa, la miraba con admiración mientras el mundo también descubría su segundo vestido. Un modelo de Dolce & Gabbana, con adornos florales, que combinó con guantes blancos.
La reina Sofía
Reinas y princesas llevaron joyas espectaculares y doña Sofía volvió a ser, por segunda vez en un gran día, la invitada perfecta, con un traje de encaje y el sautoir de Niarchos, de Van Cleef et Arpels. Una pieza con rubíes cabujón de Birmania y diamantes que puede ser usada como diadema de una, dos o tres hileras, optando en esta ocasión por la más sencilla, después de no llevar una tiara en nueve años. La última vez que se puso una fue en junio de 2014, pocos días antes de la proclamación de Felipe VI. Era su despedida como Reina de España en el Palacio Real y eligió la de la ‘Flor de lis’, a la que en casa conocen como ‘la buena’. No habíamos visto este aderezo desde hacía catorce años. Fue en 2009 cuando se lo puso, durante la visita a España de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni, pero previamente también lo llevó en muchas ocasiones señaladas. Entre ellas, en la Misa de su proclamación (1975) y en la gala previa a la boda de su hijo, en mayo de 2004.
La boda de los príncipes herederos fue una celebración para la historia con Reyes, príncipes y jefes de Estado y un heredero al trono que no dejó de sonreír y escribía en sus redes sociales, horas después de su boda: “Dios me ha bendecido con Rajwa, la luz de mi vida y mi compañera para toda la vida. Que nuestro matrimonio nos traiga paz y calidez a ambos”. “Pido a Dios todopoderoso que nos rodee de tranquilidad, nos guarde con cariño, nos bendiga con buena descendencia, y nos ayude a criarlos”.
Kate llevó un vestido espectacular de pedrería y lentejuelas; la tiara ‘de los enamorados’, la favorita de Diana, y, por primera vez, los pendientes ‘Greviller’, que pertenecieron a Isabel II