Una amenaza sobre Europa y el orden mundial”. Así ha calificado Felipe VI la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Seguramente, el rey, como tantos otros padres, haya tenido que explicar a sus hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, la historia de esos dos países en guerra. Seguramente, también les haya contado los lazos de sangre que unen a los Borbones con los Romanov, la dinastía que gobernó esos territorios en conflicto desde el siglo XVII hasta principios del XX. Por las venas de nuestro monarca corre sangre española, griega, alemana, inglesa y también rusa. De hecho, existe un doble parentesco entre Don Felipe y los zares, ya que tanto su padre como su madre tienen consanguinidad y relación con la familia imperial rusa.
Doña Sofía tenía una bisabuela que era Romanov. La gran duquesa Olga Constantínovna de Rusia, nieta del zar Nicolás I y sobrina del zar Alejandro II, nació en 1851 en el fabuloso Palacio de Pávlovsk, a las afueras de San Petersburgo. La princesa pasó gran parte de su infancia en la península de Crimea, región de la actual Ucrania ocupada por los rusos. Su padre, el gran duque Constantino Nicoláyevich, era uno de los principales consejeros del emperador y llegó a ser virrey de Polonia, país que en esa época estaba dividido entre Rusia, Austria y Prusia.
Olga Romanov se casó con 16 años con el rey Jorge I de Grecia, bisabuelo de la reina Sofía, y se fue a vivir con él a Atenas. El monarca heleno ya estaba emparentado con la familia real rusa. Su hermana era la zarina María Fiódorovna, mujer del zar Alejandro III y madre del último emperador, Nicolás II. Al principio, a Olga le costó adaptarse a las costumbres griegas, pero encontró su sitio haciendo trabajos sociales, fundando hospitales y centros de ayuda para los desfavorecidos, y dedicándose a su numerosa familia. Tuvo ocho hijos, incluido Constantino I, abuelo de la reina Sofía. También se interesó por la arqueología, una pasión que heredó la madre de Felipe VI.
El reinado de Jorge y Olga fue el más largo y más estable de la monarquía helénica. Pero acabó abruptamente en 1913, cuando el monarca griego fue asesinado por un anarquista en Salónica. Olga regresó a Rusia. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, puso en marcha un hospital militar en el hogar de su familia, el Palacio de Pávlovsk. Tras el estallido de la Revolución Rusa, en 1917, fue prisionera de los bolcheviques. Gracias a la intervención del gobierno danés, pudo escapar de San Petersburgo y refugiarse en Suiza. Murió en Roma, en 1926, por lo que no llegó a ver la restauración de la monarquía griega.
Don Juan Carlos, padre de Felipe VI, también está emparentado con los Romanov. Su abuela, la reina Victoria Eugenia, que había nacido princesa de Battenberg y del Reino Unido, era prima carnal de la última zarina, Alejandra Fiódorovna. Las madres de ambas, la princesa Beatriz y la princesa Alicia, eran hermanas, hijas de la legendaria reina Victoria de Inglaterra y del príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha.
Tras la Revolución Rusa, Alfonso XIII inició negociaciones con los bolcheviques para que los primos rusos de su mujeres, los Romanov, fueran puestos en libertad. El rey de España incluso les ofreció cobijo en nuestro país, que tenía una posición neutral en la Primera Guerra Mundial. Finalmente, el zar y su familia fueron asesinados en el verano de 1918. La noticia de la ejecución del emperador, su mujer y sus hijos causó gran impacto en la reina Victoria Eugenia y en la corte de los Borbones. Pocos años después, se proclamó la Segunda República española. La noche en que Alfonso XIII salió de España y los republicanos rodearon el Palacio Real de Madrid, la reina Ena recordó a su prima Alix, la zarina fusilada en un sótano de Ekaterimburgo.
La familia real española mantiene sus lazos con los Romanov hasta la actualidad. Don Juan Carlos y Doña Sofía son padrinos del gran duque Jorge de Rusia, único hijo y heredero de la gran duquesa María Vladímirovna, actual pretendiente al trono ruso. Jorge usa el título de zarévich y vive en Moscú. “Putin es un experimentado estadista. Nunca se embarcaría en una aventura bonapartista”, declaró en una entrevista, en en 2017. Ahora, él y su mujer, la princesa Victoria, con la que protagonizó la primera boda real en Rusia en más de un siglo, ayudan a refugiados ucranianos. Hace pocas semanas, la esposa del gran duque reconoció a ¡HOLA!: ”Estamos llenos de dolor, son nuestros hermanos”.