El príncipe Philippos de Grecia y Dinamarca y la heredera suiza Nina Nastassja Flohr acaban de hacer historia. El sábado, el hijo pequeño de Constantino II y Ana María, Reyes de los helenos, y la hija del magnate de la aviación Thomas Flohr y de la diseñadora y editora Katharina Flohr celebraron su enlace religioso ortodoxo en la catedral de la Anunciación de Santa María, en Atenas. Se trata de la primera boda real que tiene lugar en el templo ateniense, popularmente conocido como Mitropoli, en casi sesenta años. La última fue la de los padres de Philippos, en 1964. Solo tres años después de aquel ‘sí, quiero’, un grupo de militares dio un golpe de Estado y la Familia Real tuvo que exiliarse del país.
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La boda de Philippos y Nina, diez meses después de su enlace civil, en Saint-Moritz, representa la unión de la realeza del Gotha con la realeza empresarial. El novio, de treinta y cinco años y dedicado a las finanzas, tiene lazos de sangre directos con prácticamente todas las familias reales de Europa. Su tía paterna es la Reina doña Sofía y su tía materna es la Reina Margarita de Dinamarca. Por su parte, el padre de la novia, Thomas Flohr, apodado ‘el rey de los jets’, es el fundador y presidente de VistaJet, una empresa que alquila aviones privados a los ricos y famosos. La nueva princesa de Grecia, de treinta y cuatro años, ha trabajado en los negocios de su familia y ahora se dedica a la hostelería y al conservacionismo en la isla de Benguerra, en Mozambique.
Nina llevó un vestido de alta costura de Chanel y lució la antigua tiara ‘Corsario’, una de las piezas más especiales del joyero de la Reina Ana María
La catedral de la Anunciación es un lugar lleno de simbología para la Familia Real helena. Fue construida por Otón I, primer monarca griego, en el siglo XIX, y ha sido escenario de las bodas de los bisabuelos, los abuelos y los padres del príncipe Philippos. El Rey Constantino I y la princesa Sofía de Prusia se casaron allí, en 1889; el Rey Pablo y la princesa Federica de Hannover lo hicieron en 1938, y el Rey Constantino II y la princesa Ana María de Dinamarca lo hicieron hace casi seis décadas. Doña Sofía, hermana de Constantino y tía paterna de Philippos, se casó con don Juan Carlos , en la Mitropoli, el 14 de mayo de 1962.
Cónclave de príncipes
Este enlace en el templo más importante de Grecia, en el corazón de la capital, es la prueba de la renovada popularidad de la que goza la Familia Real helena en su país. En 2013, Constantino y Ana María volvieron a vivir en Grecia, tras treinta y siete años de exilio en Londres. Actualmente, cuentan con el respeto del pueblo y, también, del actual primer ministro, el conservador Kyriakos Mitsotakis. La Familia Real al completo se reunió este fin de semana en Atenas: la princesa Alexia y su marido, el arquitecto español Carlos Morales, y sus hijos, Arrieta, Ana María, Carlos y Amelia; los príncipes Pablo y Marie-Chantal y sus cinco hijos, Olympia, Constantino Alexios, Achileas, Odysseas y Aristides; los príncipes Nicolás y Tatiana, y la princesa Theodora, que asistió sin su prometido, el abogado estadounidense Matthew Kumar.
Doña Sofía, tía del novio, llegó a tiempo para la ceremonia. El día anterior había estado presente en los Premios Princesa de Asturias, en Oviedo. La infanta Elena, que es madrina de bautizo del príncipe Philippos, llegó el viernes. La princesa Benedicta, hermana de la Reina Margarita de Dinamarca y tía del novio, tampoco faltó. Las princesas Beatriz y Eugenia de York, hijas de los duques de York, asistieron con sus respectivos maridos (su abuelo, el fallecido duque de Edimburgo, era príncipe de Grecia de nacimiento y primo de Constantino). Andrea Casiraghi, hijo de Carolina de Mónaco, acudió con su mujer, la heredera colombiana Tatiana Santo Domingo, y el príncipe Kyril de Bulgaria lo hizo con su novia, la empresaria británica Katharine Butler. Las grandes sagas de armadores griegos —los Niarchos, los Vardinoyannis, los Lemos—completaron la lista de invitados.
Doña Sofía, que el día anterior había asistido a los Premios Princesa de Asturias, en Oviedo, llegó a tiempo para la boda de uno de sus sobrinos favoritos
Para el príncipe Philippos y su mujer, que ahora es princesa de Grecia y Dinamarca, era importante que la cultura del país estuviera representada durante el fin de semana de celebraciones. Así que fueron tres días de fiesta que comenzaron con una cena de bienvenida en el lago Vouliagmeni, a 20 kilómetros de Atenas, famoso por sus aguas termales. Al día siguiente, se celebró la boda, en la emblemática catedral ateniense, y el domingo, un almuerzo más íntimo, en el club náutico.
Una tiara para iniciarse como princesa
El día de la ceremonia, se desplegó una gran alfombra azul en la entrada de la catedral, un guiño al color de la bandera griega. Doña Sofía y su hermana, la princesa Irene, fueron recibidas con una gran ovación del público. Fue un momento emotivo, especialmente para la madre de Felipe VI, que, hace casi sesenta años, se casó en ese mismo lugar. El príncipe Pablo, hijo mayor de Constantino, salió a recibirlas. Poco después, hizo su entrada el monarca heleno, que llegó en silla de ruedas y fue conducido hasta el interior por su nieto el príncipe Constantino Alexios. Jerónimo II, el arzobispo de Atenas y de toda Grecia y primado de la Iglesia Ortodoxa Autocéfala de Grecia, lo recibió a las puertas del templo.
Solo los familiares y amigos más cercanos participaron en la ceremonia religiosa. El resto de invitados siguió la boda desde un lujoso hotel, en la histórica plaza Syntagma
A las cinco de la tarde en punto, la novia hizo su entrada del brazo de su padre. Nina llevó un vestido a la altura de la ocasión: un traje de alta costura de Chanel, con corte princesa, escote barco en ‘V’, drapeados en la cintura y una falda con gran cola confeccionada en un tejido satinado. Un lazo bajo el pecho aportaba el toque de originalidad. La sobrefalda, bordada con motivos florales, partía de la espalda y hacía de capa para potenciar el efecto voluminoso del diseño. Nina iba coronada con la antigua tiara ‘Corsario’ , hecha en diamantes y perlas, propiedad de la Reina Ana María. Originalmente, fue un broche que estaba en manos de la Reina Ingrid de Dinamarca. La consorte del Rey Federico IX convirtió la pieza en una tiara y se la regaló a su hija Ana María con motivo de su dieciocho cumpleaños. Se trata de una joya de ‘iniciación’ a la vida de princesa. La heredera estadounidense Marie-Chantal Miller, hija del fundador de los Duty Free, la llevó en su boda con el príncipe Pablo de Grecia, en julio 1995, y Tatiana Blatnik, hija del empresario de origen esloveno Ladislav Vladimir Blatnik, la lució en su boda con el príncipe Nicolás, en agosto 2010.
Las hijas de la princesa Alexia, damas de honor
Ana María y Amelia Morales y de Grecia, las hijas más pequeñas de la princesa Alexia y de Carlos Morales, ejercieron de damas de honor. Las sobrinas del príncipe Philippos llevaron vestidos blancos con flores amarillas y un adorno morado en el pelo y ayudaron a la novia a colocarse la cola y el velo. Nina también contó con dos damitas y dos pajes. Las niñas, vestidas por Marie-Chantal de Grecia, eran las hijas de dos de sus mejores amigas: Gene Honor, hija de Sabine y Joseph Getty, y Nancy, hija de los aristócratas ingleses Alice y Tom Naylor-Leyland. Los niños eran Théodore y Maximilian, hijos de la galerista Victoire de Pourtales y del editor Benjamin Eymère.
La mujer de Christian de Hannover deslumbró con un vestido fucsia que llevaba incorporada una vistosa gargantilla de cristales en tono verde esmeralda
La novia completó su look con un moño bajo que despejaba su rostro, del cual partía un velo clásico de tul, y un pequeño pero exquisito bouquet de peonías blancas.
La ceremonia fue oficiada en griego por el primado de la Iglesia Ortodoxa de Grecia, quien comparte con doña Sofía la pasión por la arqueología. Debido a las restricciones sanitarias, solo los familiares y amigos más cercanos participaron en la celebración religiosa. El resto de invitados siguió la boda, retransmitida en vivo, desde el hotel King George, en la histórica plaza Syntagma.
Constantino y Ana María vuelven a sus tronos
Ya en el interior de la catedral, los Reyes Constantino y Ana María se sentaron en los antiguos tronos del templo, los mismos que utilizaron durante su reinado. Los príncipes Pablo, Nicolás y Theodora, hermanos del novio, y los príncipes Olympia y Odysseas-Kimon, sus sobrinos, ejercieron de testigos. Philippos y Nina cumplieron con los ritos de la ceremonia nupcial ortodoxa, portando las coronas durante casi toda la celebración. Según la tradición, las coronas simbolizan que ambos se convertirán en reyes de su propia familia.
Andrea Casiraghi, hijo de Carolina de Mónaco, asistió con su mujer, la heredera Tatiana Santo Domingo, que llevó un vestido que ya había lucido en el Baile de la Rosa de 2019
Luego, llegó el momento del betrothal: los novios intercambiaron los anillos tres veces, un gesto que representa la Santísima Trinidad. Cuando terminó el triple intercambio, se cambiaron el anillo de mano, pasando así a usarlos ahora en su mano derecha, donde se supone que quedarán para siempre. La ceremonia concluyó con la danza de Isaías: el arzobispo de Atenas y de toda Grecia guio a los novios dando tres vueltas alrededor del altar. Se trata de un símbolo de la eternidad del matrimonio y de los primeros pasos como pareja en el camino de la Iglesia.
Vestidos con mensaje y joyas especiales
La madrina y madre del novio lució un espectacular vestido de la diseñadora griega Celia Kritharioti en color azul, un guiño a la bandera de su país de adopción. La Reina Ana María completó su estilismo con un collar de perlas con tres vueltas y la cruz de diamantes que llevó el día de su propia boda. Se trata de una de las piezas más especiales de su joyero, un regalo que le hicieron sus padres, los Reyes Federico IX e Ingrid de Dinamarca, cuando cumplió dieciocho años. Su nieta la princesa Olympia también llevó un vestido en color azul, un diseño de Emilia Wickstead, con mangas largas y falda tubo. La joven asistió acompañada por su novio, el aristócrata inglés Peregrine Pearson. La princesa Theodora también se decantó por un traje azul.
Entre los invitados había representantes de numerosas casas reales europeas: desde Eugenia y Beatriz de York hasta la princesa Benedicta, hermana de la Reina Margarita de Dinamarca
La princesa Marie-Chantal optó por un creador griego y lució un vestido color gris perla de Mary Katrantzou. El diseño tenía dos detalles que rendían homenaje a la Grecia clásica: unos bordados vegetales plateados y un fino cinturón dorado. La princesa Tatiana, en cambio, llevó un vestido rojo de la firma italiana DelCore.
Doña Sofía, una de las más aplaudidas por el público, eligió un vestido largo en verde tornasolado que estrenó en 2017, cuando recibió la medalla de oro del Círculo del Liceo de Barcelona. La madre de Felipe VI lució una de sus joyas más queridas: un collar de grandes perlas con un colgante de rubí cabujón, montado en un marco doble de diamantes coronado con una media flor. Se trata de una herencia de su madre, la Reina Federica de Grecia, que solo usa en ocasiones importantes, como la boda de los Reyes Constantino y Ana María y los bautizos de Felipe VI y Pablo de Grecia. Doña Sofía permanecerá unos días más en su país natal. El martes, visitó la exposición ‘Lepanto 1571’ en el Museo Bizantino y Cristiano.
La infanta Elena llevó un vestido largo ‘midi’ en azul marino y completó su estilismo con un bolero oscuro con adornos brillantes. La duquesa de Lugo deslumbró con sus joyas: un impresionante aderezo compuesto por un collar de rubíes, esmeraldas, zafiros y diamantes, montados en oro, y pulsera a juego.
La hija mayor del príncipe Andrés y Sarah Ferguson, que fue madre en septiembre, acudió con su marido, el aristócrata italiano Edoardo Mapelli Mozzi
Alessandra de Osma, mujer del príncipe Christian de Hannover, deslumbró con un vestido rosa fucsia plisado, de mangas estilo globo, de Andrew GN, con una vistosa gargantilla de cristales verdes al cuello y bolso de mano verde, decorado con apliques de brillantes. Su cuñada, Ekaterina, mujer del príncipe Ernst August, apostó por una de las gamas cromáticas triunfadoras, el gris plata y el perla. Alice Naylor-Leyland, una de las mejores amigas de la novia, también se decantó por un diseño en ese tono, con detalle de capa frontal y mangas francesas elaboradas en plumeti.
Tatiana Santo Domingo rescató un vestido fucsia de falda a paneles y mangas cortas abullonadas, con lazo al cuello, sacado de la colección primavera-verano 2019 de Giambattista Valli. La mujer de Andrea Casiraghi estrenó ese traje en el Baile de la Rosa de aquel año. Lo conjuntó con sandalias de tiras plateadas y bolso metalizado.
Sabine Getty, una de las mejores amigas de la novia, destacó por su original conjunto, un vestido camisero estructurado, con silueta ‘evasé’, en color amarillo pastel, de Emilia Wickstead, y complementos en negro.
Al concluir la ceremonia, los novios y sus familiares fueron ovacionados por la multitud que se agolpaba a las puertas de la catedral ateniense
Eugenia de York apostó por el negro, con un total look black conformado por un vestido de fruncido estratégico, mangas largas de tipo farol y falda semiplisada rematado con unos botones dorados con perlas, firmado por Peter Pilotto. Remató su estilismo con salones negros destalonados, de Carvela, y un original bolso de mano a tono con diseño de acordeón, de Gabriela Hearst. Su hermana, la princesa Beatriz, acudió con su marido, el aristócrata italiano Edoardo Mapelli, y optó por un vestido-joya bicolor de escote pico, con apliques a lo largo, detalle de lazo frontal en glitter violeta y falda larga recta, sacado de la colección otoño-invierno 2018 de Gucci.
Cena a los pies de la Acrópolis
Después de la ceremonia religiosa, los novios ofrecieron un banquete en la Asociación Nacional de Gimnasia , un complejo deportivo a los pies de la Acrópolis y con vistas al Partenón. Ubicado en el centro de la capital, en el histórico barrio de Pangrati, el recinto está rodeado por el Jardín Nacional de Atenas y el Záppeion y por las colinas cubiertas de pinos de Ardettos y Agra. Se trata de un sitio histórico, el lugar donde se organizaron los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, en 1896. Se encuentra junto al legendario Estadio Panathinaikó, también conocido como el Kallimármaro, reconstruido a partir de los restos de un antiguo estadio griego y el único en el mundo hecho enteramente de mármol blanco del monte Pentélico. Se levantaron enormes carpas decoradas en tonos azules y blancos, los colores de la bandera griega. Las mesas, montadas al estilo imperial, fueron decoradas fastuosamente con cientos de candelabros y velas, abundantes arreglos florales y todo tipo de motivos frutales.
Durante la cena, los invitados degustaron un menú de delicias griegas: ensalada de tomate al estilo griego, aderezada con queso feta; raviolis con setas de temporada y aceite virgen extra, y filete de mero dorado con hinojo salvaje y spanakorizo, un clásico plato vegetariano griego de espinacas y arroz.
Al concluir la ceremonia, los novios y sus familiares fueron ovacionados por la multitud que se agolpaba a las puertas de la catedral ateniense
Tras el banquete, una discoteca aledaña a la carpa principal esperaba a los invitados. La música y las luces intermitentes invitaban a todos a la pista de baile. Los novios quisieron agasajar a sus familiares y amigos con un obsequio especial: una caja bombonera en plata y esmaltada en azul, el color de la bandera griega.
El domingo, el Rey Constantino y la Reina Ana María ofrecieron un almuerzo distendido en las terrazas del Club Náutico de Atenas, en Kastela (Pireo), que simulan la cubierta de un velero clásico. Fue un brunch íntimo y familiar al que no faltaron doña Sofía y su hermana, la princesa Irene, y la infanta Elena. También asistieron los amigos más cercanos de los novios: Andrea Casiraghi y Tatiana Santo Domingo, Ernst August de Hannover, Alessandra de Osma, Chantal Hochuli, la princesa Alexandra Sayn-Wittgenstein-Berleburg y Edoardo Mapelli Mozzi, marido de la princesa Beatriz.
La princesa Nina lució radiante al día siguiente de su boda, con un conjunto de falda larga cruzada y chaqueta a juego, de Chanel; diadema en el mismo tono y unas bailarinas de la maison francesa con un detalle en color negro.
Philippos y Nina ofrecieron el banquete en un complejo deportivo a los pies de la Acrópolis y con vistas al Partenón. Allí se organizaron los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, en 1896
Doña Sofía derrochó simpatía en la comida con los recién casados en el Club Náutico de Atenas. La Reina destacó por su gran sonrisa durante toda la jornada y por su estilismo relajado: un pantalón acampanado, «blazer» en color azul celeste y numerosos collares de abalorios. Seguramente, compartió con su familia recuerdos de su infancia y juventud en ese club.
El Rey Constantino, un amante del mar y con alma de marinero, aprendió a navegar en ese recinto y, gracias a ello, ganó la medalla de oro de vela en los Juegos Olímpicos de 1960. Fue la primera vez que un equipo griego consiguió ese premio en la etapa moderna de los juegos. El monarca heleno ha vivido momentos inolvidables y guarda buenos recuerdos en ese club, como el compromiso de su hijo Nicolás con Tatiana Blatnik. Ahora, acaba de atesorar uno más: la boda de su hijo pequeño, el benjamín de la familia.
Los novios se despidieron de sus huéspedes en una de las espectaculares terrazas del ‘Yacht’ y los invitados hicieron lo propio entre ellos. Algunos volvieron al hotel, como doña Sofía, que pudo disfrutar de unos días más en Atenas. Otros, como los príncipes Pablo y Marie-Chantal, tuvieron que poner rumbo a sus respectivos países. Sin duda, todos ellos regresaron a casa con bonitos recuerdos de esta gran boda real griega.