Mako de Japón por fin ha tenido su final feliz. La Princesa, sobrina del emperador e hija del príncipe heredero Akishino, se ha casado este martes con su prometido, el abogado Kei Komuro. La pareja ha esperado tres años para poder celebrar sus nupcias y, especialmente ella, ha tenido que hacer muchas renuncias que han mermado su salud mental. Lejos de ser el cuento de hadas que prometía en un principio -una dama de la Casa Imperial se enamora de un compañero de la Universidad- la historia ha virado hasta convertirse casi en un asunto de Estado, dividir a la opinión pública nipona y acabar con una Princesa repudiada, despojada de sus títulos y privilegios y teniendo que abandonar el país. Sin embargo, ellos han conseguido formalizar su amor y poder empezar juntos su nueva vida con un ‘sí, quiero’ de lo más atípico en el que no ha habido el boato de las milenarias ceremonias nupciales del país del sol naciente, sino una conferencia de prensa que se ha convertido en toda una declaración de amor con unos novios contenidos y con poca complicidad.
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Con paso firme, casi sin mirarse, sin darse la mano, vestidos a la manera occidental -ella con el pelo recogido, su característico flequillo y un vestido azul celeste y él, con traje de raya diplomática y corbata-, la pareja ha entrado en el salón de actos del Hotel Grand Arc Hanzomon de Tokio dode se agolpaban un buen número de reporteros para escuchar las palabras de los recién casados. Los novios no han tenido una boda propiamente dicha, sino que simplemente han cumplido con los trámites administrativos y se han inscrito como matrimonio en el registro civil. Después han hecho un alegato en favor de su unión y han dado su opinión sobre todo el revuelo que ha provocado su relación. Sentados en un estrado, sin apenas decoración ni flores, separados, sin mirarse en ningún momento, leyendo sus discursos y sin tocarse, Mako y Kei han hablado de todo lo que han vivido. “Siento los inconvenientes que he causado y estoy agradecida por el apoyo que he recibido. Para mí, Kei es irremplazable, el matrimonio era una opción necesaria para nosotros”, ha dicho la Princesa en una declaración de amor de lo más sorprendente por la puesta en escena. Por su parte, Kei añadió que quiere pasar toda la vida junto a Mako, momento en que se dirigieron una tímida mirada. “Amo a Mako. Solo tenemos una vida y quiero pasarla con la persona que amo. Me siento muy triste de que Mako haya estado en malas condiciones mentales y físicas, debido a ciertas acusaciones falsas”. Respecto a su nuevo hogar en norteamérica, la sobrina de Naruhito dijo: “Habrá diferentes tipos de dificultades al comenzar nuestra vida, pero caminaremos juntos como lo hemos hecho en el pasado”.
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Lo cierto es que la cultura, el protocolo y lo que se considera buena educación en Japón poco tienen que ver con las del mundo occidental. Nadie podría haberse imaginado una rueda de prensa de los duques de Sussex sin sus caricias, sus abrazos, sus miradas y sonrisas, algo que aunque sorprenda sí que es corriente en el trono del crisantemo. Su lenguaje no verbal es otro y los japoneses evitan el contacto físico y las muestras de afecto como abrazar. Para ellos el espacio es fundamental y se muestran incómodos si están muy cerca de otras personas. Aún así y pese a tener otro estilo de vida que choca con el mediterráneo, lo cierto es que su frialdad, dada su juventud -los dos tienen 30 años- y la felicidad por haber conseguido su anhelo de casarse ha sorprendido.
Enfrentarse a la opinión pública no ha sido fácil, especialmente para Mako. La Princesa acusa un síndrome de estrés postraumático a raíz de toda la tensión que ha sufrido en los últimos tiempos y que le ha impedido que contestaran preguntas de los periodistas tras su comparecencia, un cambio de última hora. En su lugar, se escogerán cinco preguntas que se entregarán por escrito a la prensa, una solución para evitar pasar el mal trago a Mako de tener que enfrentarse en directo a las cuestiones, agravando así su estado de ansiedad, un trastorno que persigue a las mujeres de la dinastía Yamato. “Muchas personas tienen dificultades y dañan sus sentimientos al tratar de proteger sus corazones. Espero sinceramente que nuestra sociedad sea un lugar donde más personas puedan vivir y proteger sus corazones con la ayuda del calor y el apoyo de los demás”, concluyó. A pesar de su discreción, los recién casados también han visto como algunos de sus detractores se agolpaban a las puertas del hotel donde han reaparecido para protestar contra su matrimonio.
Antes de reunirse con su ya marido, la Princesa fue fotografiada saliendo de la residencia familiar, el Palacio de Akasaka, haciendo una reverencia a su padre, el príncipe heredero Akishino, y a su madre, la princesa heredera Kiko, antes de darse un abrazo con su hermana, Kako. Después, se desplazó en automóvil hasta el registro civil para, lejos de las cámaras, inscribirse como marido y mujer. La pareja ahora planea mudarse a los Estados Unidos. Kei Komuro trabaja como abogado en Nueva York y su esposa marchará con él, dejando atrás la vida de Palacio que ha conocido hasta ahora.
La Princesa y Kei Komuro se conocieron en el año 2012 en la Universidad Cristiana de Tokio. En septiembre de 2017 anunciaron su compromiso y estaba previsto que contrajeran nupcias en noviembre de 2018. Sin embargo, una escándalo financiero de la madre de él (la disputa se inició cuando recibió un dinero por parte de su expareja que ella creyó que era un regalo y que él le reclamaba) puso en riesgo la boda. A partir de entonces hubo muchos sectores de la sociedad nipona que vieron que el prometido ideal ya no sería tan buen candidato. A pesar del revuelo, Mako, fiel a los dictados de su corazón, renunció a las celebraciones tradicionales y rechazó el dinero que el Estado entrega a las damas de la Casa Imperial que se casan con plebeyos. En Japón, las princesas que no contraen matrimonio con miembros de la Familia quedan automáticamente excluidas de sus deberes institucionales y es por eso que reciben una compensación económica.