A Mako de Japón y a su prometido, Kei Komuro, les quedan ocho días para convertirse en matrimonio. La pareja, que ha pasado por todo tipo de vicisitudes, e incluso se llegó a temer que la boda nunca podría celebrarse, por fin ve más cerca su sueño. Son muchos los preparativos y por eso el novio, que trabaja como abogado en Nueva York, ha regresado a Japón, donde lo primero que ha hecho ha sido una visita de cortesía a casa de sus futuros suegros, los príncipes herederos Akishino. Mientras, la todavía Princesa, perderá su título y sus privilegios al unirse a una persona que no es de sangre azul, ha participado en la ceremonia de la cosecha del arroz en la que ha acompañado a su madre, la princesa Kiko. La pareja se ha reunido en el Palacio de Akasaka, en Tokio, donde Kei ha vuelto a sorprender por su cambio de look.
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Kei fue fotografiado llegando a Palacio con el pelo más corto. Hace un mes, en una de sus últimas visita a su país, llamó la atención al aparecer con el cabello más largo y recogido con una coleta. Sin embargo, con la fecha de las nupcias tan inminente, ha optado por cortárselo y aparecer con una imagen más clásica, ya que aunque su enlace no tendrá los ritos ancestrales de la Familia Imperial, está causando una gran expectación. Por su parte, la Princesa, que ha sufrido un trastorno de estrés postraumático debido a las críticas y la tensión, está participando en uno de los últimos actos como royal. Ha ido junto a su madre, las dos vestidas muy parecidas en colores claro y rosa empolvado, al Palacio Imperial para participar en el rito de la cosecha del arroz. En este acto se recolectan varias espigas de este cereal para su uso en la ceremonia de agradecimiento Daijosai de noviembre. En el arrozal, un sacerdote sintoísta hace una plegaria antes de que el propietario del campo de arroz y un grupo de funcionarios, vestidos con el traje tradicional, corten unas plantas de unos 60 centímetros.
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Poco a poco, Mako va despidiéndose de su actual vida. A principios de mes fue condecorada por el Gobierno de Paraguay con la Gran Cruz Extraordinaria de la Orden Nacional del Mérito por su implicación y sus visitas para la buena marcha de las relaciones entre el país del sol naciente y el sudamericano. Tras su boda, cambiará los muros de Palacio por un apartamento en la Gran Manzana, donde su prometido vive desde hace unos años y dejará de ser alteza real. Las damas de la Familia Imperial que contraen matrimonio con un plebeyo son apartadas de la institución, pierden su título y su posición. Mako, además, para calmar los ánimos también ha renunciado a la dote de 150 millones de yenes, aproximadamente 1,15 millones de euros, que otorga el Gobierno nipón a las mujeres que abandonan la Casa Real. Casarse con alguien que no tiene sangre azul también la va a hacer desprenderse de sus joyas imperiales: una tiara, un collar, dos pulseras, pendientes y un broche, unas piezas de diamantes o perlas, que las recibió por su 20º cumpleaños cuando comenzó a asumir actos oficiales, pero que después del 26 de octubre volverán al joyero imperial.
La princesa Mako y su novio se conocieron en el año 2012 cuando ambos estudiaban en la Unviersidad Cristiana Internacional de Tokio. Anunciaron su compromiso cinco años más tarde, en 2017, y tenían previsto casarse en noviembre de 2018. Entonces salieron a la luz los problemas económicos de la madre de Kei, su expareja le reclamaba 31.000 euros que, según ella fueron un regalo y, según él fueron un préstamo para poder financiar los estudios de su hijo dividiendo a la sociedad nipona y causando una grave crisis en la Corte. El revuelo provocó que Kei se marchara a los Estados Unidos a estudiar y que la boda se retrasase. En 2020, el príncipe Akishino dio su aprobación al enlace aunque poniendo como requisito que se solucionase el incidente financiero, lo que también fue muy cuestionado.