Mako de Akishino ha puesto fecha a la boda con Kei Komuro, un inesperado final a la vida que ha llevado hasta ahora como princesa, tomando decisiones sin precedentes. No es un cuento de hadas imperial. Después de tres años de espera y polémica, la sobrina del emperador se casará el próximo 26 de octubre, aunque en circunstancias complicadas. Sufre de un trastorno de estrés postraumático debido a las críticas y a la tensión creada en torno a su relación -la pérdida de la reputación de su novio, Kei Komuro- y su matrimonio.
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Según un portavoz de la Familia Imperial, a la hija del príncipe heredero al trono del Crisantemo le han invadido los temores de que “sea imposible cumplir su deseo de tener una vida tranquila y feliz”, incluso después de haber renunciado a sus derechos y privilegios dinásticos para poder conseguirlo.
La historia de Mako
La princesa Mako y Kei se conocieron en 2012, en los bancos de la Universidad Cristiana Internacional de Tokio, anunciaron su compromiso en 2017, y querían casarse en noviembre de 2018, pero no fue posible. La madre de Komuro arrastraba un conflicto financiero de casi 30.000 euros con su expareja -según ella, fue un regalo; según él, un préstamo para poder financiar los estudios de su hijo- y, en febrero de ese mismo año, la Familia Imperial, “avergonzada”, informaba de su aplazamiento hasta 2020.
Con el ultimátum de los padres de Mako sobre la mesa -o se resolvía el problema económico o el compromiso sería anulado-, Kei abandonaba Japón en agosto de 2018 y se instalaba en Nueva York para continuar sus estudios de Derecho.
Su prometido, Komuro, no existe para la corte y Mako lo perderá todo por amor
Tres años después, y habiendo comunicado Mako previamente que son “insustituibles el uno para el otro”, y que “el matrimonio es una elección necesaria” para sus vidas, Komuro regresaba estos días a Tokio para seguir adelante con los planes… Aunque con un cambio radical de imagen -una llamativa coleta que hizo arder las redes y a los conservadores-; y sin pisar Palacio. Nada más aterrizar en el aeropuerto de Narita, fue llevado a la casa de su madre, en Yokohama.
Pero el joven abogado hace mucho tiempo que sabe que no existe ni existirá a los ojos de la Corte Imperial. El mundo milenario al que también ha renunciado su novia. Según las normas de sucesión imperial (1947), al traspasar la cortina del Crisantemo, perderá su tratamiento de alteza, el título de princesa imperial... Todo, pero Mako también estaba al corriente desde niña. “Desde mi infancia sabía que perdería mi estatus real una vez me casara… Me gustó mi vida”, dijo cuando se anunció su compromiso.
‘Revolución’ en la Corte Imperial: rompiendo tradiciones en el siglo XXI
Las damas imperiales tienen que seguir rompiendo tradiciones (nupciales y de vida) en el siglo XXI. Solo los miembros masculinos pueden casarse fuera de la familia. La primera que tiró los muros (1960) fue la princesa Suga, quinta hija del emperador Hirohito y la emperatriz Nagako. No sólo contrajo matrimonio con una persona ajena a la Familia Imperial, Hisanaga Shimazu, sino que también aceptó un trabajo.
Décadas después, le siguieron la princesa Nori, hermana del actual emperador, y sus primas lejanas, las princesas Noriko y Ayako. Y, ahora ocurrirá lo mismo con Mako, aunque con grandes diferencias. El cuento de hadas se volvió realmente complicado y a Mako no le ha quedado más remedio que protagonizar una ‘revolución’ en la Corte Imperial. La hija del príncipe heredero también ha renunciado por amor a las grandes ceremonias -no se casará en un santuario de la diosa Amaterasu, a quien la leyenda identifica como la madre del primer emperador-; y tampoco recibirá su dote.
Nadie podrá decir que Kei Komuro usó parte del dinero para pagar la deuda de su madre
Ante las críticas sobre su matrimonio por parte de los sectores más conservadores, la princesa anunció hace semanas que rechazará un pago global de hasta 1,15 millones de euros, financiado con dinero de los contribuyentes, que tradicionalmente se otorga a las mujeres de la Familia Imperial cuando se casan con plebeyos. Para Mako es importante. Nadie podrá decir que Kei Komuro usó parte del dinero para pagar la deuda de su madre.
Tampoco tiene precedentes que haya dado la espalda a la celebración de los rituales nupciales que deben seguir las damas imperiales antes de contraer matrimonio. Mako será la primera de la historia. No habrá ceremonia del compromiso formal, en la que las familias intercambian regalos, conocida como Nosai no Gi; ni tampoco encuentro oficial con el emperador y la emperatriz, denominado Choken no Gi, para que les brinden sus buenos deseos antes de casarse.
Mako no tiene pasaporte y tendrá que solicitar uno como ciudadana común
La pareja inscribirá su matrimonio en un registro civil y dado que los miembros de la Familia Imperial japonesa no tienen pasaportes, tendrá que solicitar uno como ciudadana común. Para entonces, y a la espera de la rueda de prensa que ofrecerán en las próximas semanas para contar sus planes, habrá dejado atrás su residencia y el Palacio Imperial (Chiyoda, Chiyoda-ku) que se alza en una isla desbordante de naturaleza con un perímetro de un millón de metros rodeado de fosos y muros de piedra. Un complejo misterioso y aislado del mundo con decenas de edificios destinados al uso exclusivo de la corte, palacios, casas de campo, mansiones, templos, biblioteca y archivos, un hospital, viveros para los gusanos de seda…
Nueva York les espera. Mako cambiará la grandeza imperial por un apartamento corriente y tendrá que adaptarse a la vida exterior. Desde coger un metro a ir al supermercado, pero lo importante es que lo ha logrado. La sobrina del emperador ha elegido como marido a un boyante y rompedor abogado. Deja atrás a su familia, su trabajo como investigadora en una filial del Museo Universitario de la Universidad de Tokio… Y al mismo Imperio del Sol Naciente, pero tendrá la sonrisa de su marido, Komura, que, como dijo, “es tan brillante, que parece el sol”.