Los Habsburgo tienen un largo idilio con los caballos. El emperador Fernando I, hijo de Felipe el Hermano y Juana la Loca, llevó las razas españolas a Austria. Carlos VI fundó la famosa Escuela Española de Equitación de Viena, en el siglo XVIII. La emperatriz Sissi era una eximia amazona y el archiduque Jorge, nieto del último monarca de la dinastía, crio a su familia en un centro ecuestre en el campo, cerca de Budapest. Uno de sus hijos, el príncipe Carlos Constantino, acaba de cumplir diecisiete años y ha heredado la pasión familiar por los caballos.
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Carlos Constantino, hijo del archiduque Jorge y de la aristócrata Eilika von Oldenburg, nació el 20 de julio de 2004 en Budapest y creció junto a sus dos hermanas, Sofía e Ildiko, en el pueblo de Sóskút, a treinta minutos de la capital húngara. Fue el primer varón Habsburgo que nació en Hungría en más de cincuenta años (la dinastía inició un largo y amargo exilio tras la implosión del imperio en la Primera Guerra Mundial). Allí, en esa pequeña aldea en la región de Pest, rodeado de animales y naturaleza, el pequeño archiduque aprendió antes a montar que a caminar. Su madre, que es entrenadora y dirige un centro de equitación, fue su maestra.
Tras una vida subido a un caballo, Carlos Constantino se ha convertido en una promesa del volteo, un deporte ecuestre en el que el jinete realiza peligrosas acrobacias sobre un caballo al galope en círculo, guiado “a la cuerda” por un conductor. La mayoría de los royals eligen el salto ecuestre -la princesa Ana de Inglaterra, Margarita de Borbón, Carlota Casiraghi- o el polo -el príncipe Carlos y sus hijos; el maharajá Pacho de Jaipur-, pero el archiduque ha optado por destacar en esta original disciplina, que exige equilibrio, concentración y flexibilidad para ejecutar las acrobacias áreas.
Este verano, el príncipe ha debutado en su primer campeonato mundial de volteo, en la categoría junior. A lomos de su caballo, llamado Cornetto, ha sido una de las sensaciones del torneo. Pero el volteo no lo es todo en su vida. Creció en una casa en la que siempre se ha hablado de historia y de política. Su padre es embajador de Hungría en Francia, y su tío, el archiduque Carlos, fue eurodiputado por el Partido Popular austríaco. En 2019, el joven Carlos Constantino asistió a la inauguración de un busto del emperador Carlos I en Budapest con un traje de tres piezas perfectamente entallado. Un año después, participó con su familia en las celebraciones de San Esteban, una importante fiesta popular en Hungría.
Hace unos días, tuvo su primer acto oficial en solitario, un evento que conmemoraba la muerte de su bisabuelo, Carlos I de Austria y IV de Hungría, el último emperador del Imperio Austrohúngaro. En 1918, el monarca renunció a la jefatura del Estado y se exilió en Suiza. En 1921, intentó sin éxito restaurar la monarquía en Hungría. Poco después, falleció. En 2004 fue beatificado por el Papa Juan Pablo II, como reconocimiento a su devoción y a sus tentativas para promover la paz durante la Primera Guerra Mundial.
La familia imperial vivió durante un tiempo en España, al amparo del rey Alfonso XIII. Los Habsburgo todavía están muy ligados a nuestro país. El tío de Carlos Constantino, el archiduque Carlos, jefe de la casa de Habsburgo-Lorena, pasa temporadas en Madrid. Su tía es la coleccionista y mecenas Francesca Thyssen, hija del barón Thyssen. Y sus hermanas, las archiduquesas Sofía e Ildiko, viven en Madrid y están perfeccionando su español. La Reina Doña Sofía es madrina de una de ellas.
“Hablar español es importante para nosotras porque nuestros padres lo hablan y una gran parte de nuestra familia vive aquí”, explicaban Sofía e Ildiko a ¡HOLA! hace unos meses. Los tres hermanos son conscientes de la responsabilidad que implica ser un Habsburgo. “Nuestro apellido tiene un peso importante. Si hacemos algo malo, afecta a toda nuestra familia, pero si hacemos algo bueno, también”, decían las archiduquesas a ¡HOLA!
Ellos son la nueva generación de uno de los linajes más antiguos e importantes de la historia, la dinastía que durante más de siete siglos definió el curso a Europa.