Holly Golightly decía que en Tiffany’s no puede ocurrir nada malo. En Fortnum & Mason tampoco puede ocurrir nada malo. Un día de 2017, Harry Herbert, ahijado de la reina de Inglaterra y heredero del castillo de Highclere , acudió a un almuerzo en los grandes almacenes de Piccadilly, templo del gourmet british. Allí, entre una selección infinita de tés y shortbreads, conoció a la cocinera irlandesa Clodagh McKenna. El aristócrata, que acababa de divorciarse después de veinticinco años de matrimonio, se quedó prendado de la belleza y simpatía de esta popular presentadora de televisión, autora de libros de cocina y crítica gastronómica.
Cuatro años después, la pareja se ha casado en el castillo del novio, en manos de la familia Herbert desde el siglo XVII y famoso en todo el mundo como el hogar de los Crawley en la serie de televisión Downton Abbey . Las bodas de los ricos, famosos y nobles británicos suelen tener una pizca de excentricidad. La de Harry Herbert y Clodagh McKenna no ha sido la excepción. Los novios incluyeron a sus perros en el cortejo nupcial y brindaron con cerveza negra Guinness, un simpático guiño a las raíces gaélicas de la chef. El aristócrata nació en Highclere y ahora vive con su flamante mujer en Broadspear House, una casa de campo con más de 300 años de historia dentro de los dominios del castillo y rodeada de dos mil hectáreas de bosque privado.
La novia, de cuarenta y seis años, deslumbró con un bohemio vestido de encaje con escote en ‘V’, mangas hasta los codos y bordado floral alrededor de la cintura. Por su parte, el novio, de sesenta y dos, llevó un chaqué de mañana y un ramillete de flores enganchado a la solapa que iba a juego con el ramo de su mujer.
Momias y maldiciones
La familia Herbert es una de las más encumbradas de la nobleza inglesa. Y también una de las más adineradas. El abuelo del novio, George Herbert, quinto conde de Carnarvon, fue el mecenas que financió la excavación de la tumba de Tutankamón , en el Valle de los Reyes, en 1923. Pocos meses después del descubrimiento de los restos del faraón del Antiguo Egipto, Carnarvon murió repentinamente en el hotel Savoy de El Cairo. Así nació la leyenda de la “maldición de Tutankamón”. El padre del novio, Henry Herbert, séptimo conde de Carnarvon y también conocido como Lord Porchester, fue amigo íntimo de la reina de Inglaterra y gestor de los caballos de carrera de la monarca desde 1969 hasta que murió, en 2001. En la serie The Crown se insinúa que Isabel II y “Porchey”, como lo llamaba cariñosamente, pudieron ser algo más que amigos.
Harry ha continuado con el legado de su padre y se dedica al mundo de la cría de caballos de carrera y trabaja para la Familia Real de Qatar . También está muy ligado a la Familia Real británica y se lo ha visto en incontables carreras junto a Isabel II, Diana de Gales o la duquesa de Cornualles. Su cuñado, John Warren, es el actual manager de los caballos de la reina.
La monarca no asistió al enlace de su ahijado, pero sí lo hicieron otras personalidades destacadas de la sociedad y la política inglesa. George Osborne, miembro del Partido Conservador y canciller de Hacienda durante el mandato de David Cameron, acudió con Beau, el bebé que acaba de tener con su prometida, Thea Rogers. El pequeño, que nació el mes pasado en Londres, se veía más cómodo frente a las cámaras que el propio Osborne.
La boda de Harry Herbert ha devuelto el glamour al castillo de Highclere, que ha sufrido los estragos de la pandemia. Antes del coronavirus, esta mansión de campo victoriana de estilo Isabelino recibía cada año a cientos de miles de visitantes y fans de Downton Abbey , pero tuvo que permanecer cerrada durante más de doce meses debido a las estrictas restricciones impuestas por el gobierno británico. A comienzos de este año, la cuñada de Harry, la actual condesa de Carnarvon, reveló que las medidas del gabinete de Boris Johnson han sido “catastróficas” para la subsistencia de uno de las casas más bellas, grandes y famosas de Inglaterra.