María Gabriela de Saboya ha sido una de las princesas más bellas de Europa. Ahora, a sus ochenta y un años, lo sigue siendo: ojos azul zafiro, melena rubia… En los años 60, la hija del último rey de Italia fue una de las mujeres más deseadas y cortejadas: fue el primer amor de juventud de Don Juan Carlos y, aunque el romance no prosperó, siguen siendo muy buenos amigos. El rey Balduino de Bélgica y el sha Reza Pahlevi de Persia también le pidieron la mano. María Gabriela les dijo que no a todos. “Soy muy independiente. No me gusta que la gente me imponga nada”, suele decir. “Y en las monarquías se impone mucho”.
En 1969 se casó con el multimillonario empresario Robert Zellinger de Balkany. Su padre, Humberto II, le regaló una fabulosa diadema de diamantes y perlas en el día de su boda. La joya, realizada por Musy Padre e Figli, una histórica firma de joyería de Turín, había pertenecido a su antepasado María Victoria de Saboya, mujer de Amadeo I y reina consorte de España entre 1871 y 1873 (su marido fue elegido rey de España por las Cortes Generales tras la deposición de Isabel II). El próximo 11 de mayo, la princesa María Gabriela subastará la pieza en Sotheby’s Ginebra.
¿Su precio? Más de un millón de euros. Hablamos por teléfono con ella sobre está diadema histórica, que ha estado en manos de los Saboya durante el último siglo y medio. “Siempre es un poco triste desprenderse de este tipo de cosas, pero no voy a llorar por esto”, nos dice en un perfecto español que aprendió en sus años de juventud en Estoril, cuando compartía el exilio con la Familia Real española.
-Alteza, sale a subasta una joya de su propiedad…
-Sí, yo soy la propietaria de la diadema.
-¿Por qué ha decidido venderla?
-Porque hoy en día uno no se puede pasear con eso en la cabeza. Si me la pusiera, la gente diría: “Qué hace esa loca con eso puesto en la cabeza”. La gente no sabe ni lo qué es. Siempre es un poco triste desprenderse de este tipo de cosas, pero no voy a llorar por esto.
-¿La llevó en muchas ocasiones?
-No, no la utilicé nunca. Mi padre me la regaló y no me quedaba muy bien. Así que nunca me la puse (risas). Nunca tuve ocasión de llevarla.
-¿Cuándo se la regaló su padre?
-Me la regaló cuando me casé. Fue un obsequio de boda.
-La diadema perteneció a María Victoria de Saboya, que fue reina de España.
-Sí, fue reina de España, pero por muy poco tiempo. Cuando Isabel II se fue al exilio, escogieron a Amadeo de Saboya como rey de España. Pero duró muy poco en el trono, porque los españoles querían a los Borbones. El padre de Amadeo, Humberto I, quería que su hijo fuera rey de España porque ya tenía una hija que era reina de Portugal y un hijo que iba a reinar en Italia… solo le faltaba un rey de España.
-Amadeo no fue muy feliz en España, ¿verdad?
-Se quedó solo tres años y medio y creo que sufrió hasta cinco atentados. A Amadeo no le gustaba nada España, no quería ser rey. No fue muy feliz allí. Yo creo que su padre solo quería caballos de carrera y puros de Cuba (risas). Hay que verle el lado gracioso a todo.
-Y, desde entonces, la diadema ha estado en manos de su familia…
-Sí, la heredó un hijo de Umberto, el príncipe Luis Amadeo de Saboya, que había nacido en España. Era el duque de los Abruzos, un gran aventurero y explorador que fue al Ártico y escaló el Kilimanjaro. Y mi padre se la compró. Yo aún ni había nacido. Mi padre la adquirió para que se quedara en la familia Saboya.
-Entonces, ¿no le da pena desprenderse de ella?
-Un poco. Pero, como le dije, nunca la usé. Seguro alguien le da mejor uso. Ojalá encuentre un comprador. Me gustaría venderla lo más cara posible (risas).