Los preparativos de la primera boda real del 2021 ya están en marcha. La gran duquesa María Vladimirovna de Rusia ha anunciado este jueves el compromiso de su único hijo, el gran duque Jorge, con la lobista y escritora italiana Rebecca Bettarini, hija del embajador de Italia Roberto Bettarini. En el comunicado de la cancillería de la jefa de la Casa Imperia rusa, se explica que la futura mujer del zarévich -título de príncipe heredero, pretendiente hereditario al trono- se ha convertido a la fe ortodoxa con el nombre de Victoria Romanova y que la boda está prevista para el próximo otoño.
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El enlace de Jorge Romanov, de treinta y nueve años, promete reunir a la realeza europea, ya que no solo es hijo de una gran duquesa rusa, sino también de un príncipe alemán, Francisco Guillermo de Prusia, que además es primo de la Reina Sofía. El futuro novia está emparentado con todas las Casas Reales del continente -entre sus antepasados directos se encuentran el emperador Alejandro II de Rusia, la reina Victoria del Reino Unido y el káiser Guillermo II de Alemania- y es ahijado de Don Juan Carlos y Doña Sofía, del Rey Constantino de Grecia, y del Rey Simeón de Bulgaria -su bautizo se celebró en mayo de 1981 en Madrid-.
Jorge Romanov pidió matrimonio a Rebecca Bettarini en el mes de agosto, pero, debido a la pandemia, el anuncio se pospuso hasta ahora. Se conocen desde que eran adolescentes, pero empezaron a salir hace casi una década, tras volver a coincidir en un evento en la embajada de Francia en Bruselas, en un momento en el que ambos trabajaban como lobistas en la capital de la Unión Europea. El gran duque pidió a Bettarini que le ayudara a establecer su fundación en Rusia y, meses después, su amistad se convirtió en noviazgo. Tras vivir seis años en Bruselas, se han instalado en Moscú, donde los dos trabajan en el sector filantrópico.
Una joya de la familia Romanov ha sellado el compromiso. El gran duque dio a su novia un anillo de banda engastado con un rubí cabujón, “símbolo del corazón y la sangre”, para representar el amor, la pasión y la nobleza; y dos diamantes que representan la pureza y la fuerza de sus sentimientos. La gran duquesa María regaló esta pieza a su hijo en su dieciocho cumpleaños, como anillo de compromiso para la mujer que algún día se convirtiera en su futura esposa. Y ese día ha llegado. Aunque en el comunicado oficial del compromiso se dice que “los detalles de la ceremonia serán comunicados a su debido tiempo”, ¡HOLA! se ha puesto en contacto con la pareja, que nos ha revelado algunos detalles de su boda real.
-Gran duque, ¿cómo fue la pedida de mano?
-Rebecca y yo estuvimos hablando un buen rato sobre casarnos, y obviamente mi madre y su padre ya estaban al corriente de nuestras intenciones. Como nuestra amistad y relación tuvo lugar mayoritariamente en Bruselas, quería que la pedida de mano fuese allí. Por la pandemia estuvimos bloqueados durante muchos meses en Moscú, sin poder volver a Bélgica, donde tenía escondido el anillo de compromiso que mi madre me regaló el día de mi dieciocho cumpleaños. Entonces tuve que esperar para recuperar el anillo y pedirle formalmente que se casara conmigo. Aunque llevábamos meses hablando del tema, quería que fuera una sorpresa para ella y entonces se me ocurrió dárselo en el aeropuerto de Bruselas mientras esperábamos un vuelo hacia Madrid. Era muy pronto por la mañana y el aeropuerto estaba completamente vacío. En el fondo todos los viajes empiezan en un aeropuerto, y este también es un viaje que haremos juntos.
-¿Dónde les gustaría celebrar la boda?
-Nos gustaría casarnos en Rusia. Creemos que San Petersburgo es la ciudad perfecta. Hay muchas iglesias y palacios que están relacionados con nuestra familia, sobre todo el palacio Vladímir, que era de mi bisabuelo (el gran duque Vladímir de Rusia, hijo del zar Alejandro II). Además sería una ocasión única para que los invitados internacionales descubrieran una ciudad tan bella y llena de historia como es San Petersburgo. Ojalá se pueda restablecer pronto la normalidad.
-¿Y cómo será la ceremonia?
-Sea donde sea, será una ceremonia ortodoxa, con la solemnidad típica del ritual ortodoxo, con un ambientación muy fascinante, llena de velas, iconos…
-Rebecca, ¿qué fecha tenéis prevista para la boda?
-Con el covid desafortunadamente no podemos todavía elegir una fecha exacta. Pero seguramente será en otoño de este año. La boda civil será antes, probablemente en primavera.
-¿Ya tienes pensando quién te hará el vestido de novia?
-Tengo el traje para la boda civil, que es de la estilista italiana Chiara Boni, amiga de la familia y diseñadora muy talentosa. Para la boda religiosa no quiero desvelar mucho, pero tengo una idea muy precisa en mi cabeza.
-¿Habéis elegido ya un sitio para el banquete y la fiesta?
-Creo que el palacio Vladimir, que era del bisabuelo de Jorge, es el lugar más adecuado. No solo por su belleza y su ubicación en el río Neva, sino también por su valor histórico y sentimental. Obviamente la idea es celebrar durante dos o tres días, así nuestros invitados podrán ver diferentes rincones de la ciudad.
-Gran duque, hablando de los invitados, usted está emparentado con todas las Casas Reales europeas. ¿A quiénes tienes pensado invitar?
-Sí, somos todos una gran familia. Obviamente invitaremos a todos nuestros primos, y a los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía. Invitaremos a los jefes de familia de todas las Casas Reales europeas y extranjeras, y a nuestros amigos.