Este 22 de octubre se cumple un año desde la llegada del emperador Naruhito al trono del Crisantemo. Mucho se preparó el Gobierno nipón y la Familia Imperial para dar encaje legislativo a un relevo generacional que no estaba previsto en las estáticas leyes que rigen los asuntos de la Casa Imperial. Así que la abdicación de Akihito a favor de su hijo (que se hizo efectiva el 1 de mayo de 2019) se convirtió en un proceso largo y complejo hasta que hace un año, el deseo del Emperador de 86 años, que en varias ocasiones había compartido su necesidad de pasar a un segundo plano para poder descansar debido a su avanzada edad, se hizo realidad. En Japón se abrió una nueva Era con Naruhito al frente y con el cálido apoyo del resto de familias reales que se desplazaron al país para su entronización, entre ellos, don Felipe y doña Letizia. Sin embargo, tras los grandes fastos, nada ha salido según lo previsto.
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El primer año de cualquier monarca –rey, emperador o príncipe soberano- al frente de una monarquía reinante es todo un desafío y un momento clave, ya que es un periodo en el que se sientan las bases de cómo el nuevo jefe del Estado va a desempeñar su labor en el futuro. Suele ser un tiempo de presentaciones, giras dentro y fuera del país, de reformas y de muchas primeras veces que marcan un nuevo rumbo. Para Naruhito y Masako este primer año no se ha hecho realidad, ya que la COVID-19 ha hecho que sus primeros doce meses en el trono se desarrollen en un momento nada propicio para consagrarse como el nuevo símbolo del Estado.
Don Felipe y doña Letizia asisten a la entronización de Naruhito como emperador de Japón
A medida que el virus avanzaba, en la agenda imperial se fueron suspendiendo todos los grandes actos que estaban programados para este 2020. Ni los Juegos Olímpicos que se iban a celebrar en Tokio ni su primer cumpleaños como Emperador ni el brillante recibimiento que Isabel II iba brindar a Naruhito y a Masako en su primer viaje de Estado como emperadores al Reino Unido. Uno a uno se fueron cayendo las citas públicas y familiares, como el tradicional retiro de verano que la familia realiza al distrito de Nasu.
Don Felipe conversa con Naruhito de Japón sobre la respuesta de ambos países a la pandemia
Por otro lado, esto no ha impedido que todos los ojos hayan estado puestos en el Emperador en un primer año que se ha presentado para él como un doble desafío. Así que mientras algunos sectores de la opinión pública del país consideran que debería haber estado más activo durante los peores momentos de la pandemia, y para ello ponen de ejemplo a su padre, que era el primero en llegar a los lugares en los que ocurrían desastres naturales, o a la propia Isabel II, que ha usado las nuevas tecnologías para estar presente, otros no opinaban lo mismo y señalaba que el nuevo Emperador había reprimido su deseo de intervenir para no involucrarse en una crisis sanitaria, económica y social plagada de decisiones que son cien por cien políticas. Nunca llueve a gusto de todos y tampoco en Japón. Así que mientras algunos consideran que hubiera sido legítimo que el Emperador hubiera intervenido para dar aliento a los ciudadanos en un momento de crítico, otros calificaron de prudente el silencio del Emperador. Finalmente, cuando habían pasado seis meses desde el inicio de la pandemia, Naruhito aprovechó la ceremonia que conmemoraba el final de la Segunda Guerra Mundial para deslizar un mensaje de aliento que fue muy bien recibido.
Desde luego que cuando el pasado 1 de enero el Emperador compartía sus deseos para el nuevo año no sabía la que le venía encima, a él y a todo el planeta. Entonces el marido de Masako deseaba que el 2020 fuera “un año feliz y libre de desastres naturales”, ya que el 2019 estuvo marcado por unas lluvias torrenciales que dejaron muertos, desaparecidos y cuantiosos daños materiales. En ese discurso, quiso agradecer el cariño que había recibido, dentro y fuera de Japón, tras su entronización, una ceremonia que tuvo lugar el 22 de octubre de 2019, cinco meses después de la abdicación de su padre.