El difícil reto de Naruhito de Japón ante la nueva era de una monarquía legendaria

Su padre Akihito ha hecho historia con su abdicación, pero también con sus esfuerzos para modernizar una dinastía cuyos retos asume ahora su hijo

por hola.com

La japonesa es una monarquía milenaria forjada en tradiciones y ritos ancestrales que han hecho de la Casa Imperial una institución hermética y alejada del pueblo. Dentro de los escasos márgenes de movimiento que permite el protocolo, Akihito de Japón será recordado como un emperador conciliador, que logró sobreponer el Trono a los fantasmas del pasado imperial y que se esforzó por modernizar la Corona y acercarla a la gente. Finalmente, terminó de hacer historia al ser el primer soberano del país en abdicar en más de 200 años. Ahora el príncipe Naruhito, para bien o para mal, cargará con el legado de su padre y asumirá los nuevos retos de una dinastía legendaria en el Japón más moderno.

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Durante los años en los que Akihito asumió el poder, el país del sol naciente aún se lamía las heridas de las décadas más sangrientas de su historia cuando se enfrentó al estallido de la crisis económica que sacudió a Asia en los años 90. El nuevo emperador presentó en tiempos difíciles un talante más cercano y sensible con los problemas de los ciudadanos e incluso pidió perdón por las invasiones violentas del país a partes de China y Corea del Sur durante la primera mitad del siglo XX.

Ya se intuía que el padre de Naruhito había venido a romper algunos cánones cuando se convirtió en el primer príncipe heredero en casarse con una plebeya, Michiko, que pese a ser una joven formada en las mejores universidades, se tuvo que enfrentar a la oposición de los sectores más conservadores del Palacio Imperial y de su propia suegra, que rechazaba el matrimonio. Sin embargo, la pareja se ganó el favor de los ciudadanos con una imagen más moderna y carismática de la que presentaban sus antecesores.

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Aunque la era de los emperadores Hirohito y Nagako se ajustó más a la tradición del Crisantemo, el padre de Akihito también fue pionero en algunas cuestiones en una época en la que tanto el soberano como los ciudadanos estaban más preocupados por recuperarse de tragedias como las de Hiroshima y Nagasaki, arrasadas por una bomba atómica, que por las ansias de modernidad.

Aún así, Hirohito tuvo tiempo de eliminar la presencia de concubinas en Palacio, una de las costumbres, que por ancestral que parezca, hace pocos años que voces dentro de la Corte pedían su reinstauración ante las dificultades de la princesa Masako para engendrar un varón. El papel de las mujeres fue, sin duda, una de la claves en los avances que va registrando a paso lento la monarquía nipona.

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Michiko fue el apoyo más importante para Akihito a la hora de enfrentarse a los aguerridos corsés de la Casa Imperial. Su mirada, más cercana al pueblo del que procedía, facilitó algunos cambios, que, sin embargo, escandalizaron a buena parte de la Corte, ya sea por vestir atuendos más informales, o por asumir tareas que se consideraban propias del servicio como cocinar o salir en público con su hijos recién nacidos en brazos, bañarlos o amamantarlos. Aunque su marido la apoyó siempre en todos sus desafíos al protocolo, la salud de Michiko acabó resentida de tanto luchar contra siglos de conservadurismo extremo y acabó sumida en varias depresiones a lo largo de su vida.

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Finalmente, la última innovación de Akihito es precisamente su abdicación, la primera en más de 200 años. El soberano l anunció a finales de 2017 al considerar que su edad avanzada y su delicado estado de salud durante los últimos años le limitaba cada vez más para "seguir asumiendo responsabilidades importantes". Su historial médico acumula, además de la última anemia cerebral, una operación de bypass, un cáncer de próstata y la osteoporosis por el tratamiento.

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Ahora Naruhito, que siempre presentó un perfil más cercano al de su padre que al de su abuelo, se enfrenta al difícil reto de continuar con el legado de Akihito y confirmar su perfil amable y cercano ostentando un título que hasta mediados del siglo pasado se percibía a caballo entre lo divino y lo humano en uno de los países más avanzados tecnológicamente. Antes de asumir la Corona, el príncipe ya lanzó señales sobre su intención de seguir ‘humanizando’ su figura y mitigar ese aura casi sagrada de los emperadores de Japón. Por ejemplo, las imágenes en ‘modo runner’ que pudimos ver del heredero son todo un hito en una monarquía en la que ningún miembro ha osado nunca a hacer deporte en público.

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En la rueda de prensa que ofreció hace unos meses con motivo de su 59 cumpleaños, el futuro emperador se mostró “listo para asumir el rol” y aseguró que quiere seguir las enseñanzas y el camino marcado por sus padres. El hijo de Akihito de Japón ha señalado que siente “una profunda admiración y respeto” hacia los emperadores por la felicidad que le han aportado y porque le hayan dejado “aprender junto a ellos” durante los 30 años de reinado.

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Por su parte, la princesa Masako asume su nuevo rol con ilusión y determinada a trabajar por “la felicidad de la gente”, aunque también confesó sentir cierta inseguridad. Como su antecesora, la esposa de Naruhito es muy querida, pero sus actos públicos son limitados debido a las frecuentes depresiones que padece. “Masako ha trabajado duro este último año para cumplir con sus responsabilidades tanto a nivel público como privado, mientras no descuida su condición física”, explicó el futuro emperador, que siempre agradeció al pueblo nipón la cálida bienvenida que han dado a su esposa. Ahora, los dos tienen por delante toda una era, Reiwa, que significa “orden y armonía”, para equilibrar ambos conceptos dentro y fuera de Palacio.

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