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Convertirse en un miembro de la Familia Real implica no sólo cambiar de profesión o incluso de estilo de vida, sino que también supone una transformación física tanto en el estilismo como en el peinado. Todos los príncipes, princesas, condes, condesas, duques y duquesas de esta amplia lista han tenido que pasar durante los últimos años por este proceso para poder ejercer su nuevo papel institucional con la rigurosidad que exige el rígido protocolo de palacio. Uno de los cambios más radicales fue el que experimentó en su día la condesa de Wessex, esposa del príncipe Eduardo de Inglaterra. Sophie Rhys-Jones era una relaciones públicas que trabajaba para diferentes agencias y que estableció su propia firma, una trayectoria que tuvo que abandonar para convertirse en una Windsor de pleno derecho. Además, tal y como se ve en las imágenes también hubo de dar un giro de 180 grados a su guardarropa.

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La Duquesa de Cambridge es, con diferencia, una de las novias reales más famosas de todos los tiempos. Comenzó a salir con el príncipe Guillermo en la universidad y, por aquel entonces, era habitual verla con gafas de sol, sombreros, leggins o pantalones vaqueros. Pero cuando dio el 'sí, quiero' al hijo mayor de Carlos de Inglaterra, tuvo que decir adiós a estos complementos y optar por un estilo mucho más sobrio y clásico. También dejó su trabajo en la empresa familiar Party Pieces.

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Una de las últimas en vivir esta transformación radical de su físico y de su carrera ha sido Meghan Markle. La hoy Duquesa de Sussex era una conocida actriz de televisión que tuvo que dejar ese mundo de rodajes, cámaras y platós para escribir un nuevo guion: el de su nueva vida como Windsor. Cambió a sus compañeros de reparto por un compañero de vida, el príncipe Harry, con el que pronto dará la bienvenida a su primer hijo. También dejó a un lado sus pantalones vaqueros, sus gorras  y sus vestidos 'made in Hollywood' para optar por un 'look' más acorde con las estrictas normas de la monarquía británica.

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La trayectoria de Charlene Wittstock antes de conocer a Alberto de Mónaco era pública y notoria. La sudafricana era nadadora olímpica y había representado a su país en los Juegos de Sydney 2000, en los de la Commonwealth de 1998 y 2002 y se había preparado para volver a hacerlo en los Juegos de Pekín 2008, pero finalmente no se clasificó. Sin embargo, Alberto de Mónaco se cruzó en su camino y trastocó todos sus planes profesionales. Ambos se encontraron por vez primera en un evento de natación en el año 2000, pero no hicieron pública su relación hasta seis años después. En 2010 se comprometieron. Desde entonces, la vida de Charlene de Mónaco no volvió a ser la misma.

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Mette-Marit de Noruega no lo tuvo fácil para integrarse en su familia política, para la que también hubo de experimentar una considerable transformación física. En primer lugar, por su pasado de joven rebelde. No en vano conoció a su marido en un festival de música siendo camarera de un restaurante en la capital. Pero además, era madre soltera de un niño llamado Marius, que posteriormente el príncipe Haakon adoptaría. Cuando su relación con el heredero se oficializó, fueron muchos los que criticaron la elección del hijo del rey Harald debido precisamente a estos dos aspectos que con el paso del tiempo la sociedad finalmente aceptó.

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Algo similar le ocurrió a Sofía de Suecia. Antes de su matrimonio con el príncipe Carlos Felipe, uno de los solteros de oro del Viejo Continente, trabajaba como modelo, camarera y estrella de realities de televisión. Además, protagonizó un polémico episodio al aparecer besando a una estrella de cine para adultos en Las Vegas. Por todo ello, a los ciudadanos suecos les costó asumir el pasado de la joven, que no obstante luchó para que su relación con el príncipe siguiera adelante. Se habían conocido durante un almuerzo con amigos comunes y fue ahí mismo donde ambos se enamoraron. Con el paso del tiempo, la pareja, que tuvo dos hijos, ha sabido evolucionar de manera similar y los estilismos y la función institucional de Sofía de Suecia nada tienen que ver con los del pasado.

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Daniel de Suecia conoció a la princesa Victoria cuando era su entrenador personal. Fue en el año 2001 y por aquel entonces, el deportista dirigía una empresa llamada Balance Training que poseía tres gimnasios en Estocolmo. Tras iniciar su relación con la hija de los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, Daniel se convirtió en director general y, poco después, en príncipe. A su estilismo, mucho más formal y elegante que el del pasado -en el que las gorras y la ropa deportiva eran los protagonistas-, hay que sumarle el cambio que trajo consigo también en su actitud corporal y en sus posturas, más erguidas y solemnes que las de antaño. Además, el toque de sus características gafas no ha pasado desapercibido.

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La princesa Mary de Dinamarca era una joven australiana formada en el mundo del marketing y la publicidad. Conoció al heredero al trono danés, Federico, durante los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, más concretamente en un pub de la ciudad. Tres años más tarde, la pareja se comprometió. Aunque su caso no es tan visible como el de otras princesas, lo cierto es que Mary de Dinamarca también tuvo que adecuar su vestimenta, sus complementos y, en definitiva, su vida, a su nuevo papel de heredera. En la actualidad, es madre de cuatro hijos fruto de su relación con el príncipe danés.

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Marie de Dinamarca y su cuñada Mary bien podrían pasar por hermanas, salvo por el hecho de que una es francesa y la otra australiana. Por lo demás, y dejando a un lado el evidente parecido físico que las une, ambas se dedicaron al mundo de la publicidad antes de pasar a formar parte de la Familia Real danesa. En el caso de Marie, trabajó, entre otras, para la agencia de noticias financieras Reuters. En 2007 se anunció su compromiso con Joaquín de Dinamarca, hijo pequeño de la reina Margarita, y a partir de entonces tuvo que renunciar a su profesión. Con el príncipe ha tenido dos niños, Henrik y Athena, que se suman a los dos que ya tenía Joaquín de Dinamarca fruto de su relación anterior con la condesa Alejandra, Nikolai y Félix.

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La reina Letizia también tuvo que abandonar una profesión de éxito para encarar su nueva vida como miembro de la realeza. En su caso, presentaba los informativos de Televisión Española cuando se anunció su compromiso con el entonces príncipe de Asturias. Corría el año 2003 y aquella joven asturiana solía decantarse a menudo por trajes de dos piezas y estilismos sobrios. Una vez que pasó a formar parte de la Familia Real española, doña Letizia no sólo cambió los platós por el Palacio de la Zarzuela, sino que también su armario y su aspecto físico afrontaron un cambio radical.

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Máxima de Holanda se crio en Argentina, se graduó en economía y trabajó para importantes bancos como HSBC, Deutsche Bank o Kleinwort Hambros. Tras conocer al que sería su marido, el entonces príncipe Guillermo, en Sevilla en el año 1999, comenzó entonces un largo camino que llevó a esta princesa -ahora reina- de sonrisa perenne a modificar su vestimenta y sus gestos, sino también a ser objeto de críticas debido a la relación de su padre, Jorge Zorreguieta, fallecido en 2017, con la dictadura de Jorge Rafael Videla.

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La princesa Grace de Mónaco siempre será, para muchos, la eterna estrella de Hollywood Grace Kelly. La afamada intérprete fue presentada a Rainiero mientras aún mantenía una relación con el actor francés Jean-Pierre Aumont. Sin embargo, triunfó el amor entre el príncipe y la actriz y, con solo 26 años, un Globo de Oro y un Premio de la Academia a sus espaldas, Grace dejó su flamante carrera en el séptimo arte para dar el 'sí, quiero' a Rainiero. Corría el año 1956. Con el paso de los años, los estilismos de estrella de cine dieron paso a los de una princesa y madre de tres hijos (Carolina, Estefanía y Alberto), pero Grace nunca perdió su halo de luz y de misterio.

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Matilde de Bélgica también renunció a su profesión para poder ser princesa. En su caso, era terapeuta del habla en Bruselas y tres años después de su boda con el entonces príncipe Felipe de Bélgica, obtuvo una maestría en psicología. Al hijo del rey Alberto lo conoció en una fiesta en el castillo de Beloeil en Henao, según la biografía de la princesa que vio la luz coincidiendo con su 40 cumpleaños. El matrimonio tiene cuatro hijos: Elisabeth, Gabriel, Emmanuel y Éléonore.

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Masako, la esposa del príncipe heredero Naruhito de Japón -quien por cierto el próximo 1 de mayo ascenderá al trono imperial-, no ha encontrado rosas en su camino hacia la vida de palacio. En un principio, ella ni siquiera se planteaba casarse con Naruhito y renunciar así a su libertad e independencia. Pero finalmente aceptó la propuesta de matrimonio del hijo de Akihito en diciembre de 1992. El compromiso se anunció un mes después. Para ella no ha sido nada fácil el cambio de vida y eso se ha reflejado en su rostro y, sobre todo, en su sonrisa. Conocida popularmente como 'la princesa triste', la depresión ha estado muy presente a lo largo de los años y, aunque la alegría llegó a su vida en forma de una hija llamada Aiko, lo cierto es que el proceso de adaptación a la estricta vida de palacio no ha terminado para ella.

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Sarah Ferguson tenía 25 años cuando selló su amor con el príncipe Andrés de Inglaterra, hijo de Isabel II. Pero hasta entonces, la mujer más pelirroja de cuantas habitaban Buckingham había ejercido como secretaria en una galería de arte, en una editorial y en dos empresas especializadas en relaciones públicas. Su cambio físico fue, como puede comprobarse en las imágenes, evidente, aunque no tanto su actitud, pues su naturalidad y espontaneidad siempre han copado titulares, incluso en la boda de su hija Eugenia, el pasado 12 de octubre, cuando sus efusivos saludos se convirtieron en los otros protagonistas a las puertas del Castillo de Windsor.

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