Dos años antes de perder la cabeza en la plaza de la Concordia de París, María Antonieta, Reina de Francia, mandó sacar de contrabando un cofre de madera con sus joyas, las más magníficas de su tiempo. Poco después, ella y su familia fueron apresados y, finalmente, asesinados ante una turba de jacobinos. El tesoro real fue puesto en manos del conde de Mercy-Argenteau, diplomático belga y confidente de la consorte de Luis XVI, quien llevó las alhajas hasta Viena (María Antonieta era hija de la Emperatriz María Teresa de Austria).
Cuando María Teresa Capeto, hija de Luis XVI y María Antonieta y única superviviente de la guillotina, fue liberada por los revolucionarios franceses, se refugió en la capital del imperio austríaco. Su primo, el Emperador Francisco II, le entregó las joyas de la última Reina de Francia, el único recuerdo que quedó del lujo y esplendor del Antiguo Régimen. María Teresa se casó con su primo Luis Antonio de Francia. La pareja no tuvo hijos, pero adoptó como a una hija a su sobrina Luisa de Artois, que se casaría con Carlos III de Parma. Así es como las joyas de María Antonieta terminaron pasando a manos de la Casa de Borbón-Parma.
Exactamente 225 años después del asesinato de María Antonieta de Francia, sus joyas salen a subasta. El 12 de noviembre, Sotheby’s venderá los tesoros de la legendaria consorte en Ginebra: un conjunto de más de cien piezas, de las cuales casi la mitad pertenecieron al joyero personal de la Reina. La venta, según todos los expertos, batirá todos los récords debido el valor histórico y económico de las piezas. Sotheby’s ha anunciado que es la primera vez en 250 años que se muestran al ojo público.
-Salen a subasta las joyas de María Antonieta, la reina de Francia que terminó en la guillotina
Lo que pocos sabían es que parte de esas joyas estaban bien custodiadas en España. Este sábado, el diario ABC adelantaba que los tesoros de María Antonieta están en manos de los descendientes de Elías de Borbón-Parma, nieto de Luisa de Artois. Solo basta repasar el árbol genealógico del Duque de Parma para comprobar que parte de las alhajas que ahora salen a la venta llevan más de medio siglo en nuestro país. Elías y su mujer, la Archiduquesa María Ana de Austria, tuvieron ochos hijos, pero siete de ellos murieron solteros y sin sucesión. Solo una de ellas se casó y el destino quiso que viviera entre Madrid y Ciudad Real.
La Princesa Alicia de Borbón-Parma, hija del Duque de Parma, se casó con el infante Alfonso de Borbón-Dos Sicilias y Borbón en abril de 1936. Al principio, la pareja se instaló cerca de Blois, en Francia, pero ante el auge del antimonárquico Frente Popular se mudó a la neutral Suiza, donde nacieron sus tres hijos y, finalmente, a España. Tenía sentido, ya que ambos tenían la nacionalidad española. Doña Alicia la había recibido de Alfonso XIII en 1918, junto al título de Princesa de la Casa de Borbón y el tratamiento de Alteza Real. Por su parte, don Alfonso era sobrino de Alfonso XIII y hermano de doña Mercedes, Condesa de Barcelona (y por tanto, tío del Rey don Juan Carlos).
En 1941, los infantes doña Alicia y don Alfonso adquirieron la finca “La Toledana”, en el municipio de Retuerta del Bullaque (Ciudad Real). Allí, ella cultivó sus grandes pasiones: la vida de campo, la caza y la cría de perros de pura raza. Mujer discreta, jamás llamó la atención y vivió alejada de la prensa y los brillos de la sociedad. Quizá por eso no hay muchas imágenes suyas luciendo las joyas de María Antonieta. Doña Alicia solía llevar una pieza, un fabuloso collar de tres vueltas hecho con perlas naturales que alguna vez adornó el cuello de la mujer de Luis XVI. Pero solo lo hacía en ocasiones muy especiales, como los nacimientos de sus nietos o la boda de don Felipe y doña Letizia, en 2004. Ahora Sotheby’s tasa ese collar en más de 250.000 euros.
El nombre de doña Alicia no volvió a mencionarse en la prensa hasta su fallecimiento, el año pasado. Tenía 99 años y era considerada la infanta más longeva en la historia de España, la decana de la realeza europea. Su funeral, en el Palacio Real de Madrid, reunió a toda la Familia Real, incluida la infanta Cristina, que viajó expresamente desde Ginebra para despedir a su tía abuela. Ahora, su nombre vuelve a escucharse. Las joyas que custodió en silencio durante tanto tiempo salen a subasta.