No habrá mácula en la boda de los Príncipes de Hannover. La larga lista de invitados a las celebraciones nupciales de los príncipes Christian y Alessandra en Perú no sólo no ha defraudado, sino que ha sorprendido gratamente. La presencia de los padres de los novios, que en todo enlace se da por supuesta, era tema de especulación en este caso en los medios de comunicación. Planeaba una enorme incógnita sobre la asistencia de Ernesto de Hannover, que parecía que tenía muchas posibilidades de resolverse finalmente en notable ausencia. Pero no. Esa espina no lastimará su gran día o al menos no los prolegómenos del mismo. El cabeza de la histórica dinastía de Hannover, emparentada con varias Familias Reales de Europa, disipa la duda en el primero de los festejos nupciales, una cena informal en el restaurante Osaka, ubicado en el céntrico distrito limeño de San Isidro.
-Los Príncipes de Hannover dan la bienvenida a sus invitados con una cena informal en Lima
-Situamos a los Hannover en la historia de la realeza europea
Esta vez Ernesto de Hannover, que desde su separación de Carolina de Mónaco cambió las acostumbradas citas de la realeza en las que solía prodigarse por una existencia anónima bajo el sol de Ibiza, abandona su retiro y acompaña feliz y encantado a su segundo hijo en estos trascendentales momentos de su vida. Su aparición, inesperada para muchos, tiene otra implicación después de las últimas incidencias familiares, y es que en esta ocasión el príncipe Ernesto sí da su aprobación al enlace de los príncipes Christian y Alessandra. No fue así en la boda del pasado mes de julio de su hijo mayor, el príncipe Ernst August, con su hoy esposa, la princesa Ekaterina, en Marienburg, el imponente castillo familiar, todo un emblema de la Baja Sajonia. El príncipe Ernesto se opuso públicamente al matrimonio en las vísperas de producirse, y no asistió.
Las polémicas declaraciones que hizo en aquellos días anteriores al sí, quiero para el periódico Handelsblatt recogían no sólo su deseo de impedir el matrimonio de su primogénito, sino su decisión en firme de emprender acciones legales para recuperar todos los bienes que le cedió a su hijo en 2005 con el objetivo de que los administrase, entre ellos el citado castillo de Marienburg, el castillo de Grünau en Austria, la presidencia de la Fundación Duque de Cumberland, y otras propiedades repartidas por Alemania y Austria. “No ha sido fácil tomar esta decisión porque también involucra a mi hijo. Pero me he visto obligado a hacerlo porque está en juego la preservación de los intereses de la casa de Hannover, incluidos valiosos bienes culturales que son propiedad de la Casa desde hace siglos”, declaró entonces.
El príncipe Ernesto justificaba su actitud por su temor a que, en caso de un hipotético divorcio entre su hijo y Ekaterina, parte de dichas propiedades y bienes de la casa Güelfa quedaran en manos de la joven rusa. Como consecuencia de su oposición, aquella unión no pudo ser avalada por la Casa Real británica, que precisa del requisito del consentimiento del Príncipe, por lo que la hija recién nacida de la pareja, Elisabeth de Hannover (y sus futuros hermanos), no puede optar a la Corona británica. Eso sí, en un simbólico puesto en la línea de sucesión al trono británico más allá del 445º.
Pese a todo triunfó el amor y aquel desaire no empañó una gran celebración en palacio, con una larga lista de ilustres invitados, miembros de la realeza europea y celebridades, y con un desfile de glamour que superaba las buenas expectativas -la presencia de algún miembro de la familia Grimaldi es siempre garantía de elegancia. Como está a punto de suceder en unas pocas horas en Lima. Por las razones que fueren Ernesto de Hannover tampoco estuvo en la boda civil de los príncipes Christian y Alessandra, que se celebró el pasado mes de noviembre en Londres. Pero está en Perú y brindará por su felicidad. Y será una boda blanca y radiante. Sin mácula.