Bad Laasphe, ciudad del distrito alemán de Siegen-Wittgenstein, se ha convertido en escenario nupcial de la más ilustre nobleza alemana. Los exquisitos tapices de flores a las puertas de la iglesia local, el colorido glamour de los 150 invitados, el aparcamiento de lujo de señoriales Jaguar y sedanes y la presencia de la prensa de sociedad daban señales inequívocas de la celebración del gran acontecimiento: el enlace del príncipe Maximiliano de Sayn-Wittgenstein-Berleburg, perteneciente a una de las cuatro ramas dinásticas de la Casa Principesca de Sayn como descendiente del Conde Georg (1565-1631), y su princesa Franziska, de soltera Balzer, economista y directora del proyecto comercial de Siemens.
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Era la boda de ensueño que cualquiera se esperaría de un miembro de la Casa Principesca de Wittgensteiner y el sueño cumplido de los novios. Se habían casado el pasado mes de noviembre en una ceremonia civil en Munich y desde entonces se entregaron con mimo al preludio de nueve meses de intensos preparativos nupciales con intención de dejar escrito en su gran día “un pequeño cuento de hadas” en el hogar de los Wittgensteiner.
Cada detalle se ciñó al romántico guión de los flamantes esposos. Las palabras del reverendo Dieter Kuhli en la iglesia protestante de Bad Laaspher dieron sentido religioso a la unión; los miembros de la alta sociedad nacional e internacional vistieron las nupcias de color con ricas sedas, gasas y encajes a tono con extravagantes creaciones de tocados y sombreros; el gran secreto de la novia estuvo a la altura del secretismo, un vestido con encaje delicado y larga cola, que coronó con las joyas de una princesa, pendientes, pulsera y tiara de brillantes; los entusiastas locales pusieron la nota de algarabía, y el coche clásico de la pareja fue ese algo viejo que puso su amor a miles de revoluciones y con rumbo a una vida de casados en eterna luna de miel.
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El banquete de bodas tuvo lugar en el castillo de Wittgenstein. Allí, en lo alto de una colina al puro estilo del sello Disney, más allá de la pequeña ciudad Bad Laasphe, que es una joya natural rodeada por la Sierra de Rothaar, serpenteada por el río Lahn y envuelta en un romántico ambiente de cuento de hadas, tras los muros de historia, entre oro y filigranas de palacio, sus amigos y seres queridos recibieron a los recién casados, al príncipe Maximilian, hijo menor del príncipe Otto Ludwig de Sayn-Wittgenstein-Berleburg y de su esposa, la baronesa Annette von Cramm, y hermano de los príncipes Stanislaus, Stefanie, Marie Louise (Lilly) y Vanessa, y a su princesa Franziska, con un brindis por su felicidad. Burbujeante final que habría sido del gusto de Walt.