Los derechos femeninos al trono enfrentan a las dos ramas de la Casa Real de Borbón de las Dos Sicilias
La modificación de las normas de sucesión vuelve a reavivar la vieja pugna del Duque de Castro y el Duque de Calabria, que reclaman ambos para sí la jefatura de la casa Borbón de las Dos Sicilias
Las dos ramas de la familia Borbón de las Dos Sicilias que se disputan la jefatura de la Real Casa dieron tregua a su viejo conflicto con la firma del acta de reconciliación en Nápoles en enero de 2014 y desde entonces vivían tiempos de paz. Hasta ahora. La razón de la nueva fricción es que Carlos, Duque de Castro, ha anunciado la modificación de las normas de sucesión y la supresión de toda discriminación por razón de sexo, reconociendo así los derechos dinásticos a sus dos hijas, mientras Pedro, Duque de Calabria, niega que tenga potestad para hacer tal cambio.
Todo comenzó hace unos días, en un largo fin de semana de mediados de mayo, cuando Carlos de Borbón de las Dos Sicilias, descendiente de la rama de Raniero de Borbón de las Dos Sicilias, organizó junto a su familia una peregrinación de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge a Roma. El apretado programa de actos en la Ciudad Eterna incluía la celebración de la Confirmación de las hijas en la Basílica de San Pedro, ocasión que aprovechó el Duque de Castro para dar a conocer la nueva norma sucesoria firmada en acta por el Príncipe el pasado 12 de mayo en la misma capital italiana: “Deseo comunicar, como Jefe de la Casa Real, mi decisión de encomendar en particular a María Carolina y a María Chiara también la gran responsabilidad para el futuro de nuestro linaje, en sus derechos y también en sus funciones”.
Con estas palabras hacía pública su decisión de modificar las reglas de sucesión que hasta ahora estaban en vigor, “de manera que sean compatibles con el derecho internacional y europeo vigentes, que prohíbe cualquier forma de discriminación entre hombres y mujeres, no solo en cuanto a derechos y libertades, sino también en cuanto a la facultad misma de ejercer toda función pública”, y hacía por primera vez alusión directa a la nueva “gran responsabilidad” que recaería en sus hijas como legítimas herederas de la Real Casa de Borbón de las Dos Sicilias, y especialmente en su primogénita, la princesa Maria Carolina, Duquesa de Palermo.
Días después Pedro de Borbón de las Dos Sicilias, descendiente de la rama de Alfonso de Borbón de las Dos Sicilias, respondió. El Duque de Calabria emitió un comunicado en español, en italiano, en francés y en inglés en el que niega a “Carlos de Borbón de las Dos Sicilias, Duque de Castro, potestad para tomar determinación alguna respecto a la sucesión de la Real Casa de las Dos Sicilias”. Una decisión unilateral que “se aparta y contraviene el espíritu de lo acordado en el histórico pacto de reconciliación”, lo que “supone un serio obstáculo que interfiere en la armonía y paz familiar” que buscaba el documento firmado por ambas partes como primera medida para zanjar la disputa dinástica. Ambos se reconocían en sus respectivos títulos de Duques de Castro y Calabria, si bien no llegaron a acuerdo en lo que respecta a la Jefatura de la Real Casa por sus diferentes puntos de vista sobre la renuncia a los derechos de Carlos de Borbón y Borbón en 1900.
La discusión continúa. No frente a frente, sino con un nuevo comunicado de Carlos de Borbón de las Dos Sicilias en el que considera nula e inexistente la réplica de Pedro de Borbón de las Dos Sicilias y en el que se reafirma él como “único jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias y las Órdenes Dinásticas que de ella dependen”. El Duque de Castro hace referencia a las “renuncias” firmadas a principios del siglo XX por determinados miembros de la Real Casa de Borbón de las Dos Sicilias o de la Casa de Borbón de España, que “tienen el mismo valor y el mismo alcance jurídico. Impugnar unas conlleva impugnar las otras”. Y concluye advirtiendo de la posibilidad de reconsiderar el citado acuerdo de conciliación familiar, inspirado por un espíritu de concordia, si Pedro de Borbón de las Dos Sicilias persistiera en su voluntad de desestabilizar los fundamentos de la Casa de Borbón.