María Teresa Carlota de Francia (1778-1851), conocida popularmente como Madame Royale, fue la primogénita de Luis XVI (1754-1793) y de María Antonieta (1755-1793). Después de pasar una infancia privilegiada en el Palacio de Versalles, su vida quedaría marcada por la tragedia, primero como consecuencia del estallido de la Revolución Francesa, donde María Teresa perdería a todos sus seres queridos -ella sería de hecho uno de los escasos miembros de la Familia Real gala al que los revolucionarios perdonarían la vida-, y después por un largo exilio en el que, no obstante, su convicción monárquica no sufriría la más mínima merma. Tras unos años, coincidentes con la denominada Restauración Borbónica, en los que su estrella pareció brillar de nuevo, una nueva revolución, en este caso la acontecida en 1830, supondría el fin de sus días en Francia y la vuelta al destierro, donde de hecho moriría. Mujer de existencia trágica –“ninguna mujer en la Historia fue perseguida tanto por el infortunio”, llegó a afirmar la Duquesa de Dino (1793-1862)-, sus vicisitudes fueron el tema de conversación por excelencia en la Europa del siglo XIX. Hoy pues repasamos la vida de María Teresa de Francia.
Nace María Teresa el 19 de diciembre de 1778, convirtiéndose así en el primer retoño del rey Luis XVI y de la esposa de éste, la archiduquesa austriaca María Antonieta. Se dice que su nacimiento fue enormemente complicado y que, de hecho, llegó a temerse por su supervivencia. Mucho se ha hablado sobre la supuesta no paternidad del Rey -durante años se había especulado sobre la inexistente relación entre el Monarca y su esposa-, apuntándose al Duque de Coigny (1737-1821), entre otros, como posible padre real de la criatura.
Pese a que los padres deseaban que su primer hijo hubiera sido varón, solucionando así la cuestión sucesoria, todas las fuentes apuntan a que la pequeña fue muy querida por sus progenitores, especialmente por el Rey, quien gustaba de concederle todos los caprichos. En suma, María Teresa -quien tendría dos hermanos, muertos ambos en la infancia, Luis José (1781-1789) y Sofía (1786-1787)- creció en un entorno feliz.
TRAGEDIA FAMILIAR
Sin embargo, al cumplir los diez años, la pequeña María Teresa tiene que hacer frente a la primera de las desgracias que salpicarían su vida. En 1789 da inicio la Revolución Francesa. El 5 de octubre de aquel año un numeroso grupo de revolucionarios se presenta a las puertas de Versalles con el objeto de avituallarse de alimentos. Finalmente, el incidente deriva en una entrada forzada al edificio principal y la huida de la Familia Real al Palacio de las Tullerías. Luis XVI, temiendo por su vida y la de los suyos, decide abandonar París a hurtadillas, pero los revolucionarios logran interceptar al Monarca y a sus familiares en Varennes, al noreste del país.
La Familia Real, de vuelta a la capital, es encarcelada en la Torre del Temple. Uno a uno todos los detenidos serán ejecutados, primero el Rey el 21 de enero de 1793, después María Antonieta y finalmente Isabel (1764-1794), tía de María Teresa y quien se había hecho cargo de ella tras la falta de los padres - María Teresa sería conocida en este tiempo como la “Huérfana del Temple”-. Ni que decir tiene que la estancia de la pequeña María Teresa en la prisión del Temple solo puede ser calificada de infernal. Sin apenas espacio y con la sola compañía de dos libros, la joven pasaría casi tres años -sería liberada en diciembre de 1795 cuando contaba con diecisiete años de edad - que le marcarían para el resto de su vida.
Sin honores y desposeída de toda propiedad, María Teresa es obligada a marchar al exilio. Su destino es Viena, donde es acogida por la familia de su difunta madre. Su estancia en la capital austriaca no es en cualquier caso un camino de rosas, una vez que la relación con sus parientes es gélida. Por otro lado, la francesa cree que está siendo objeto de tejemanejes político-estratégicos cuando se le ofrece desposar con el hermano del Emperador, el archiduque Carlos Luis de Austria-Teschen (1771-1847). Su negativa a este matrimonio, lleva la tensión familiar hasta un punto insostenible.
La solución llega de la mano del Zar de Rusia, Pablo I (1754-1801), quien le propone casar con Luis Antonio, duque de Angulema (1775-1844), primo de María Teresa. El Duque y su tío, el autoproclamado Luis XVIII de Francia (1755-1824), hermano de Luis XVI, viven bajo la protección del jefe de estado ruso en el Castillo de Mittau en Curlandia, al oeste de la actual Letonia. Pese a que no se puede hablar de que existiera atracción entre ambos, la pareja se da el sí quiero el 9 de junio de 1799.
María Teresa se vuelca desde ese momento en defender la legitimidad de su tío, Luis XVIII. Progresivamente, María Teresa se convierte en una suerte de Reina francesa en el exilio – la esposa de Luis XVIII, María Josefina de Saboya (1753-1810) es una figura irrelevante y escasamente comprometida con la causa monárquica francesa -, siendo respetada y admirada por los realistas galos. En 1807 María Teresa y su marido se instalarán en Inglaterra, concretamente en Hartwell House, al sur del país.
REGRESO FRUSTRADO A FRANCIA
Casi sin esperanzas de regresar a su país natal, la abdicación de Napoleón (1769-1821) en 1814 supone la restauración borbónica en el país galo, una vez que Luis XVIII es proclamado Rey. María Teresa regresa a su amada Francia en olor de multitudes y convertida en símbolo de la Restauración y de la reconciliación de los franceses. Uno de los primeros gestos de María Teresa de vuelta en su nación, es exhumar los restos de sus padres, que habían sido enterrados en el Cementerio de la Magdalena, sin ningún tipo de distinción, y trasladarlos a la Basílica de Saint-Denis. Aclamada por el pueblo, son momentos de entusiasmo para María Teresa que, sin embargo, no durarán mucho.
En marzo de 1815 Napoleón regresa a Francia y comienza a ganar adeptos, con la ambición de recuperar el poder en París. Luis XVIII, temeroso de la posible llegada de Napoleón, huye de Francia. María Teresa, sin embargo, se niega a abandonar de nuevo el país y se erige como la gran figura de la defensa de la Monarquía. Napoleón ordena el arresto de María Teresa, quien acaba rindiéndose. El estadista francés siempre reconocerá la gallardía y la dignidad de María Teresa, llegando a afirmar que era “el único hombre de esa familia”.
Con la derrota de Napoleón en la Batalla de Waterloo, Luis XVIII podrá regresar a Francia, donde reinará hasta su muerte, el 16 de septiembre de 1824. Sin descendencia, la Corona pasó a las manos de su hermano Carlos, quien se convertirá en Carlos X. María Teresa, esposa del hijo del nuevo Rey, se convierte desde ese momento de forma oficial en Delfina de Francia. El mal gobierno de Carlos X, caracterizado por un absolutismo cada vez más obsoleto y por la incompetencia en materia de política económica, termina por echar al pueblo a la calle, que reclama una monarquía moderna y liberal en la figura de Luis Felipe I de Francia (1773-1850), perteneciente a la dinastía de los Orleans.
EL REINADO MÁS BREVE
Carlos X se ve obligado por las circunstancias a abdicar en su hijo, quien de inmediato -siempre se menciona como anécdota que María Teresa fue oficialmente Reina de Francia, aunque solo fuera por un periodo tan exiguo de veinte minutos -hace lo propio en la figura de su sobrino, el Conde de Chambord (1820-1883), con la esperanza de que éste, apenas un niño, fuera aceptado por la Cámara de Diputados, que finalmente se decantará por el de Orleans.
María Teresa, acompañada de su marido, su tío, su sobrino y de un puñado de miembros de la dinastía Borbón vuelve a marchar al exilio, en esta ocasión a Edimburgo primero, a Praga más tarde y posteriormente a Gorizia, territorio italiano en la actualidad. Muerto su marido en 1844, María Teresa se traslada a Viena donde lleva una vida tranquila y sin ambiciones políticas destacables. Allí morirá de una neumonía el 19 de octubre de 1851. Sus restos fueron trasladados junto a los de su marido y su tío, en la cripta del monasterio franciscano de Kostanjevica, en la actual ciudad eslovena de Nova Gorica.