Prometía y no ha defraudado. La Fiesta Nacional de Mónaco ha hecho gala de todos los ingredientes por los que el día grande del Principado se ha convertido en el día grande de sus admiradores (y de la prensa): tradición, solemnidad, celebración, glamour Grimaldi. Y aún de algunos más con las primeras apariciones en el balcón de las nuevas incorporaciones a la Familia Principesca en la señalada ocasión.
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Como no podía ser de otra forma, en una muestra más de solidaridad con Francia, país hermano de Mónaco, el programa de festejos se modificó a causa de los ataques perpetrados el pasado viernes en París. Si el 19 de noviembre es la fecha más importante y una de las más alegres del calendario oficial del Principado año tras año, este 2015 se ha visto empañado por los brutales atentados terroristas. Así, en señal del duelo compartido con los franceses, se cancelaron los fuegos artificiales y la actuación de Olivier de Benoist que estaban previstos para ayer por la noche.
Hoy los actos conmemorativos han comenzado a primera hora de la mañana con la llamada a las armas y con la entrega de insignias de rango y medallas en el patio del Palacio del Príncipe. Alberto de Mónaco realizaba la imposición de las condecoraciones ante una formación de carabineros de gala y el resto de los Grimaldi. Era la primera oportunidad para contemplar el tradicional despliegue de elegancia, sello de la casa. Una primera mirada a la nueva Charlene, que vistió la Fiesta Nacional de tiempos más felices –como un deseo expreso de que también acabe la guerra del terrorismo- con un vestido y un gorro de inspiración años 20.
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Una rápida verificación de la presupuesta distinción del resto de las damas reales: la princesa Carolina, fiel a Chanel con un abrigo de tweed gris marengo; la princesa Estefanía, de rojo y negro a lo Stendhal; Carlota Casiraghi, haciendo alarde tal vez de una nueva vie in rose con un abrigo que le hacía parecer la niña de años atrás, y la princesa Alejandra, la más joven y también la más sobria, de negro.
Era el momento de desvelar también la primera -sólo la primera- sorpresa del día: las nuevas presencias de Luis Ducruet, el hijo de la princesa Estefanía, ausente habitual de esta cita, y de Beatrice Borromeo, la esposa de Pierre Casiraghi y ahora una Grimaldi en toda regla, que ha vuelto a proclamarse referente del nuevo glamour de Mónaco con un conjunto bicolor, negro y rosa, que coronó con los pendientes de emperatriz, que le regaló la princesa Carolina por su boda. Nuevas caras que compensaban las ausencias de Andrea Casiraghi, de Tatiana Santo Domingo y de su pequeño, grandes protagonistas del Día Nacional con aroma de bebé del año pasado.
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Era tan sólo el aperitivo. Estaba por llegar el histórico Día Nacional al que asistiríamos en los actos de después, que han ido in crescendo en espontaneidad y ligereza tras el obligado recuerdo a Francia. La tradicional misa en la Catedral no ha comenzado con un Te Deum como de costumbre, sino con una oración en memoria de las víctimas de París. El Arzobispo del Principado, oficiante de la ceremonia, ha pedido por el soberano para que tenga fuerza para gobernar a su pueblo, por la princesa Charlene y por sus hijos, el príncipe heredero Jacques y la princesa Gabriella, y a continuación ha rezado por los fallecidos, por los heridos y por sus familias, así como por los bomberos, por los policías y por todas las personas que ayudaron en ese viernes negro de la capital francesa.
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Los gestos más graves se han suavizado a la salida del templo. Entonces han aparecido las miradas enamoradas y las manos entrelazadas de los recién casados Pierre y Beatrice, las sonrisas más frescas de Carlota y los saludos más cariñosos de Charlene, que precederían al plato fuerte de este Día Nacional: al solemne desfile militar en la multitudinaria Plaza del Palacio, poco antes del mediodía, y a la tradicional salida al balcón, ese mirador desde el que los Grimaldi han hecho partícipes al mundo de sus alegrías y tristezas. A las que hoy se suma una más. Tras las canciones populares de la banda, y justo después de entonar Earth, Wind & Fire de September, la tradición se ha hecho Historia con la primera aparición de los príncipes Jacques y Gabriella.
El Heredero con el Príncipe y su melliza con la Princesa se han convertido en los destinatarios de los continuos mimos de sus padres y de las entusiastas aclamaciones de sus conciudadanos. Instantes después el príncipe Alberto se ha quedado solo con el pequeño protagonista de la Marcha del príncipe Jacques, que se ha tocado en su honor, y luego padre e hijo han entrado en Palacio. Los vítores de los monegascos volvían a reclamar su presencia y la pareja soberana ha vuelto a consentirles por segunda vez su deseo (cambiándose esta vez a los niños de brazos). Hoy era un día de fiesta. Era un día histórico.
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