El pasado jueves se conmemoró el 100º aniversario del nacimiento de la reina albanesa Geraldina (1915-2002), esposa del último y único Soberano de Albania, el rey Zog I (1895-1961). El actual pretendiente al trono de este pequeño país del sureste europeo, el príncipe Leka (1982), acompañado de su esposa, Elia Zaharia (1983), depositó una corona de flores sobre la tumba de su abuela, en el Mausoleo Real de Tirana. La vida de Geraldina Apponyi, húngara de nacimiento, estuvo marcada por varias de las vicisitudes que caracterizaron la primera mitad del siglo XX: apenas llegada a su nuevo país, Albania, la Reina tuvo que marchar al exilio, tras ser invadido su país por el ejército italiano. Después de la Segunda Guerra Mundial y con la llegada al poder de los comunistas, a los Reyes les fue prohibido el regreso a su patria. Un destierro que para la Reina duraría hasta 2002. Sin embargo, fue la reina Geraldina una Soberana querida por su pueblo, hasta el punto de ser conocida popularmente como “la madre de los albaneses”. En estas líneas repasamos su biografía.
Nace la futura reina Geraldina, bautizada como condesa Geraldina Margit Virginia Olga María de Nagy-Apponyi, el 6 de agosto de 1915 en Budapest, siendo hija del conde húngaro Gyula Apponyi de Nagy Appony (1873-1924) y de la americana Gladys Virginia Steuart (1891-1947). La familia paterna de la futura Soberana albanesa pertenecía a una de las dinastías más antiguas de la aristocracia húngara, la Appony, que, entre otros méritos, había ayudado a establecer la monarquía en Hungría en el siglo IX. Por parte materna la Condesa era nieta del millonario estadounidense John Henry Steuart (1831-1892), de origen escocés y propietario de grandes terrenos en el estado de Carolina del Norte. La joven Condesa tuvo dos hermanos pequeños, Virginia (1916-2002) y Gyula (1923-1946). La infancia de Geraldina estaría marcada por la muerte de su padre en 1924. Su madre decidiría entonces dejar Hungría e instalarse en Francia, concretamente en la localidad de Menton, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. Sin embargo, cuando su madre rehízo su vida con un militar francés, la familia Apponyi exigió que los pequeños regresaran a tierras húngaras. Habiendo aceptado la progenitora, los pequeños pasarían el resto de su infancia y juventud al lado de su tía, la condesa Fanny Karolyi (1879-1958), propietaria de uno de los más espectaculares e idílicos castillos de Hungría, el Zebegeny.
Pronto la belleza de Geraldina empezaría a ser conocida a lo largo y ancho de Hungría. El color níveo de su piel, unido a su querencia por vestir prendas blancas hizo que la joven Condesa recibiera el sobrenombre de “la rosa blanca de Hungría”. Como no podía ser de otro modo, la lista de pretendientes de Geraldina llegó a ser notable y no solo por sus encantos físicos, sino también por su extensa formación –había estudiado en un colegio ingles durante su estancia en Francia y llegaría a diplomarse en Ciencias Sociales en Viena-, siendo la joven una experta en historia y sociología, además de políglota. Sea como fuere, a los diecisiete años la joven acude a un baile al Palacio Karolyi de Budapest, organizado por monárquicos húngaros. Una de las fotos tomadas durante la velada, en la que aparecía la Condesa, radiante, cambiaría su vida, aunque no de forma inmediata.
Unos años después, concretamente en 1937, del baile en la capital húngara, Geraldina recibe una carta, enviada por una de las hermanas del rey albano Zog. La Princesa le informaba de que su hermano había podido ver casualmente las fotos de aquella noche y había quedado totalmente prendado de ella. Una vez que el Soberano albanés, había sido investido en septiembre de 1928, estaba en busca de una esposa, su hermana la invitaba a pasar unos días en Tirana para conocer a su pretendiente coronado. Pocas fechas después, y para confirmar la seriedad del ofrecimiento, el Rey envía a Budapest a su mano derecha. La familia Apponyi acepta finalmente el ofrecimiento y la joven Geraldina viaja a Albania a finales de 1937. El viaje fue un éxito total; el Soberano albanés pediría la mano de Geraldina durante las festividades de fin de año, agasajándola con cien rosas rojas. La Condesa húngara aceptaría a las pocas fechas, confesando a su familia estar plenamente enamorada. El matrimonio civil –el Rey era musulmán, la Condesa, por su parte, católica- se celebraría el 27 de abril de 1938 y se convertiría en una de las celebraciones más fastuosas de la época, siendo especialmente recordado el vestido de novia, encargado por el Rey a una de las firmas parisinas más afamadas, la mítica Casa de Worth, con incrustaciones de perlas y diamantes.
La joven Reina se ganó de inmediato el corazón de los albaneses. Su atractivo físico, unido a su aire inocente, en comparación sobre todo con su marido, veinte años mayor que ella y bregado literalmente en innumerables batallas. Un año después de contraer matrimonio nacía el único hijo de la pareja, el príncipe heredero Leka (1939-2011). Casi de inmediato la felicidad de la Familia Real se vería truncada por la intervención del dictador italiano Benito Mussolini (1883-1945), que decidió invadir Albania el 7 de abril de 1939 en su afán expansionista. Los Reyes y su hijo huyen de su país de forma estrambótica –la Reina, sufriendo aún hemorragias tras el nacimiento de su hijo, tuvo incluso que esconderse en el maletero de un coche para no ser capturada por los invasores-. Comienza así una penosa odisea que les lleva a Grecia, Turquía, Rumanía, Polonia, Suecia, Bélgica y Francia. Finalmente los Soberanos albaneses se instalan en el Hotel Ritz de Londres, donde permanecerían durante toda la Segunda Guerra Mundial. Mientras, en Albania, el rey Víctor Manuel III de Italia (1869-1947) era nombrado Rey de Albania.
Cuando la guerra llega a su fin, los Reyes se disponen a abandonar el exilio británico. Sin embargo, la llegada al poder de los comunistas en Albania –el país pasó a convertirse en la República Popular de Albania y a ser gobernado por el dictador marxista-leninista Enver Hoxha (1908-1985)- cerró definitivamente las puertas a los Reyes. Desencantados y poco menos que apátridas, los Reyes aceptan la oferta del rey Faruq de Egipto (1920-1965), para instalarse en una mansión de la ciudad de Alejandría. En tierras egipcias, los Soberanos albaneses pasan un puñado de años caracterizados por la tranquilidad –si bien no pocas fuentes hablan de graves problemas económicos -, concentrados en la educación de su hijo. Sin embargo, el golpe de estado de 1952 que terminó con el reinado de Faruq, les obliga, una vez más, a cambiar de país.
Los Soberanos se trasladan entonces al Sur de Francia, concretamente a la localidad de Cannes. Quizás por la falta de medios económicos los Reyes no se integran en el estilo de vida de la jet-set de la zona, sino que hacen una vida muy discreta. Otro factor importante en este sentido parece ser la cada vez más frágil salud del rey Zog, fumador empedernido. El 9 de abril de 1961 fallecería finalmente en el Hospital Foch de París. El príncipe Leka fue investido como Rey de Albania de inmediato en el Hotel Bristol de París. En 1975 contraería matrimonio con la australiana Susan Cullen-Ward (1941-2004), con la que tendría un hijo en 1982, el actual príncipe Leka.
Tras la muerte de su marido la reina Geraldina se instala con su hijo en Madrid y posteriormente en Sudáfrica. Durante este periodo escribe sus memorias y vende muchas de sus joyas. En 2002, es invitada por cuarenta parlamentarios albaneses a regresar a Albania. Apenas cuatro meses después de residir de nuevo en su patria de adopción, la reina Geraldina fallecía en Tirana de un ataque al corazón el 22 de octubre de 2002, a la edad de 87 años. El pueblo albanés se echó a las calles para despedir a su Soberana, que fue despedida con todos los honores, incluido un funeral de estado en la Catedral de Shen Pjetri. Sus restos mortales descansan en el Mausoleo Real de la capital albanesa, al lado de los de su marido, el Rey Zog.