Ha vuelto a las galas de palacio después de medio siglo sin rastro de ella. El destino de la joya era un misterio: unos pensaban que se había vendido, otros que se había desmontado y reciclado en otras piezas de joyería y otros que se había arrinconado en el joyero real... Hasta el baile de tiaras en Christiansborg con motivo del 40º aniversario en el trono de Margarita de Dinamarca. Bastó un segundo para que todas las miradas se volvieran a la princesa Marie Chantal, esposa de Pablo de Grecia, y se interesaran en aquella nueva voluminosa diadema de diamantes que la coronaba por primera vez. El estreno de la princesa tenía un largo pasado.
Antes de que la princesa Marie Chantal rescatara la olvidada tiara la llevó por última vez Federica de Grecia, madre de la reina Sofía, en 1960. Esta fabulosa tiara no formaba parte de las joyas de la corona de la Casa Real griega, sino de las personales de la reina Federica. Su primera aparición se remonta a finales del siglo XIXI a la época en la que el príncipe heredero, Constantino de Grecia, se casó con Sofía de Prusia, hermana del emperador Guillermo II, que se convirtió en reina de Grecia en 1913. Ella la llevó toda su vida y la combinó de mil y una maneras. A su muerte se la legó a su hijo el príncipe Pablo, quien a su vez se la ofreció como regalo de boda a su esposa, la princesa Federica. Ella la lució por última vez en el enlace de su hijo Constantino de Grecia con la princesa Ana María de Dinamarca. En el exilio no tuvo ocasión de volver a ponerse su joya favorita y tras su muerte en 1981 nadie volvió a llevarla. Otras de sus joyas siguen sin aparecer.