Carolina cumple 50 años envuelta en una mantilla negra invisible. La misma con la que se cubrió cuando tuvo que afrontar los momentos más difíciles de su vida: las muertes de sus padres y de su marido Stefano Casiraghi
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22 ENERO 2007
Cumple cincuenta años y lo hace envuelta en una mantilla negra invisible. La misma con la que se cubrió cuando tuvo que afrontar los momentos más difíciles de su vida: la muerte de su madre en accidente (1982); la de su marido, Stefano Casiraghi (1990) y la de su padre (2005) que, aunque era previsible por su edad y por su larga enfermedad, no dejó de ser menos dolorosa.
La sombra del luto
Carolina, que está cediendo gustosamente a sus hijos el protagonismo que ha tenido a lo largo de sus “mil vidas”, es todavía una mujer espectacular, un símbolo de la belleza, de la feminidad, pero es, también, incluso en sus mejores momentos, una mujer melancólica y nostálgica. Puede reírse a carcajadas, disfrutar como nadie de una celebración entre amigos, o unas vacaciones, pero no podrá evitar mirar a su alrededor o hacia el objetivo de esa cámara que ha fotografiado todos sus pasos desde hace medio siglo, con un velo de tristeza.
Sus impresionantes ojos de color azul están suspendidos en el aire, son ojos solitarios y llevan la sombra del luto eterno. La Princesa -que vive, al menos en apariencia, el momento más sereno y dulce de su existencia- lleva consigo a todas partes y a todas horas esa forma de mirar que pesa, que sabe, que tiene memoria.