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María Pía de Saboya habla de los problemas de Victor Manuel con la justicia


14 de julio de 2006 - 12:53 CEST

Entrevista con María Pía de Saboya, su hermana

María Pía de Saboya, hermana de Víctor Manuel,nos recibe en su casa de Neully-sur-Seine, en Francia,y tras aceptar hablarnos del caso, contestó así anuestras preguntas.

—¿Cómo reaccionó ante el anuncio de la encarcelaciónde su hermano?

Fue mi hijo Serge quien me lo dijo. Evidentemente,he estado muy triste por él. En seguida, conmi abogado y amigo Paul Lombard, le he dado miapoyo.

—¿Pero le ha sorprendido lo que le pasa?

Francamente, verdaderamente, no. Estoy segurade que Víctor es un hombre honesto, pero suproblema es que confía en todo el mundo. Yo creoen la presunción de inocencia y en la honradez demi hermano. Con mi marido, Michel de Bourbon,pensamos que está rodeado de una banda de aduladoresque le dicen continuamente: «Príncipe, túeres el más atractivo, el más fuerte y el más inteligente», y que se aprovechan de su ingenuidad.

—¿Le pusieron en guardia en algún momento?

Sí, varias veces. Por desgracia, llevado por sutemperamento, no nos escuchó. Con él, el últimoque habla siempre tiene razón. En realidad, no leveo muy a menudo. La última vez fue hace un año,en la beatificación del tío de mi marido, el EmperadorCarlos, casado con la Emperatriz Zita de Austria.Sea lo que sea, le adoro. Aun cuando hemos tenido diferencias legales, yo no he llegado a enfadarmecon él. Mi hermano es un muchacho delicioso,muy divertido. Si usted le conociera le encontraríamuy simpático.

—¿Tenía él problemas de dinero?

Ganó mucho en la época en que hizo las vecesde embajador, junto al Sha de Irán, por cuenta desu amigo Corrado Agusta, constructor de helicópteros,muerto hace mucho tiempo. Esa época ya pasó.Mi hermano es impulsivo, muy bueno en relacionespúblicas. Es capaz de volcarse a fondo en un proyectoque le entusiasme sin medir siempre las consecuencias.

—¿Su hermano tiene un don para coleccionar catástrofes?

Con él nada es sencillo. Marina, su esposa, dapruebas de mucho coraje en ese aspecto y ella tienemucho mérito. Víctor Manuel es un niño que no hacrecido. Un día, en los años setenta, prestó a mi madreun «jet» privado, un Mystère 20 exactamente,para permitirle llegar a Saint-Moritz a tiempo parasu cita con una cabeza coronada. Bien habría podidotomar el tren, pero el avión, atrapado en una tormentade nieve, hizo un aterrizaje de emergenciasobre un lago helado y se partió en dos. De milagro,nuestra madre se salvó. Mi hermano, que dirigía lasoperaciones desde la torre de control del aeropuerto,se llevó el susto de su vida. Este tipo de cosas sólole ocurren a él.

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