En el transcurso de la ceremonia religiosa en la que el príncipe Friso y Mabel Wisse se convirtieron en marido y mujer ante Dios, ambos se prodigaron continuas miradas y sonrisas de felicidad.
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Los novios se arrodillaron en el mismo banco utilizado en la boda de la reina Guillermina y el príncipe Hendrik (1901), la boda del príncipe Constantino y la princesa Laurentien, y la boda del príncipe Guillermo y la princesa Máxima (2002).
24 ABRIL 2004
Ante los vítores de sus conciudadanos y cientos de globos naranjas surcando el soleado cielo con que Holanda ha amanecido hoy, Mabel Wisse, del brazo de su ya esposo, el príncipe Friso -recuérdese que los dos padres de la novia han fallecido-, irrumpía en la catedral de Oude Kerk de Delft –ciudad a la que los novios se sienten especialmente unidos- y, a continuación, al acorde de una preciosa cantata, recorría el pasillo de la iglesia hacia el altar prodigándose ambos continuas miradas y sonrisas de felicidad.
No en vano, el príncipe Friso y Mabel Wisse han recorrido un tortuoso camino para llegar hasta aquí. Y es que los preparativos nupciales de la pareja se vieron perturbados a raíz de que la prensa holandesa aireara los rumores de la supuesta relación sentimental que Mabel Wisse mantuvo con un criminal de Amsterdam, Klaas Bruinsma. El capo fue abatido a tiros en la puerta del hotel Hilton de la capital holandesa el 27 de junio de 1991. En aquel momento, tenía 37 años y dirigía una organización criminal dedicada al tráfico de drogas. Ante la fuerte polémica que se suscitó en los Países Bajos por este asusnto, el príncipe Friso decidió a renunciar sus derechos de sucesión al trono.
El triunfo del amor
Pero hoy, después de tantos meses de angustia y consternación, el amor ha triunfado. Carel ter Linden, predicador emérito del Klooster-Kerk de La Haya, ofició la ceremonia religiosa en la que el príncipe Friso y Mabel Wisse se convertirían ante Dios en marido y mujer. Tras dar la bienvenida a los contrayentes, que se han arrodillado en el mismo banco utilizado en la boda de la reina Guillermina y el príncipe Hendrik (1901), la boda del príncipe Constantino y la princesa Laurentien, y la boda del príncipe Guillermo y la princesa Máxima (2002), y a sus invitados, dos testigos e íntimos amigos de la pareja pronunciaron sendos discursos en los que expresaron sus mejores deseos de felicidad para el nuevo matrimonio.
Tras las lecturas, el predicador Carel ter Linden destacó en un largo sermón los valores del amor a los que la pareja habrá de aferrarse para superar las dificultades que puedan asaltar en su andadura juntos. A continuación, la música, que corrió a cargo del organista de la iglesia Oude Kerk, Bas de Vroome, de la coral del Laurensfontarij, del LaurensBachorkest de Rótterdam y la soprano Nienke Oostenrijk, bajo la dirección de Barend Schuurman, dominó el templo.