Su vinculación con el mundo de los toros viene de nacimiento. Su padre es José Luis Martín Berrocal, empresario taurino multimillonario propietario de la ganadería El Toril y dueño, entre otras muchas propiedades, de la línea de autobuses La Sepulvedana. Así es que Vicky se educó desde muy joven en los mejores colegios y academias, entre Madrid y Suiza, hasta licenciarse en Márketing y Ciencias Empresariales. Pero en su vida, inevitablemente, el mundo del toreo era un referente inexcusable. Su padre, azares de la vida, es muy amigo de Manuel Benítez El Cordobés. Y la joven Vicky siempre se vio rodeada de entusiastas de la fiesta que enriquecían las tertulias familiares.
Cuando conoció a Manuel Díaz no paraba de observarle y tratar de adivinar nuevos rasgos de su fisonomía que concluyeran en la paternidad del mítico Cordobés. Era el año 1993. Durante cuatro años vivieron un noviazgo discreto: "hablábamos por teléfono durante horas".
Su boda fue una fiesta en Sevilla. Ocurrió el 24 de octubre de 1997, en la iglesia de El Salvador. Ese día, como ha declarado años después la propia Vicky, cumplió su gran sueño: "Mi sueño era enamorarme, casarme y que mi padre estuviera conmigo ese día y lo cumplí".
El torero y la empresaria tuvieron una hija, Alba, a la que bautizaron en la más discreta intimidad el 2 de julio del 2001. Sin embargo, el amor que la pareja se profesaba dejó de brillar. Con una exquisita educación, y en términos muy cordiales, en octubre de 2001, justo cuatro años después de su boda, Vicky y El Cordobés anunciaron su separación. Ella, "el cerebro" como la llamaba su marido, no tenía más que palabras elogiosas hacia el padre de su hija. Cuando el matrimonio se separó, Vicky Martín Berrocal se ilusionó en un nuevo proyecto: el de una tienda de moda en Sevilla de la firma Ángel Schlesser. Y es que, tal vez, a la joven sevillana la vida en el campo, y las grandes ausencias de su marido, le pesaron más que el amor.