Finito de Córdoba sabe de derechazos, naturales y ritmo en el toreo. Él es el baremo de su propio esfuerzo. Se exige tanto que el no verse allí donde quiere llegar, le fuerza a autoexcluirse de la plaza. Y eso que su Córdoba adoptiva siempre estuvo apoyándole en los momentos más importantes para un torero: la alternativa en Córdoba fue multitudinaria, masiva; allí estaba una ciudad entera que veía en él el renacer de un arte viejo.
Durante el año 1993 las estrellas del coso brillaban para Finito. Ortega Cano era su mano derecha, su gran padrino que le dirigía los pasos. Así estuvo durante un trienio convenciendo y venciendo a un público fiel. Llegó entonces 1996. Y el torero no se sintió cómodo en la plaza. Sentía que debía sacar más de sí. Y, con una honestidad propia de los grandes, decidió cortar su temporada y plantearse hacia dónde ir. Su público le esperó y él no defraudó y regresó a los ruedos con más motivación y energía que nunca.
El amor
Mientras el mundo del toro oscilaba, Finito (el hombre atractivo con un toque aflamencado que le hizo irresistible a los ojos de muchas seguidoras) encontró el amor de la mano de Arantxa del Sol. Ciertos rumores sobre una posible relación del diestro con Ana Obregón pudieron acabar con una relación que hoy parece más fuerte que nunca. Padres de dos niños, Lucía, nacida el 15 de octubre de 2002 y Juan Rodrigo, nacido el 30 de agosto de 2008, Finito y Arantxa viven una bonita historia de amor difícil de quebrantar.