Ya de pequeño soñaba con ser modisto, y pasaba las horas muertas dibujando los diseños de las grandes agujas de la época. Cuenta la leyenda que, siendo un chaval de 13 años, Cristobal Balenciaga quedó extasiado ante la elegancia de la marquesa de Casa Torres, vecina de Getaria, y que ésta, conmovida ante la ilusión del muchacho por aprender el noble oficio de la aguja, le envió a casa un pedazo de tela y uno de sus más exclusivos trajes para que lo copiara y pudiera así demostrar sus dotes.
Ni que decir tiene que el joven salió airoso de la prueba y que la marquesa, madre de la que sería futura reina Fabiola de Bélgica, desde entonces se convirtió en su mecenas.
Tras un decisivo viaje en 1912 a París estancia financiada por la marquesa de Casa Torres- Balenciaga comenzó su carrera, en serio, en el mundo de la moda. En 1916 abrió un taller de costura y sastrería en San Sebastián, donde comezó a hacerse un nombre que a principios de los años 30 era ya de enorme prestigio en España. Pero los ojos de Balenciaga estaban puestos en París, donde abrió otro atelier en 1937 y, desde donde sus volúmenes y el corte casi arquitectónico de sus prendas que le habían hecho famoso en España, se asomaron al mundo para deslumbrarlo.
Si en 1939 presentaba una línea de hombros caídos, de cintura pinzada y caderas redondas -un estilo que anticipaba el new look de Dior de 1947- años después se permitió el lujo de reinventar la silueta femenina con sus vanguardistas vestidos saco, las mangas tres cuartos, las faldas balón, el talle alto, las caídas en forma de túnica, y la manga murciélago, formas todas ellas sostenidas gracias a su magistal tijera y adornadas con grandes botones.
Su lema "arquitecto para las líneas, escultor para la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para la medida", y su afán de perfeccionismo le convirtieron en un clásico en vida, a pesar de lo cual decidió retirarse en 1968. Balenciaga, enemigo de hacer vida social, hizo su última aparición pública en el entierro de Coco Chanel, en 1971. Su muerte no tardaría mucho en llegar. Le aconteció en 1972 tras terminar el vestido de novia de Carmen Martínez Bordiú para la boda de ésta con el Duque de Cádiz. Falleció en Valencia el 24 de marzo de 1972.
Hubert de Givenchy, presidente de patronato de la Fundación Balenciaga, ha dicho de él: "Balenciaga fue el creador del arte de la alta costura. Elegante en su vida y en su obra, su pasión por la vida le llevó a convertirla en arte. Cada una de sus creaciones tuvo siempre algo de escultura, de música y de pintura, expresadas en trajes de impecable y serena armonía".