El método Montessori busca enseñar al niño implicando a todos sus sentidos con el objetivo último de que lo interiorice plenamente. Eso, unido a que es una manera amena de aprender para ellos, lo convierte en una pedagogía altamente atrayente también para sus padres. Desafortunadamente y a pesar de que no era esa en absoluto la intención de su creadora, la doctora María Montessori, los centros escolares en los que se sigue este método son en su mayoría privados. Aunque es posible realizar algunas actividades en casa, los materiales son también por lo general muy caros, lo que genera cierto rechazo por parte de los progenitores.
Si bien es cierto que no todas las actividades, especialmente las que pertenecen al área de vida práctica, no implica apenas inversión e incluso se pueden utilizar objetos que ya tenemos en casa, proponemos una serie de materiales para que, quienes busquen explotar otras áreas u otros conocimientos en sus peques, sepan en qué merece la pena invertir.
Doblar una servilleta
Es la única propuesta de este artículo que no requiere de material específico, pero es tan eficaz y tan sencilla que resulta imprescindible comenzar por ella. María Montessori era consciente de todo el partido que le podían sacar niños pequeñitos, de entre dos y tres años, a doblar servilletas: en primera instancia, porque “doblar es un trabajo de motricidad fina, de coordinación y de precisión de los gestos”, como señalan Isabelle Patron, Vanessa Toinet y Sylvia Dorance en su libro Pedagogía Montessori paso a paso. Vida práctica, vida sensorial (Escuela Viva). Todo eso le será de gran ayuda al niño o a la niña en su día a día, pero es que además es también “preparación para la escritura”, puesto que debe doblar la servilleta en sentido horizontal y de izquierda a derecha (el sentido de la lectura en lenguas de origen latino, como el español) y puesto que le ayuda a fortalecer sus deditos. Todas las actividades de vida práctica Montessori preparan, de manera directa o indirecta, a la lectura.
La torre rosa
La torre rosa es uno de los materiales más populares del método Montessori. En él se inspiran los típicos cubos de cartón con los que, ordenados de mayor a menor, los más pequeños hacen sus torres, pero la de Montessori entraña mucho más y se le puede sacar partido en edades más avanzadas. Son diez cubos rosas de madera en los que el más grande mide 10 centímetros cúbicos y el más pequeño 1. Con ellos, lo primero que se trabaja es la concentración y el desarrollo visual, pero también conceptos relacionados con el tamaño y el peso y tiene las mismas proporciones que otros materiales que el niño verá más adelante, como la escalera marrón o el cubo del binomio, de la tabla de Pitágoras e incluso que las regletas de Cuisinaire (este último no es un material Montessori, pero está claramente inspirado en él). De este modo, cuando el niño sea más mayor, podrá utilizarlas incluso para calcular superficies.
A diferencia de los cubos de cartón más comerciales, esta torre es de un único color porque esto facilita al niño asimilar los conceptos que realmente se quieren trabajar con ella (y no los colores, para los que esta pedagogía cuenta con otros materiales específicos). Es rosa porque, tras años presentando este material a los niños y a las niñas, María Montessori se dio cuenta de que la torre que más llamaba su atención y con la que más tiempo permanecían jugando era precisamente la rosa (recordemos que la base de todo el trabajo de la doctora Montessori es la observación al niño).
Números y letras de lija
Los números y las letras rugosas son una magnífica manera para enseñar a los más pequeños eso, los números y las letras. Se trata de tablillas de madera lisa con las cifras o los caracteres en lija: el objetivo de que esta presentación es que el niño no solo los aprenda con el sentido de la vista, sino también con el del tacto. Pasará sus dedos índice y corazón por el trazado, lo que facilitará al cerebro asimilar el símbolo. Al pequeño se le presentan las letras de tres en tres y, cuando ya las ha aprendido, se pasa a tres más (y del mismo modo se hace con los números). Eso le ayudará a aprenderlos de manera rápida y eficaz.
Bandeja de arena
Se suele trabajar de manera simultánea con la bandeja de arena y con los números y las letras rugosas. Es, además, uno de los materiales Montessori que más se utilizan fuera de esta pedagogía, puesto que ayuda enormemente al niño a hacer sus primeros trazos cuando su mano y sus dedos no tienen aún la suficiente fortaleza como para hacerlo con un lápiz. Así, cuando llegue el momento de escribir sobre el papel (o sobre una pizarra, que es el paso intermedio que recomienda este método) ya llevará un largo camino recorrido y le resultará mucho más sencillo. Aunque hay diferentes modelos de bandejas de arena a la venta, no es necesario adquirir ninguna. Basta con llenar de arena fina un cajón de plástico que no sea demasiado profundo para que el niño pueda manejarlo fácilmente.
Alfabeto móvil
Cuando ya conoce algunas letras (al menos diez entre consonantes y vocales), se puede empezar a trabajar con el alfabeto móvil, que no es más que letras sueltas (las consonantes en azul y las vocales en rojo o rosa) para que el niño pueda empezar a componer sus primeras palabras aún sin ser capaz de escribir con un lápiz. También hay diferentes versiones en el mercado y es uno de los más útiles en la prelectura porque le facilita mucho la asimilación de la conciencia fonética y la manera en la que se forman las sílabas (y, por tanto, las palabras).
La caja de husos
Una vez que el niño ya ha asimilado los símbolos de los números, con la caja de husos se trabaja el conteo, así como el concepto del 0. Se trata de dos cajas idénticas con cinco compartimentos cada una; en cada uno de los compartimentos, el alumno deberá ir colocando el número de husos que se corresponden con la cifra indicada. Una vez que los haya puesto todos en su sitio, comprobará que en el del 0 no hay ningún huso y, por tanto, entenderá que 0 corresponde a nada. Este material es fácil hacerlo en casa. Con una simple caja de compartimentos y palos, podremos trabajar de manera sencilla con nuestro hijo.
El cubo del binomio
Con el cubo del binomio se trabajan, una vez más, conceptos matemáticos sin que el alumno se percate de ello. En esta ocasión, entre los 3 y los 6 años lo que hará es ‘jugar’ con el cubo como si fuera un puzle en tres dimensiones, cuando en realidad estará construyendo una fórmula algebraica. De nuevo, cuando llegue el momento de aprender esa fórmula, le será mucho más sencilla la abstracción y la asimilación de la misma.
Sólidos geométricos
El cubo del binomio se suele trabajar en la misma época que los sólidos geométricos. Son una oportunidad excepcional para que el niño entienda verdaderamente los volúmenes, así como los nombres de cada uno de los objetos (entran un cubo, una pirámide, un prisma, un cono, un cilindro, un ovoide y una esfera, entre otros).
Puzles de mapas
El área de geografía no es de las más populares del método Montessori y, sin embargo, es un material riquísimo con el que los niños podrán aprender infinidad de cuestiones desde edades muy tempranas. Entre estos materiales, destacan los puzles de mapas, que van desde mapas del mundo con continentes hasta países con sus respectivas regiones, pasando por los propios continentes, en los que el niño deberá colocar cada una de las piezas (que representan países). Les ayudará a identificar cada uno de ellos y, lo que es más difícil, a ubicarlos en el mapa. Al trabajar esto de manera sensorial, el cerebro lo asimilará y lo recordará mejor. Además, se pueden trabajar multitud de aspectos relacionados con la geografía, añadiendo banderas, animales o monumentos de cada uno de los países.