Observar el comportamiento del niño, si ha experimentado cambios en algún aspecto de su vida, cómo está su estado emocional… son algunas de las claves para poder llegar al origen que, normalmente, suele estar enmascarado por algún problema, emocional o alguna dificultad de aprendizaje.
“Si existe alguna de estas, debemos saber que, por mucho que lo intentemos, nuestro alumno no va a llegar a rendir igual que un alumno que no tenga esa dificultad. Menos carga, pero con más calidad es una pauta que debería estar marcada a rojo entre todos los profesionales que nos encargamos de sacar adelante a estos niños”, y también, es conveniente saber, que “a menudo, una dificultad de aprendizaje esconde una raíz más profunda”, nos dice Javier Soriano, miembro del Departamento de Orientación de Everest School, experto en altas capacidades y trastornos del aprendizaje.
Observar qué pasa...
Lo primero que hacer ante un caso de bajo rendimiento escolar es “atender y observar bien”, nos dice el educador, “la individualización del aprendizaje es cuando cobra sentido”. Realizar una valoración global del niño permitirá ahondar más en el problema y lograr dar con la posible causa: “Ver qué sucede, por qué, qué necesita y, con qué estilos de aprendizaje asimila mejor los conceptos, son aspectos esenciales en esta primera fase de atención ante posibles casos de dificultades de aprendizaje”.
El papel del profesor
Los padres en casa notarán una serie de signos que pueden hacerles sospechar de que algo pasa, así como la prueba definitiva, las notas. Pero los maestros en este caso se convierten en una pieza fundamental: “Al profesor le pedimos en este momento que sea nuestros ojos y que ponga toda la atención en cualquier detalle, aunque parezca insignificante, porque pueda dar pistas de lo que sucede. Muchas de las dificultades de aprendizaje (sobre todo en edades ya avanzadas) tienen una importante carga emocional”, asegura el experto.
¿Qué hay detrás?
“A menudo, una dificultad de aprendizaje esconde una raíz más profunda”, afirma el educador.
Además, el experto nos explica que una “simple” falta de rutinas o un problema ‘menor’ que se tarde en identificar puede suponer una gran carga para el alumno y acabar convirtiéndose en “una pesadilla para el alumno, la familia o el colegio”.
“Es cierto que, cuanto más pequeños son y más tempranamente identificas ciertas dificultades, mejor puedes obtener las causas reales de ese problema. Pero, a medida que el alumno crece y no se identifica el problema, más problemas se añaden”, asegura.
Problemas añadidos
Y, estos problemas añadidos o ‘colaterales’ son: “Autoestima académica muy baja, autoestima social, reproches de padres y profesores, sentimientos de culpa, ansiedad, etc…”.
Este suele ser un camino por el que suelen transitar los jóvenes a los que no se ha logrado identificar la causa a una edad temprana y “este es un objetivo que en nuestro colegio tratamos de cuidar todo lo posible”.
¿Cómo detectarlo?
Todo cambio en nuestro hijo, aun siendo positivo y bueno, debe ser observado y analizado, recomienda el educador. “Cambios en su comportamiento, en su estado de ánimo, con los amigos, que se vuelva más retraído, que quiera evitar a toda costa hacer las tareas (con enfrentamientos con quienes quieran obligarle), o simplemente, que empiece a tener llamadas de atención dentro de la clase (o en casa durante el tiempo de deberes), son aspectos que debemos vigilar y analizar”, enumera.
El miedo a decepcionar
Pero, muchas veces, estos problemas también pueden venir acompañados de la vergüenza o la frustración del niño , y el miedo a fallar a sus padres o profesores. Lo hacen para “no defraudarnos o porque quizá piensan que puede decepcionarnos. Y este aspecto es muy importante para un hijo y su desarrollo afectivo”, indica el educador.
Un entorno feliz y seguro
Por supuesto, el estudio, la responsabilidad, el aprendizaje… son uno de los focos principales en la etapa escolar, pero, también lo es la personal, la familia, el afecto… “El rendimiento académico es muy importante y casi una de las principales responsabilidades de nuestros hijos y alumnos, pero no debemos olvidarnos nunca de que, para llegar a este ‘éxito’ académico, nuestro hijo debe vivir en un entorno feliz y seguro. Y esta es la responsabilidad de los adultos que lo rodean”, advierte.
Cómo reconducir sus estudios
“Un alumno que ya tenga una dificultad de aprendizaje detectada debe ser trabajada con tranquilidad y amor. No con prisas”, sentencia el educador.
Y es que debemos ser conscientes de que a veces, las exigencias con las que abrumamos a los niños pueden ser contraproducentes en sus estudios , y en la forma de tomarse la vida en general. “Muchas veces los cargamos desde bien pequeñitos con muchas horas de trabajo, quitándolas de juego y ocio, y eso hace que, cuando llegue la edad en la que el niño no es tan niño y ya puede empezar a decidir, decida no hacer caso a nadie. Esto suele suceder en etapas adolescentes con alumnos a los que hemos ‘forzado’ a llevar un ritmo que está por encima de sus posibilidades”.
Consejos para padres que estén en esta situación
El educador es claro en que el principal consejo es: “Amor, amor, amor. Es y será nuestro hijo para toda la vida. Y el desarrollo afectivo está por encima de los contenidos. Debemos lograr que nuestro niño tenga 100% la certeza de que sus padres le quieren por encima de todo. Por encima de su rendimiento o de su dificultad”.
Algo que también es aplicable a profesores ya que todo se basa en “ofrecerles seguridad (que no es fácil a veces de detectar)”, añade. Y, además:
- Podemos iniciar con él un estilo de trabajo donde lo importante y lo ‘calificable“ sea el proceso y no el resultado.
- Que adquiera rutinas, que trabaje (a su ritmo)
- Que tenga su tiempo para jugar y ser feliz con nosotros, y que vaya desarrollando un estilo de ser trabajador, voluntarioso, persistente y feliz y positivo.
“Estos son aspectos que le van a durar toda la vida, más incluso que aprenderse las capitales europeas que se nos suelen olvidar enseguida, y que son la clave del éxito personal y profesional”, concluye el educador.