¿Sabes que los cuentos pueden ayudar a gestionar las emociones de los más pequeños?
Además de ser una herramienta estupenda para fomentar la lectura a una edad temprana, son, junto a otros consejos que te damos, una opción perfecta para hablar de lo que nos pasa.
La salud emocional de los niños es algo que, cada vez, nos preocupa más a los padres. Los datos publicados por distintas instituciones, como la Asociación Española de Pediatría (AEP) y el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, pusieron el foco hace unos meses ya en el aumento de las alteraciones psico-sociales que la pandemia había tenido sobre los menores, y no solo sobre aquellos que han iniciado ya la pubertad, sino también sobre los más pequeños. Pero no solo eso, el estrés en la infancia es cada día más frecuente . Es un trastorno muy normalizado ya en nuestra cultura y que, por lo general, asociamos solo a los adultos. Pero, la realidad es que está presenta en la infancia y a lo largo del crecimiento de los niños. Por tanto, trabajar su inteligencia emocional es clave, para que puedan enfrentarse a situaciones de frustración y conseguir desarrollar una gran capacidad de adaptación.
Esta capacidad, la tan comentada resiliencia, se puede conseguir desde el inicio si se atienden a las emociones de los niños y se trabaja con ellas. Y es que, como nos dice la Dra. Anne Clerc-Georgy, experta en Ciencias de la Educación y asesora de Stelii, “reconocer y distinguir las emociones propias y ajenas es díficil y requiere cierto aprendizaje”. Con ella hemos querido hablar para que nos dé algunos consejos para que los niños desarrollen su capacidad de gestionar las emociones de forma sencilla. Para ello, nada mejor que los cuentos. Porque, según nos confirma la experta, “son herramientas de gran ayuda”.
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Hablar de tus propias emociones de forma abierta
La experta nos dice que “no debemos dudar en expresar, siempre en un lenguaje accesible, cómo nos sentimos física y psicológicamente”. Si les contamos a nuestros hijos qué es lo que nos pasa, convirtiéndonos en ejemplo, diciéndoles además cómo interpretamos eso que sentimos, ellos conseguirán ver “lo importante que es compartir y sentir cosas parecidas”. Por ejemplo, “estoy enfadado porque esta persona no me ha dado las gracias cuando le he dejado pasar”, explicándole, además, cómo afrontamos esta emoción. “Quiero gritar, pero no lo voy hacer, voy a seguir paseando y pensando en lo bien que me lo estoy pasando esta tarde”. De esta forma, ayudamos a nuestros hijos a entender lo que sucede y cómo lidiamos con ello.
Reconocer las emociones de nuestros hijos
De la misma forma que nosotros nos expresamos, “es esencial que todos los niños sepan que pasamos por las mismas emociones muchas veces a lo largo del tiempo e, incluso, del día”. Sentir y expresar emociones debe ser visto como algo normal y explicárselo. La ira, el enfado o el llanto no son malas reacciones, sino que “son expresiones de sentimientos y efectos que se producen cuando algo no sale como nos gusta”, nos dice la experta. No se debe recriminar, sino apoyarles y hacer que las vean como algo normal, para que, al final, “les sea más fácil aceptarlas e identificarlas cuando llegan”.
Ayudarles a poner palabras a lo que sienten
Contar, ponerles palabras y relatar lo que ha sucedido es fundamental para los niños, para que entiendan y den sentido a lo que ocurre. En el caso de los más pequeños, a menudo les faltan las palabras, hazlo sencillo con dibujos, por ejemplo. “Es importante reconocer las emociones de nuestros hijos y enseñarles a comunicarlas de forma directa y autónoma”, nos explica la experta. Es, además, una buena oportunidad de buscar ejemplos de las historias que los niños conocen para que conecten con lo que están experimentando. Por ejemplo, “¿estás triste como este personaje del cuento que leímos?”. Es aquí donde juegan un papel interesante los libros infantiles en este sentido.
Juega con ellos a imitar a los personajes de los cuentos
Por ello, podéis buscar juntos ejemplos de su entorno y en las historias que lee cada día para que, la próxima vez que sientan una emoción, la conozcan y sepan expresarla. Algo que habrán realizado previamente poniéndose en el papel de los personajes del cuento. Así, nos dice la experta, “es interesante buscar ejemplos que puedan alimentar el hábito lector de los niños, el juego, pero también el aprendizaje para entender los sentimientos”. Leer, escuchar o jugar con ellos suele ser una oportunidad para cuestionar las emociones de los protagonistas, practicar el reconocimiento de sus sentimientos y desarrollar la empatía poniéndose en su lugar.
Cada vez son más los cuentos y pequeñas historias que se editan pensando, precisamente, en este aprendizaje, ¿quieres saber cuáles son los que más nos gustan?
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‘La mala pipa’, de Jory John y Pete Oswald (Molino)
El primero de ellos es este álbum ilustrado sobre el mundo de las emociones con un pequeño toque de humor negro. Publicado al inicio del verano, ha sido todo un superventas en Estados Unidos, con más de cinco millones de ejemplares vendidos. Entre sus páginas, los niños tienen la oportunidad de reflexionar sobre los sentimientos de la mano de un divertido personaje, además de diminuto, una pipa. Es mala y mentirosa, pero un día decide cambiar y demostrar a los demás que puede hacerlo, ¿lo conseguirá?
Edad recomendada: a partir de 4 años.
Te recomendamos
‘Kai y Emma. Unas vacaciones intensas’, de Miriam Tirado (B de Block)
Para el segundo número de la colección de libros de estos dos protagonistas, su autora ha querido orientar la narrativa hacia el aprendizaje y la salud emocional de los más pequeños. Así, junto a los adultos, pueden ser conscientes de la importancia del amor y el respeto profundo para controlar sus sentimientos. De esta forma, se explica cómo se pueden afrontar unas vacaciones o el tiempo libre que pasamos junto a nuestra familia, no como algo estresante, sino como una oportunidad para entenderse.
Edad recomendada: a partir de 6 años.
‘Ponte en mi lugar’, de Susanna Isern (nubeOCHO)
En esta ocasión, son un conjunto de diminutos animales quienes conseguirán que el pequeño lector identifique las distintas emociones y empatice con lo que cada uno de ellos siente. La abeja, por ejemplo, tiene un ala enredada y no puede volar, mientras la mariquita ha perdido sus lunares y el ciempiés necesita cien zapatos para poder salir a caminar. Todos piden ayuda a un grillo que no le da importancia a estas cosas, hasta que algo le pasa a él. Su autora es psicóloga especialista en acompañamiento infantil.
Edad recomendada: a partir de 4 años.
‘Las gafas de sentir’, de Vanesa Pérez-Sauquillo y Sara Sánchez (Beascoa)
Otro cuento que ayudará a los más pequeños a identificar sus sentimientos, encontrar las causas que pueden originarlos y conseguir acordarse de las pautas aprendidas para gestionarlos. Para ello, simplemente necesitan colocarse las gafas de sentir, un artilugio casi mágico. Este libro forma parte de la colección Grandes pasitos, que con ternura y humor van acompañando los logros de los más pequeños en sus primeros años de vida mientras adquieren autonomía.
Edad recomendada: a partir de 0 años.
‘¿Qué bigotes me pasa?’, de María Leach y Olga de Dios (Baobab)
Por último, tenemos este pequeño cuento ilustrado en el que se busca entender todas las emociones, tanto las buenas como las malas. Se nos explican con sus características para poder identificarlas y, además, se nos dan consejos para poder gestionarlas. Desde la alegría y la sorpresa, hasta el asco o el enfado. Todas ellas son naturales y nos hacen ser, cómo no, animales.