La adolescencia es un periodo de profundos cambios personales y emocionales. La transformación del hijo que deja de ser un niño para encaminarse a la edad adulta es tan grande que suele impactar en las relaciones familiares y todo cambia.
Para los padres es difícil aceptar que su hijo ha cambiado tanto. Pero para él también lo es porque no sabe comprender por qué se siente de esa manera, ni quién es ahora. En todo ese maremágnum buscará ser aceptado por sus iguales y puede que se generen encontronazos con los que hasta ese momento erean sus seres de referencia: sus padres.
Los problemas más frecuentes
En la adolescencia pueden surgir problemas y encontronazos entre el chico y sus padres en cualquier sentido. Pero hay algunos que son más frecuentes, tal como detalla Lidia G. Asensi, psicóloga sanitaria y experta en trauma en Centro Cepsim. Son los siguientes:
- Falta de comunicación con los padres.
- Ausencia de límites o normas o incumplimientos de estos.
- Falta de confianza mutua.
- Conductas agresivas como amenazas, faltas de respeto e incluso agresiones físicas.
¿De quién es la responsabilidad?
“Es importante señalar que en los problemas de relación entre padres e hijos no debemos buscar un único culpable”, señala la experta de www.psicologiamadrid.es.
Cuando el hijo adolescente muestra este tipo de conductas disruptivas puede ser porque esté sucediendo algo en el sistema familiar y es él quien lo muestra con su conducta. Por ejemplo, conflictos entre los padres, necesidades afectivas no satisfechas o falta de atención.
Pero no siempre hay un trasfondo familiar. En ocasiones, los cambios a los que se enfrenta el adolescente son para él una transición demasiado difícil. “No entiende por qué se siente de una manera o de otra y no sabe expresarlo con palabras; por tanto, la forma de expresar que hay un malestar interno se genera desde la conducta”, explica Lidia G. Asensi.
Alejarse de los padres
Una de las situaciones más habituales que se da cuando el hijo llega a la adolescencia es que comienza a desafiar la autoridad paterna y los límites y normas que hay en la familia.
Puede ser normal, pues en esta etapa vital sienten la necesidad de alejarse de sus progenitores para construir su propia identidad, pero, por otro lado, los padres deben intentar averiguar si hay algún otro trasfondo detrás.
¿Qué le está pasando a nuestro hijo?, ¿cómo se siente?, ¿hay alguna situación que le esté preocupando dentro o fuera de casa?, ¿qué está necesitando? Son preguntas que recomienda hacerse la experta. El objetivo: “Establecer una conexión con el menor para poder atender aquello que está sucediendo, sintonizar con lo que al adolescente le está pasando y ofrecer un espacio sin juzgar”, insiste.
Cómo poner límites
A la hora de afrontar conductas difíciles o rebeldes de un hijo adolescente, la experta propone partir de un punto: él no lo hace por gusto o por dañar a los padres. A partir de ahí, se pueden poner normas o límites para favorecer la convivencia familiar.
Así, además de intentar conectar con él para entender cómo se siente, Lidia G. Asensi recomienda lo siguiente:
- Explicarle al adolescente cómo te sientes con su conducta.
- Buscar soluciones juntos.
- Explicar el porqué de esa norma, sin caer en el ‘porque lo digo yo’.
- Llegar a un acuerdo en el que ambas partes os encontréis cómodos.
- Dejar claro en qué límites no hay negociación.
- Dar espacio al adolescente y mostrase disponible para cuando nos necesite.
¿Y si deja de estudiar?
Hay adolescentes que van perdiendo el interés por los estudios o que tienen una bajada significativa en las calificaciones escolares. Ante esta situación, la psicóloga aconseja plantearse por qué surge la desmotivación, si está habiendo algún cambio drástico en su vida o si hay problemas en casa o bien con algún compañero.
“Hay adolescentes que en ocasiones necesitan parar porque están viviendo situaciones complicadas en su vida. Esto no implica que no vayan a retomar sus estudios de nuevo, pero primero necesitan estar bien ellos para poder continuar”, destaca Lidia G. Asensi. “En otras ocasiones, ven no estudiar como una salida de sus casas para poder adquirir su propia independencia”, apunta.
Así, una vez más, debe primar la comunicación, el entendimiento y el diálogo para tratar de saber cuál es el problema y llegar a soluciones conjuntamente.
Cuando hay problemas graves
Los problemas en la adolescencia pueden llegar a ser más graves si el hijo se inicia en el consumo de tóxicos o lleva a cabo conductas de mucho riesgo como peleas.
Cuando los padres advierten este tipo de comportamientos, lo primero es establecer la comunicación con el menor para intentar descubrir el motivo del consumo y para informarle de las consecuencias y de la gravedad, pero “sin enjuiciar ni regañar”, como subraya la psicóloga. “Muchas veces es por diversión, pero en otras hay problemas de base que le empujan a hacerlo”.
La segunda fase es poner límites, como reducir el dinero que se le da, llevarlo y traerlo a sus planes de ocio y “pedir ayuda profesional ante situaciones que puedan estar poniéndolo en riesgo. Esta ayuda es importante tanto en el menor como en los progenitores”.
¿Castigos a esta edad?
“El uso del castigo en la mayoría de ocasiones se hace desde el poder, desde el sentir que el adulto es el ganador. Pero el castigo tiene un componente de humillación, ya que se suele castigar con aquello que más duele. El problema del castigo es que complica más la situación e incluso aumenta la conducta no deseada”, explica Lidia G. Asensi.
En este sentido, no es partidaria de castigar a los adolescentes, pues no se da lugar a la reflexión. Sí insiste en la importancia de acompañarlos, guiarlos y explicarles por qué se han equivocado y cómo pueden reparar lo sucedido.
“Es necesario que haya una explicación, enseñar y ver juntos soluciones ante los errores que han podido producirse. Pero el castigo, el juicio y la crítica generan en el niño cogniciones negativas”, señala.
Un vínculo seguro desde bebés
Una de las bases para intentar evitar comportamientos conflictivos al llegar a la adolescencia es establecer un vínculo seguro con el hijo desde que es un bebé. “Este vínculo dota de seguridad, afecto, cuidado y calma al futuro adolescente y adulto. A través de este vínculo el niño irá desarrollándose emocionalmente y en caso de que el vínculo no esté disponible se generarán consecuencias a nivel emocional”, alerta la especialista.
Tal como explica, los padres son el espejo del niño desde que nace y a través de ese reflejo puede entender quién es él. Por eso, es muy importante que haya una relación cercana y que los progenitores se conviertan en un ejemplo a seguir para que el niño y el adolescente puedan enfrentarse al mundo con mejores armas.