Frente al “tú no juegas”, esa temida frase más habitual de lo que nos gustaría entre niños pequeños, “hoy jugamos todos”, una fórmula que, si bien no es mágica, sí es de una grandísima utilidad a la hora de evitar el acoso escolar. Hoy jugamos todos es también el título del nuevo libro infantil que la pareja de psicólogos Alberto Soler y Concepción Roger, ambos especializados en crianza, acaban de publicar de la mano de la editorial B de Blok. Va dirigido a niños de edades en las que aún no es muy frecuente el bullying, pero en los que es necesario sembrar ya valores como la empatía y la valentía para ayudar a quien lo necesita; valores que serán la mejor semilla precisamente para prevenir el acoso. Sobre ello, sobre qué hacer para evitar el acoso escolar y sobre cómo educar y formar a los niños al respecto, hemos hablado con Alberto Soler con motivo de la publicación de su cuento.
¿Cuál es la clave del mensaje que transmitís en el libro y cuál es la clave esencial para prevenir el 'bullying'?
Lo que hemos intentado es darle un enfoque distinto a la forma en la que habitualmente se se comunica en relación al acoso, porque muchas veces ponemos el foco en prevenir que la persona que agrede se convierta en un agresor o ponemos el foco en dotar de herramientas a la víctima para evitar ese acoso. Pero estos enfoques son muy parciales porque lo que tenemos comprobado es que, si no intervenimos con todo el grupo que rodea a esa situación de acoso, no vamos a conseguir prevenirlo ni erradicarlo de una manera eficaz. Ahí es donde nosotros hemos visto la necesidad de crear este cuento, de poner el foco en los espectadores de la situación de acoso y transmitirles la importancia que tienen, lo importante que es su papel, para prevenir que una situación puntual se convierta en una situación de acoso.
Si no intervenimos con todo el grupo que rodea a esa situación de acoso, no vamos a conseguir prevenirlo ni erradicarlo de una manera eficaz
¿Cómo concienciar estos niños, a estos ‘espectadores’, de la importancia de ayudar a sus compañeros?
Una de las partes más importantes es enseñarles lo necesario que es denunciar injusticias y ser empáticos con otras personas, ponernos en el lugar de las otras personas y saber lo que están pasando y que, en cierta medida, puedan hacer suyo el sufrimiento o el malestar de otras personas, que puedan empatizar con ese dolor. Y, sobre todo, que tengan la capacidad y la valentía de alzar la voz cuando perciben alguna de esas injusticias.
Muchos de esos niños no denuncian por miedo a ser señalados como ‘chivato’ o por temor a posibles represalias. ¿Cómo ayudarles a hacerse fuertes sabiendo que pueden ser señalados?
Eso, por supuesto, siempre es un riesgo. De hecho, lo veíamos hace poco en una escuela infantil, con una educadora en prácticas que estuvo observando las dinámicas que se producían en la escuela, cómo se obligaba a los niños a comer, cómo se les maltrataba y, pese a su situación de vulnerabilidad o de precariedad, tuvo la valentía de denunciar esa situación. También se expuso a posibles consecuencias negativas hacia ella, pero ella decidió actuar de una manera correcta.
No podemos evitar las consecuencias de denunciar ese tipo de situaciones, pero sí intentar que esto se convierta en la norma y que la persona que denuncia se sienta cada vez más respaldada por el entorno. Tenemos que transmitir que es lo correcto y que denunciar una injusticia no es chivarse; chivarse es denunciar a otra persona en beneficio propio. Denunciar una injusticia es poner en conocimiento de una persona con autoridad y con responsabilidad una situación de injusticia, para que se trate de revertir.
¿Es posible el bullying entre niños pequeños o, por el contrario, suele darse a partir de cierta edad?
Es difícil que veamos situaciones de acoso escolar en Educación Infantil e, incluso, me atrevería a decir en los primeros cursos de Primaria. Lo que sí que podemos ver son dinámicas de agresividad, dinámicas muy relacionadas con la falta de recursos que tienen niñas y niños a esas edades, pero no sería adecuado etiquetar eso de bullying. Es decir, cuando vemos esas dinámicas de agresión entre entre niñas y niños pequeños, muchas veces es por falta de recursos o por falta de capacidad para resolver las situaciones de otra forma. Pero cuando ya van creciendo y tienen una edad en la que disponen de otros recursos, sí que podemos empezar a ver ya algunas algunas situaciones que pueden estar más relacionadas con el acoso.
Y, para que haya acoso, tiene que haber una desproporción clara en el reparto de poderes entre la persona que agrede y la persona que recibe la agresión. Y tiene que haber una sistematicidad, es decir, no podemos hablar de una situación que ha ocurrido de manera puntual, sino que tiene que ser algo que se produce de manera constante en el tiempo. No tiene necesariamente que ser algo físico; puede ser algo emocional, puede ser simplemente por redes sociales, pero esas serían las claves para poder identificarlo.
Respecto a esas dinámicas habituales en Infantil, una muy habitual es decir a un niño o a una niña “tú no juegas”. ¿Cuando se hace de manera reiterada en el tiempo al mismo niño, se podría considerar acoso?
Eso también es acoso. Cuando un niño se queda a menudo fuera de las actividades en grupo, es acoso y ahí sí que estaremos atentos.
¿Puede esta situación implicar consecuencias para los niños que se quedan fuera?
Lamentablemente, los datos nos muestran que quien ha sufrido acoso escolar de pequeño es más vulnerable a seguir recibiendo ese acoso en el futuro. ¿Y cuáles son los mecanismos? Bueno, pues son muy amplios; no es que haya una personalidad o un patrón que atraiga eso, no es que haya esa carencia de recursos, pero sí que muchas veces la persona, de una manera inconsciente, pueda interiorizar que ciertas formas de trato están normalizadas. Por eso es muy importante atajar estas situaciones desde el momento cero, desde que se están generando, por supuesto, dotando de herramientas a las niñas y niños para que no sean víctimas de esa situación, pero, sobre todo, dando herramientas a todas las niñas y todos los niños para que puedan identificar y puedan denunciar estas situaciones.
¿Cómo dotarles de esas herramientas? ¿Cómo gestionar en una clase ese “tú no juegas” reiterado?
Aquí, maestras y maestros disponen de muchos recursos y lo suelen gestionar habitualmente de una manera muy adecuada porque casi todas las situaciones y conatos de posibles exclusiones las manejan y tratan de integrar a esas niñas y a esos niños, mezclando los grupos e intentando romper las dinámicas que se puedan estar generando. Y, gracias a esa intervención temprana y a ese ojo que tienen las maestras y los maestros, consiguen que esa situación no acabe siendo un acoso escolar.
Hay mucha reticencia a activar los protocolos frente al acoso escolar
Quizá el principal problema que nos encontramos es cuando realmente la situación ya se ha convertido en un acoso escolar, cuando incluso tenemos a la propia víctima o la propia familia denunciando esa situación y, en ocasiones, la escuela minimiza lo que está ocurriendo por miedo a que la escuela sea señalada, por miedo a generarse una mala reputación. Hay mucha reticencia a activar los protocolos frente al acoso escolar de los que disponen todas las comunidades autónomas porque se percibe como un fracaso por parte del docente o por parte de la escuela. Pero todos los protocolos que tenemos no sirven de nada si no están activados.
¿A partir de qué edad deberíamos empezar a hablar a los niños de acoso escolar o, por lo menos, transmitirles, como haces con la temática del libro, que es necesario intervenir cuando a unos compañeros hacen daño a otros?
Ponerle el nombre de “acoso escolar” no es necesario y, sobre todo, no es necesario en etapas muy tempranas, pero prácticamente desde que la niña o el niño empieza su escolarización o empieza a relacionarse con otras personas, tenemos que convertir en un motivo constante en nuestras conversaciones la empatía, el buen trato hacia el otro, el actuar con los demás como a ti te gustaría que actuaran contigo y la importancia de la amabilidad, de ese gesto amable, de esa palabra amable. Y eso lo tenemos que hacer desde el momento cero. Si conseguimos inculcar eso desde el primer momento, vamos a prevenir muchas situaciones relacionadas con el acoso escolar.
¿A qué público objetivo va dirigido tu libro y hasta qué edad es adecuado que los niños lo lean?
Este libro está pensado, sobre todo, para para niñas y niños de finales de Educación infantil e inicios de Educación Primaria, para leérselo nosotros a esas edades. Pero, conforme van siendo más mayores, que van teniendo la capacidad para leerlo, lo que es interesante es poder leerlo y poderlo comentar entre todos, poder comentar las herramientas que se dan, las dinámicas que observan en el cuento. Es un libro que que es divertido para que niñas y niños lo lean, pero también es una herramienta que puede dar lugar a conversaciones y a dinámicas interesantes tanto en el aula como en casa.