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Adolescente escucha a sus padres© Getty Images/Onoky

Adolescentes

María Rodríguez, educadora sexual: ‘No es necesario que las personas adolescentes lo cuenten todo en casa’

Hablamos con ella sobre la necesidad de una adecuada educación sexual en los adolescentes y de dotarles de herramientas para que sepan analizar los mensajes que reciben de toda índole


25 de abril de 2025 - 13:40 CEST

La adolescencia es una etapa de descubrimiento y de nuevas inquietudes en muchos aspectos, incluido el plano sexual. Siempre ha sido así y así continúa siendo, con la drástica diferencia de que las generaciones actuales tienen un acceso casi ilimitado a contenidos que no son aptos para su edad y que podría distorsionar su manera de entender la sexualidad, con todo lo que ello conlleva. Por eso, con motivo de la publicación de su libro Por No educar (Ed. Vergara), hemos hablado con María Rodríguez, doctora en Género y Diversidad y sexóloga que colabora en distintos programas de educación sexual.

¿Cómo afecta el contenido pornográfico que consumen los adolescentes a la manera de relacionarse?

Puede afectar de muchas formas. La pornografía, al igual que otros productos culturales, construye el imaginario sexual colectivo y nos dice qué es el sexo, cómo se debe de tener, con qué partes del cuerpo, a través de qué coreografías, qué roles deben asumir hombres y mujeres, cómo deben darse los encuentros sexuales o cómo debe ser la comunicación durante los mismos… y lo hace a través de una serie de códigos que distorsionan y simplifican la sexualidad humana

Las personas adolescentes, si no tienen otros discursos e imaginarios que contrarresten este modelo, pueden asumir que el sexo se centra solo en coitos y orgasmos y generar expectativas irreales sobre los cuerpos y el rendimiento sexual. Además, pueden tener una percepción distorsionada sobre cómo deben comportarse los hombres y las mujeres y sobre cómo son las relaciones sexuales, desprovistas de afecto, intimidad o consentimiento. 

María Rodríguez© María Rodríguez

¿Es posible evitar que los y las adolescentes vean porno?

Si quieren ver porno, ¡lo van a ver! El porno está accesible con tan solo hacer un clic desde cualquier dispositivo móvil, ya sea el propio o el de otra persona. A veces pensamos que si tienen aplicaciones de control parental no están consumiendo estos contenidos, pero siempre lo pueden hacer desde otros dispositivos que no las tengan. 

Las investigaciones muestran que los filtros parentales y las restricciones tecnológicas pueden ser útiles durante la infancia, pero resultan poco efectivos en la adolescencia, ya que se suele encontrar formas de sortearlos si se tiene la intención de acceder a este tipo de contenido. En este sentido, lo interesante es que los filtros estén en las cabezas y no en los dispositivos tecnológicos. Creo que es la mejor forma de protección. No basta con advertirles sobre los riesgos del porno, sino que es necesario dotarles de herramientas para analizar críticamente los mensajes que reciben, no solo del porno, sino de otros productos culturales y redes sociales.

¿Deben los padres hablar con sus hijos, no solo de educación sexual en general, sino también de qué es el porno y lo que implica?

Sí, ¡claro! Aunque las primeras conversaciones que tengamos sobre sexualidad no deberían ser sobre porno, aunque el tema nos preocupe, porque si lo planteamos de esta forma podríamos mandar un mensaje equivocado. Si nuestro acercamiento a la educación sexual se hace sólo a través de la pornografía, aunque sea para revisarla, se podría interpretar que este tipo de representaciones tienen más importancia de la que tienen en realidad o que son más relevantes de lo que verdaderamente son. Lo ideal sería hablar de sexualidad en general desde una perspectiva positiva y, entre estas conversaciones, incluir el tema específico de la pornografía con el objetivo de que puedan desarrollar una mirada crítica sobre ella. Si es posible, adelantándonos a su consumo.

A muchos padres les sigue dando mucho pudor hablar de estas cuestiones con sus hijos; ¿cómo iniciar la conversación?

Un consejo que suelo dar es evitar las frases del tipo “tenemos que hablar”, porque resultan totalmente contraproducentes. Este tipo de expresiones están asociadas a conversaciones problemáticas y generan malestar y rechazo. Nuestro objetivo no debe ser el de incomodar ni intimidar, sino el de conseguir crear un ambiente de confianza y apertura, donde las personas adolescentes se sientan cómodas para expresarse sin sentirse juzgadas. Las preguntas directas “oye, ¿tú ves porno?”, sin tener en cuenta el contexto, tampoco suelen funcionar. El punto está en conseguir que no parezca un interrogatorio, ni hacerles sentir que están haciendo algo incorrecto, porque así solo conseguiremos que nos mientan o se pongan a la defensiva. En el libro se dan varias pautas para abordar el tema. 

Las investigaciones muestran que los filtros parentales y las restricciones tecnológicas pueden ser útiles durante la infancia, pero resultan poco efectivos en la adolescencia

María Rodríguez, sexóloga

Subraya en el libro que la educación sexual es un derecho fundamental de la infancia y adolescencia; ¿qué deben tener en cuenta los padres para transmitir a sus hijos educación sexual de manera adecuada y efectiva?

El primer punto sería generar una atmósfera positiva hacia la sexualidad, donde se cultive el diálogo y no dominen los miedos y los peligros. Debemos dar información basada en el conocimiento científico y también dotar de herramientas que mejoren su autoconocimiento, autoestima y autonomía, así como habilidades comunicativas o para establecer límites. También debemos promover valores como el respeto, la empatía, la igualdad, la diversidad o la responsabilidad. En este sentido, no se nos debe olvidar que las personas adultas educamos, también en esta esfera, con el ejemplo. Cómo resolvamos los problemas, manejamos los conflictos, expresamos nuestras emociones o tratamos a otras personas influirá en las actitudes que después replicarán. 

'Por no educar', de María Rodríguez© Vergara

¿Cómo debe ser esa educación para conseguir que los hijos tomen decisiones en el plano sexual basadas en sus propios valores, sin dejarse presionar por la otra persona?

Por un lado, fomentar la autoestima y el autoconocimiento ayuda a las personas a conocerse, aceptarse y valorarse, lo que les permite tomar decisiones seguras y alineadas con sus propios valores, sin ceder ante presiones externas. Por otro lado, enseñar a gestionar emociones, a poner límites y a comunicarse de manera asertiva, también ayuda a que puedan expresar con mayor facilidad lo que sienten y quieren, rechazando las situaciones que no desean. Asimismo, inculcar el respeto por uno/a mismo/a y por las demás personas y poner en valor la diversidad, la igualdad y los buenos tratos contribuye a que establezcan relaciones más respetuosas y equitativas

¿Cómo lograr la confianza suficiente para que un hijo adolescente acuda a sus padres ante ciertas incertidumbres de naturaleza sexual?

Lo primero es fomentar el diálogo en el día a día, desde edades tempranas y de forma continua. No podemos esperar que todo se limite y se solucione con una única charla. Tener conversaciones abiertas y frecuentes ayuda a normalizar el tema y a reducir las vergüenzas (de ambos lados). Escuchar también es clave, mostrar interés, estar presentes. A poder ser sin emitir juicios, validando siempre sus emociones y experiencias. Podemos explicar qué pensamos sobre el tema, cuáles son nuestras creencias o expectativas sobre la sexualidad, pero sin imponer nada: reconociendo que se pueden tener opiniones diferentes. La confianza se construye con tiempo, respeto, empatía y comunicación constante. Lo más importante es mostrarnos disponibles: que sepan que siempre pueden acudir a su familia porque es lugar seguro y de apoyo incondicional. 

¿Es correcto que se lo cuenten todo a sus padres?

No es necesario que las personas adolescentes lo cuenten absolutamente todo en casa. La adolescencia es una etapa en la que se busca la propia identidad, más privacidad e independencia. De esta forma, es lógico que tengan pensamientos, dudas o experiencias que prefieran guardarse o compartir con otras personas de confianza, como amistades o incluso profesionales. Lo importante es que sepan que pueden acudir a sus familias cuando lo necesiten, especialmente ante situaciones difíciles, dudas importantes y problemas de salud o seguridad.

¿Cómo deben reaccionar los padres y qué deben hacer si descubren que su hijo ha visto porno?

En primer lugar, manteniendo la calma, porque si nos enfadamos podemos generar dos respuestas que no nos interesan: una es que sientan vergüenza de su curiosidad y que piensen que esta no es legítima. La curiosidad es un motor de aprendizaje y tenemos que valorarla siempre. La otra es que sientan miedo a nuestra reacción y que no vuelvan a acudir a nosotros/as en un futuro. También es importante agradecer la sinceridad si son ellos/as las que nos lo cuentan. Lo importante aquí es entender su experiencia y emociones: mostrar interés por cómo les hizo sentir ver ese tipo de contenidos y qué dudas, inquietudes o intereses les ha generado. A partir de lo que nos transmitan también podremos saber por dónde llevar la conversación, revisando los posibles mitos y creencias erróneas sobre la sexualidad que se hayan generado. 

¿Cómo detectar que un menor ha desarrollado cierta adicción a consumir contenido pornográfico? ¿Qué hacer en esa situación?

En primer lugar, me gustaría dejar claro que la mayoría de las personas adolescentes que consumen pornografía no desarrolla ninguna adicción. El desarrollo de una adicción requiere un patrón de consumo compulsivo y sostenido en el tiempo, acompañado de consecuencias negativas en la vida diaria (aislamiento, descenso del rendimiento académico, problemas emocionales…). Creo que la preocupación por la “adicción” adolescente a la pornografía suele estar sobredimensionada. Lo que nos encontramos las personas que trabajamos con personas adolescentes es que la mayoría consumen este tipo de contenido sin desarrollar problemas graves. Además, la evidencia científica tampoco respalda una “epidemia de adicción”. Por tanto, el enfoque más sensato es evitar el alarmismo, promover la educación sexual, el diálogo y la capacidad crítica, reservando la intervención profesional para los pocos casos realmente problemáticos. 

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