Todo lo que tiene que ver con el sueño infantil genera un sinfín de dudas a no pocas familias. ¿Hacer colecho o no hacer colecho? ¿Cómo ayudarle a dormir y que tenga sueño autonónomo? Y otra gran pregunta del millón a la que no siempre se le da la importancia que merece: ¿cuándo cambiar al niño de la habitación de sus padres a la suya propia?
Antes de dar respuesta a esta pregunta, hemos de plantearnos primero si es conveniente que el recién nacido o el bebé duerma en la misma habitación que sus padres en algún momento. Se da por hecho que sí, especialmente en los primeros meses de vida, y casi se da por hecho que la mejor opción es el colecho. ¿Es un acierto esta afirmación?
“Con colecho o sin colecho, en principio no se conoce ningún efecto perjudicial de acostar al bebé en la cama familiar”, aclara el Dr. Óscar Sans, neurofisiólogo clínico y coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño (SES). “Es algo normal en muchas culturas que no tiene repercusiones negativas para la salud física y mental del bebé ni de los progenitores”.
Añade que, además, puede ser un factor favorable para el sueño de la madre y del bebé, especialmente si este se alimenta mediante lactancia materna. Sin embargo, sí es muy importante, nos dice, que la madre que ha optado por dormir en la misma cama con su bebé para facilitar las tomas nocturnas siga las recomendaciones del pediatra o de los expertos en sueño de cara a evitar la muerte súbita del lactante.
Que el bebé esté en otra habitación tiene la ventaja de que puede adquirir su ritmo y su autonomía de sueño sin interferencias
“Es importante que los padres estén informados sobre esas circunstancias que acarrean un mayor riesgo para los niños si se practica el colecho, principalmente en niños menores de seis meses”, advierte el Dr. Sans.
En este sentido, es necesario que los padres y las madres sepan que la forma más segura de dormir para los lactantes menores de seis meses es en su cuna, boca arriba y cerca de la cama de sus padres, no en ella. “Existe evidencia científica de que esta práctica disminuye el riesgo de la muerte súbita del lactante en más del 50%”, señala el especialista de la SES.
“También sabemos que la lactancia materna tiene un efecto protector frente al síndrome de la muerte súbita del lactante y, por otro lado, el colecho es una práctica beneficiosa para el mantenimiento de la lactancia materna, pero también se considera un factor de riesgo de muerte súbita del lactante, por lo que no debe ser recomendado en lactantes menores de tres meses de edad, en niños prematuros y con bajo peso al nacimiento, ni con padres que consuman tabaco, alcohol, drogas o fármacos sedantes o en situaciones de cansancio, especialmente cansancio extremo como es el postparto inmediato”.
Óscar Sans subraya que, en caso de practicar colecho, este no debe llevarse a cabo nunca sobre superficies muy blandas, colchones de agua, sofá o sillones y tampoco si se comparte la cama con otros familiares o con otros niños.
¿Cuándo cambiar al niño a su propia habitación?
“La de cuándo sacar al bebé de la habitación es una decisión que corresponde solo a la familia”, expone el experto en sueño. Nos cuenta que el hecho de que un bebé duerma en la misma habitación que sus padres tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Así, por un lado, aunque no esté tomando el pecho, tiene la ventaja de que se le podrá atender de inmediato si llora o si se despierta llorando; por otro, tiene el inconveniente de que los ruidos y las acciones de los adultos pueden alterar el sueño del pequeño.
Además, señala que “si los padres hacen algo cada vez que el niño se despierta (le dan agua, le ponen el chupete, le tocan o incluso le dan el pecho), éste no logrará ser autónoma para conciliar el sueño”. Del mismo modo, “que el bebé esté en otra habitación tiene la ventaja de que puede adquirir su ritmo y su autonomía de sueño sin interferencias”.
Es a partir de esos 6-12 meses el tiempo en que recomendamos empezar a probar de que el niño o la niña duerman en su propia habitación
En cuanto a los padres, será un inconveniente para ellos tener que levantarse y desplazarse a la otra habitación si el niño se despierta en mitad de la noche reclamándoles. “Como os digo, es importante que cada familia tome la decisión que más se adapte a sus costumbres e ideas”, afirma Sans.
Si bien es una decisión de la familia cuándo trasladar al niño a otra habitación, hay que tener en cuenta que no debería llevarse a cabo este cambio antes de los 6 meses. Es lo que recomiendan la Asociación Americana de Pediatría y la Asociación Española de Pediatría, que consideran que lo más adecuado es esa cohabitación hasta los 6 o los 12 meses.
“Empezamos tan pronto como a los seis meses porque es el momento en que, de manera un poco más regular, el ritmo circadiano del bebé se empieza a establecer mejor”, puntualiza Óscar Sans. “Por lo tanto, es a partir de esos 6-12 meses el tiempo en que recomendamos empezar a probar de que el niño o la niña duerman en su propia habitación”.