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Claudia Campillo© Claudia Campillo

Entrevista

Claudia Campillo, sobre el abuso sexual infantil: ‘Romper el silencio me salvó la vida’

Comparte su terrible experiencia con el objetivo de ayudar a otros niños víctimas de abuso sexual infantil


8 de abril de 2025 - 7:30 CEST

Todo comenzó cuando Claudia Campillo tenía tan solo 7 años. Fue entonces cuando su abuelo comenzó a abusar de ella. Y no fue hasta los 22 cuando todo acabó gracias al testimonio de una mujer que acudió a la universidad en la que estudiaba Educación Social y que compartía con los universitarios su propia historia. En ese momento decidió contárselo a su madre. Desde entonces, y a pesar de las graves secuelas físicas y psicológicas que arrastra, está volcada en concienciar y prevenir el abuso sexual infantil (ASI). Con ese objetivo ha fundado la Asociación Mar de Mariposas y ha escrito el libro Alas. Historia de un cuerpo herido, de la Editorial Nube de Tinta. La hemos entrevistado y ha compartido con nosotros su dura historia.

‘Alas’ es un título muy simbólico. ¿Qué significa?

Alas simboliza la libertad que he ido consiguiendo después de muchos años de silencio, dolor y procesos muy duros. Es una palabra que me conecta con la posibilidad de volar, de ver todo desde otro lugar, de elegir hacia dónde ir. Para mí, tener alas es haber podido transformar una historia de mucho dolor en una historia de resiliencia y esperanza.

Tras años de sufrir abusos, lo revelaste a tu familia cuando ya eras una adulta. ¿Cómo y cuándo decidiste hacerlo? 

Fue cuando ya no podía más. Estaba estudiando educación social y vino una mujer a explicarnos su testimonio de ASI y por primera vez pude ponerle palabras a lo que había vivido, fue como romper una presa. Poco después, se lo conté a mi madre. No fue fácil, pero entendí que, si quería sanar, tenía que empezar por dejar de cargar sola con algo tan inmenso.

La traición duele más cuando viene de alguien que se supone que debería cuidarte

Justo después de comunicárselo, llegaron las secuelas físicas. ¿Cuáles fueron estas secuelas?

Mi cuerpo colapsó. Estuve dos años ingresada por un TCA, tuve problemas neurológicos, insomnio extremo, dolores crónicos, depresión… Fue como si mi cuerpo hablara por todo lo que no había podido decir en tantos años. Lo he ido superando con terapia, mucha paciencia, procesos médicos y una red de apoyo que me sostuvo cuando yo no podía.

Además de las físicas, has hecho público que tuviste varios intentos de suicidio; ¿son las secuelas psicológicas más difíciles de superar?

Sí. Las físicas pueden doler, pero el dolor emocional, el vacío, la culpa, el miedo, la soledad... eso te desgarra por dentro. Lo más difícil fue sentir que no merecía vivir. Superar eso ha sido el mayor reto, pero también lo que más me ha enseñado sobre lo valiosa que es la vida cuando logras reconstruirte.

¿Es un peso añadido que el abusador sea un familiar tan directo como tu abuelo? 

Sin duda. Se rompe algo muy profundo, no sólo en ti, sino en la estructura familiar. La traición duele más cuando viene de alguien que se supone que debería cuidarte. Y además, se añade el tabú, el miedo a romper la familia, a no ser creída.

'Alas. Historia de un cuerpo herido', de Claudia Campillo© Nube de Tinta

Para las familias, procesar una noticia así es muy difícil, por supuesto por el sufrimiento que ha acarreado a su hijo, pero también por lo que respecta al familiar que ha llevado a cabo el abuso. ¿Cómo impactó esto en tu familia?

Fue devastador. Para mi madre fue como vivir dos duelos a la vez: el de mi infancia robada y el de la imagen que tenía de su padre. Hubo dolor, rabia, confusión… Pero también hubo una decisión firme de priorizarme a mí, de acompañarme. Eso marcó la diferencia. Tanto ella como mi padre y mis hermanos no dudaron de mí y me creyeron desde el primer momento. En cambio, mis tías/tíos, primas/primos fueron capaces de mirarme a la cara y decirme que me lo estaba inventando, que mi mente me había jugado una mala pasado y que si me había vi*lado que me aguantara. Apenas hace nueve meses de esto y aún estoy recuperándome del trastorno por estrés postraumático que me dejaron. 

¿Te apoyaron cuando reuniste el valor necesario para contarlo?

Sí, mis hermanos, mi madre y mi padre sí, y eso me salvó. No todo el mundo tiene esa suerte, y por eso insisto tanto en que el entorno puede ser un factor clave en la recuperación de una víctima

Lo más difícil fue sentir que no merecía vivir. Superar eso ha sido el mayor reto, pero también lo que más me ha enseñado sobre lo valiosa que es la vida cuando logras reconstruirte

¿Te ha ayudado compartir tu historia para ayudar a otras personas que también lo sufrieron y a otros niños que puedan estar sufriéndolo ahora?  

Muchísimo. Compartirla me ha dado propósito. No solo me ha ayudado a sanar, sino que he recibido miles de mensajes de personas que, gracias a mi testimonio, han podido romper su silencio. Y eso es impagable.

¿Qué le dirías a un niño o a un adolescente que esté padeciendo abuso sexual? ¿Dónde y a quién acudir?

Le diría que no es su culpa, que no está solo y que hay personas dispuestas a ayudar. Que lo cuente, aunque le dé miedo. Puede acudir a su profe, a una amiga, a un adulto de confianza, a un centro de salud, a la policía, a una asociación… Lo importante es que lo cuente y que no se encierre en el silencio. Yo he creado una asociación llamada MAR DE MARIPOSAS para este tipo de casos. 

¿Qué pueden hacer si no reciben el apoyo de su familia?

Buscar una red alternativa. Hay asociaciones, servicios sociales, terapeutas, líneas de ayuda… Hay vida más allá de una familia que no te cree. Y aunque duela, tu historia sigue teniendo valor, y tú mereces ser protegida y querida.

¿Se supera alguna vez el ASI?

Se aprende a vivir con ello. No hay un día en el que digas “ya está, no me duele”. Pero sí llega un momento en el que ya no te define, ya no te paraliza. Yo siento que lo he integrado, que he hecho las paces con mi historia sin justificar lo que pasó. Y eso, para mí, es superarlo.

¿Ha merecido la pena haber roto el silencio que guardaste y que sufriste durante tantos años?

Absolutamente. Aunque haya sido durísimo. Romper el silencio me salvó la vida. Me permitió sanar, conocerme de verdad, ayudar a otras personas y, sobre todo, vivir desde la verdad.

Recientemente has superado con éxito una neurocirugía tras un periplo de varios años en el que parecía que no iba a haber cura. ¿Cuál era el motivo de la operación? ¿Es una secuela del abuso que sufriste en tu infancia? 

Tenía espasmos hemifaciales, los nervios faciales apretaban a la arteria, cosa que provocaban esos espasmos. Durante años nadie sabía qué me pasaba, hasta que un neurólogo lo detectó, fui operada dos veces en Barcelona sin resultado, y hace menos de un año me fui a Japón, donde se encontraba un neurocirujano especialista en esta condición, ahora estoy al 100% recuperada. Aunque no se puede afirmar con certeza que sea una secuela directa del abuso, sí se cree que es por la somatización

¿Se supera el abuso sexual infantil? 

Se sobrevive, se transforma, y se aprende a vivir con las cicatrices. No desaparece, pero sí puede dejar de doler tanto. Lo que sí se supera es la culpa, la vergüenza, el miedo… Y eso, para mí, ya es una forma de libertad.

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