Si hay alguien capaz de ganarse la confianza de un adolescente, ese es Pedro García Aguado. Su brillante trayectoria como deportista de élite, en la que se alzó con el oro olímpico en la Selección española de waterpolo, y su admirable capacidad de superación tras rehabilitarse de las adicciones que arrastraba lo han convertido en un líder nato y con una impresionante habilidad para comunicarse con los más jóvenes. Estas habilidades y su experiencia vital le llevaron a conducir el programa de televisión Hermano Mayor, que se emitió en Cuatro entre 2009 y 2015. Desde entonces, y tras formarse en tratamientos para superar la adicción y de la reconducción de la conducta en el ámbito familiar, es una de las voces más reconocidas del panorama nacional en lo referente a las necesidades emocionales de la adolescencia.
Ha fundado el Centro Tempus, en el que se ayuda a tratar adicciones y a reconducir la conducta, ha sido Director General de Juventud en la Comunidad de Madrid y actualmente ayuda a familias de hijos adolescentes a través de su página web (pedroaguado.es) y da conferencias por colegios de toda España. Este lunes nos recibía en el Hotel Villamadrid de la capital, donde hemos hablado con él acerca de cómo pueden los padres recuperar la relación y la comunicación con sus hijos adolescentes cuando parece que ya todo (o casi todo) está perdido.
Para reconducir una situación, primero habría que analizar sistémicamente cuál es el origen de una determinada conducta, y el origen muchas veces está en el modelo educativo
¿Cómo reconducir la relación con nuestro hijo adolescente cuando, por un motivo o por otro, parece que se ha quebrado o deteriorado?
La verdad es que no es fácil dar una solución mágica, inmediata. En los años que llevo trabajando con familias, lo que solemos hacer es, primero, analizar el modelo educativo que han tenido esos padres y esas madres. En un curso de Intervención en Violencia Filio Parental de la Universidad Pablo de Olavide que estudié, exploramos 16 modelos educativos de familia; yo me centro en cuatro, que son los más comunes: el autoritario, el de papis y mamis colegas -que explica muy bien Emilio Calatayud-, el sobreprotector y el de papis y mamis un poquito más democrático-conciliador, al que yo llamo educación desde la inteligencia emocional. Cuando analizas eso, no te centras tanto en el comportamiento del chico o de la chica, sino que te centras más en cómo ayudar a sus padres a cambiar.
Y muchas veces, si no hay ningún trastorno psicopático, que eso también hay que diferenciarlo (si hay un tema de psicopatía del adolescente, tiene que ir a un psicólogo o psicóloga o tratarse), si es un tema conductual, si yo protejo mucho, evidentemente el adolescente no va a saber manejar la frustración. Entonces, cuando las cosas no vayan como quiere, va a reaccionar con violencia, pero no quiere decir que sea un chico o una chica violenta, no quiere decir que sea malo, sino que tiene mal comportamiento porque no se le ha enseñado o no se le ha dicho que "no" nunca. Para reconducir una situación, primero habría que analizar sistémicamente cuál es el origen, y el origen muchas veces está en el modelo educativo.
¿El modelo educativo viene de atrás, de la infancia?
Sí, totalmente. Las preguntas que hacemos son "¿de pequeño cómo era?, ¿cómo se comportaba?, y ¿vosotros?". Siempre hay una como una brecha: "papá era muy sobreprotector y mamá era la que ponía las normas, y mamá pasaba de 0 a 100 enseguida, era muy conciliadora y, luego, gritaba". Toda esa información es la que ha recibido ese niño o esa niña hasta llegar a la adolescencia. La adolescencia suele ser el resultado de lo que hemos hecho de los 0 a los 12 años.
Desde los cero a los tres años, es una etapa muy importante de la vida. Luego de los tres a los seis, y luego de los seis a los 12, hay un crecimiento diferente, pero de 0 a los 6 años es muy importante y a veces no nos damos cuenta. No se presta la atención, no se presta el tiempo necesario. Es cierto que se trabaja mucho y se está mucho fuera de casa, con lo cual no se quiere conflicto; cuando se llega a casa, se permite todo porque es normal, estoy cansado, no me voy a poner ahora a luchar contigo, haz lo que quieras. Y ese "haz lo que quieras" desde muy pequeñitos, el resultado es una adolescencia más conflictiva. Si ya de por sí la adolescencia ha de ser disruptiva y separarte un poco de tu padre y tu madre, que lo sea con actitudes violentas, incluso con coqueteo con las drogas, etc., no se cambia de golpe cuando llegue a los 12 años o desde los 14.
¿En qué consiste el modelo democrático conciliador del que hablabas anteriormente?
Este modelo viene de viene de un programa que se llamaba Protego, a cargo de dos educadores en Barcelona, y era un modelo democrático conciliador. Venía a decir "yo no te impongo lo que yo quiero que tú hagas, sino que que negociamos". Negociamos siempre con una coherencia, no por el mero hecho de negociar, porque además los adolescentes son expertos negociadores. Teniendo claro, como educador o como padre o como madre, qué es lo que quieres conseguir: que llegue a la hora, que utilice los terminales móviles el tiempo adecuado, que descanse, que coma... Llegar a negociaciones.
Es democrático por eso, porque le das posibilidad de hablar, de expresar lo que siente y cómo opina, que eso también está muy bien para que la comunicación no sea tan vertical, sino que sea más horizontal. De ahí nace este modelo, que sobre todo, más que en las normas y los límites, se centra en "cómo te estás sintiendo" y en "yo te valido". Como hijo o como hija, ¿cómo te estás sintiendo? No te anulo la emoción, valido tu emoción, pero eso no quiere decir que no corrija tu comportamiento. "¿Tienes razones para estar enfadado o enfadada?" Totalmente de acuerdo. "¿Las cosas no son como tú quieres?". Totalmente de acuerdo. "Bienvenido a la vida real, pero eso no te da derecho a ser cruel". Desde ahí te puedo ayudar. Desde que te comprendo, te ayudo y te acompaño mejor.
A mí la palabra "acompañar" me parece fantástica. Yo tengo dos hijas y las he acompañado durante mucho tiempo; en otros momentos no he podido estar por trabajo, pero cuando he estado, las he estado acompañando. Y yo he sido autoritario, he sido sobreprotector, he intentado ser muy colega... y, al final, el que mejor resultado me ha dado, ha sido "¿pero qué te pasa?, ¿qué sientes?".
Cuando se llega al punto en el que parece que el adolescente no quiere escuchar a los padres, ¿qué consejos darías a esos progenitores para comunicarse de manera adecuada con sus hijos?
Ese prejuicio de los adolescentes no escuchan... Yo hago conferencias para 500, 700, 800 jóvenes y los tengo callados dos horas. El cómo les hablas y desde dónde les hablas es muy importante. Hay un psicoterapeuta alicantino familiar que lo explica muy bien; habla de tres tipos de comunicación: la afectiva, la efectiva y la superficial. La afectiva es cuando nuestros hijos o nuestras hijas nos cuentan cosas en esa edad tan complicada.
"Mi adolescente no me habla". ¿Qué hiciste cuando era pequeño?, ¿lo escuchaste?. Cuando te iba a contar una cosa y tú estabas muy ocupado o muy ocupada, poco a poco se fue retrayendo y ya no te cuenta en la adolescencia.
Si vienen a contarte, el truco está en no interrumpir, no juzgar, no dar por hecho cosas, no hacer un interrogatorio, dejar que cuenten. Ese momento es mágico. Una vez te cuentan, tú coges información, pero esa información luego la tienes que procesar: ¿cuáles son las normas de esta casa?, ¿cuáles los límites?, ¿qué opinión tengo sobre el consumo de alcohol, drogas, uso de tecnologías y de todo el entorno adolescente?
La adolescencia suele ser el resultado de lo que hemos hecho de los 0 a los 12 años
Y en otro momento, te diriges a él y le dices "oye, aquello que me contaste el otro día, que estuvimos dos horas hablando, yo escuchándote, me hablaste de que tus amigos consumen drogas, que ya han tenido relaciones sexuales... ¿y tú qué piensas?. Yo pienso que para ti lo mejor sería esto. ¿Estamos de acuerdo?". Ya estableces una serie de normas y límites. Esto es comunicación efectiva.
Y luego, la superficial es aquella que se debería tener en la mesa cuando estás cenando, cuando estás comiendo; se utiliza, a veces, la mesa para establecer normas, límites o consecuencias. Hay gente que sigue con los castigos o las consecuencias y estropean el momento mágico también, que es comida en familia. En la comida en familia, puedes hablar de los youtubers, de los streamers de los instagrammers... Tu hijo pensará "mira, mi padre se interesa por lo que me gusta".
Tú preguntas a muchos padres y a muchas madres a quién siguen sus hijos y no tienen ni idea. Como ha habido esa brecha tecnológica, no saben, pero nuestros hijos, nuestras hijas, se están educando o algunos están copiando modelos de comportamiento y dando como válidos algunos comportamientos que salen en redes que no son los más adecuados. Entonces, en la comunicación ayuda tanto la afectiva como la efectiva y la superficial. Todo ayuda.
¿Se lo están poniendo un poquito más difícil las redes y las nuevas tecnologías a los padres con los adolescentes?
Claro. Igual que hay padres y madres autoritarios, sobreprotectores, colegas, negligentes... hay una tipología de padres y madres respecto a las redes, que son censurados, desconectados, desconocedores, followers. También podríamos poner muchos modelos educativos dentro de lo que es la irrupción de las redes, de las tecnologías.
Hay muchos papás y muchas mamás que, por desconocimiento, no se preocupan. Ahí la brecha es mucho más grande. Yo me acuerdo que, al principio, con mis hijas tenía ciertos problemas porque, por la manera en la que yo las redes, para ellas yo era un dinosaurio: "papá, tú no sabes". Y la pequeña me cogía el perfil de Instagram y me decía "esta letra es feísima", y me ponía al estilo de las cosas que le gustaban a ella. Yo le decía "mira, mis redes son de otra manera, entiendo que me lo quieras explicar, pero mis redes no son de postureo, son más de trabajo, pero bueno, te lo agradezco". Yo abrí esa puerta: "venga, enséñame cómo se postea, qué música se utiliza, cómo se pone la música...", todo eso. Si tú te mantienes al margen y, encima, le compras un pepino de smartphone a tu hijo o tu hija con 8 años y no te preocupas de lo que está viendo, claro que van a surgir problemas, porque ellos saben usarlo, pero no saben los riesgos.
Frente a esta brecha tecnológica, soy embajador de un proyecto muy bonito que se llama proyecto FES (Formación, Educación, Sensibilización). ¿Qué hacemos? Como nos han pasado por encima, a prohibir. Vamos al otro lado, vamos a prohibirlo todo. No, vamos a formar, educar y sensibilizar. Pero no solo a los chavales, sino también a padres y madres. Desde ahí puede haber un acompañamiento mucho mejor y puedes evitar riesgos.
Al final, lo que se quiere es que haya un uso saludable de estas tecnologías porque están ahí, se van a quedar y van a ir a más, asi que, que haya un uso saludable y no patológico en las redes, en los videojuegos, en el uso del móvil, en las apuestas... en todo lo que tiene que ver con el mundo online donde están metidos nuestros hijos.
Cuando, además de una relación deteriorada o con falta de comunicación, aparecen las conductas disruptivas en nuestro hijo adolescente, ¿cómo pueden los padres gestionarlas? ¿Con firmeza?
Sí, la firmeza está bien. Desde el cariño, tú te puedes poner firme ante un comportamiento que no es el adecuado. Hay normas y límites que pueden ser un poco flexibles y otros, infranqueables. Eso se lo tienes que dejar muy claro. Lo más importante es establecer unas normas, unos límites y unas consecuencias. Las consecuencias se tienden a enmascarar con castigos o a confundir con castigos. Seguimos haciendo lo mismo. "Si tú haces esto o te saltas este límite, papá y mamá te harán esto"; y, "si tú te pasas de la hora de no sé qué, te quitamos el móvil"... cuando lo ideal sería educar en una frase muy bonita de una ponencia que es "¿qué queremos, hijos obedientes o hijos e hijas responsables?" Pues a mí me gusta la responsabilidad, es decir, cumplo la norma, pero porque la entiendo.
Con los terminales móviles, todo el mundo dice "¡le pongo dos horas y a, las dos horas en punto, ya le estoy diciendo que lo apague!". Yo diría "ponle un banco de horas a la semana: puedes utilizar esto 30 horas, distribuyelas como quieras". Habrá algunos que el lunes se hayan fundido las 30 horas. ¿Cómo empiezo a trabajar eso? Que lo vea. Que se duerma en el cole, que falle en el examen, que vea las consecuencias de estar tantas horas metido en el móvil, si no no va a aprender nunca.
¿Cuándo es preciso acudir a un profesional con nuestro hijo adolescente por su comportamiento?
Es importante comprender las características del adolescente. Cuando yo entiendo esas características, pues hay comportamientos de mi hijo, de mi hija que lo tengo que poner dentro de lo normal, como que no me quiera hacer tanto caso, que no quiera recoger la habitación, que me pegue alguna contestación de vez en cuando... Podríamos poner el límite en los portazos, en las malas contestaciones o insultos, en no cumplir horarios de venir a casa...
Hay que detectar qué se saldría de lo normal. ¿Qué es lo normal en adolescentes? El pasotismo, incluso la higiene, la pereza... El cerebro está en remodelación, hay que entenderlo para esas cosas normales. ¿Qué es lo que no es normal? Que tu hijo o tu hija está consumiendo drogas, ya sea alcohol u otras drogas, que tu hijo o tu hija esté constantemente metido en el teléfono, que cada vez que el intento decir "oye, vamos a comer" o le pido que cumpla una norma se la salte por sistema. Ahí sí que tienes que buscar reconducción de la conducta, reconducción del comportamiento ¿o hay una patología? Hay que saber diferenciar muy bien para ver a quién asistes.
En los casos más graves, yo lo ingresaría. Si yo, como padre o como madre, no me veo capaz, tengo dos vías: la vía de la denuncia y me lo van a meter en un centro de menores (normalmente, por violencia filio parental, si no ha sido muy grave, son dos o tres meses en un centro de privación de libertad); y la vía de centros privados, donde va a estar a lo mejor algún tiempo más y te pueden ayudar.
Yo he sido autoritario, he sido sobreprotector, he intentado ser muy colega... y, al final, el que mejor resultado me ha dado, ha sido "¿pero qué te pasa?, ¿qué sientes?"
¿Si es por adicción? Lo veo más problemático porque sí que hay centros buenos de reconducción de la conducta de adolescentes, pero centros de adicciones específicos de adolescentes no hay muchos que sean especialmente buenos. Yo conozco el de Marc Masip, que tenía un programa muy chulo, sobre todo de adicción a las tecnologías, que se llamaba Desconect@.
En general es eso, hay que ir cuando tú detectas que los comportamientos de tu hijo o de tu hija no son normales. Lo malo es que, como padre o como madre, a veces normalizamos muchas cosas, pues "me da mucha vergüenza que mi hijo, mi hija, se comporta de esta manera". Y todos lo dicen: "¿qué habré hecho mal? Es que le he protegido mucho, le he consentido mucho..." Y se culpan más, pero, de la misma manera, dicen que es el niño el que necesita tratamiento. Yo tengo un curso ahora que se llama El reto de educar hoy (https://pedroaguado.es/el-reto-de-educar-hoy), que no va para chavales, va para padres y madres; y ahí les explico todo esto: los modelos educativos y de comunicación... y también les pongo un vídeo donde yo le cuento mi historia: cómo empecé, cómo odiaba a mi madre, cómo yo me justifiqué para comportarme de esa manera... Pero luego el trabajo es tuyo, que tú veas los vídeos y analices si estás utilizando este modelo y si tienes un cuadrante coherente de normas y límites o, si un un día le digo que recoja el baño, otro día le recojo yo la habitación, otro día le estoy gritando, otro día le hablo con cariño... Esa incoherencia en la educación también favorece el mal comportamiento.
Por eso, habría que distinguir entre el mal comportamiento y el comportamiento patológico. En 'Hermano Mayor', a algunos chavales los miraba y pensaba "pero si este chaval no es malo, este chaval, primero, necesita un abrazo; segundo, necesita que sus padres entiendan algunas cosas". Los pobres padres, siempre lo digo, lo habían hecho lo mejor que han sabido, así que eso también es fundamental. O sea, no puedes juzgar a una persona. Yo juzgo a los padres cuando se quieren sacar la responsabilidad. Los padres que se arremangan y dicen "lo he hecho así hasta ahora, lo he hecho de esta manera, pero, oye, yo quiero hacer las cosas bien", como me pasó a mí. Yo, con mis hijas, con la pequeña sobre todo, dije "cariño, yo creo que el modelo este autoritario mío de ponerme a gritar no funciona". Y me puse a estudiar y, a través de lo emocional, fue como la seda.
¿Notaste cambio?
Muchísimo cambio. Desde la comprensión. "Si yo te entiendo, hija, es que lo has pasado fatal. Me separé de tu madre, he estado viajando, en el cole te iba mal, dificultades de aprendizaje..." hasta que yo me calmé, hablé con una psicopedagoga y me dijo "espérate, que tiene que encontrar su sitio". Y así fue. Acabó la ESO, se metió en Bachillerato Artístico, no lo aprobó, pero hizo un curso puente para meterse en Diseño de Interiores y Obras.
Es muy importante ese cambio de mirada hacia los hijos y las hijas, es decir, qué hay detrás de ese comportamiento, de esa rebeldía, porque es mi hija me estaba diciendo a gritos que las matemáticas no se le dan tan bien. Ahora está en 4.º de carrera, sacando nueves y dices y becada.
Encontrar tu sitio es básico para calmar la ira y esos comportamientos. Me preguntabas antes de qué hacer: primero, detectar de dónde viene el origen de ese mal comportamiento, del portazo, del grito... El consumo de drogas es la punta del iceberg. ¿Qué hay debajo? Hay que ver lo que hay en la base, y lo que hay en la base viene desde pequeñines.
Yo me acuerdo y, sin culpar a mis padres, que lo hicieron lo mejor que supieron, que me hicieron un documental y una psicóloga me dijo que muchos de mis problemas es que me habían hecho daño en el ego. Además, sin verme. Le contaron mi historia y lo dijo. Y yo pienso, ¿cuándo me hicieron a mí daño en el ego? Y empecé a tirar para atrás y volví al divorcio de mis padres, que yo no supe llevar bien. En los años 80, imagínate, novedad total. En el cole me hicieron bullying porque era el único que tenía los padres divorciados dentro de clase. Era el raro.
Luego, una profesora utilizó una estrategia para motivarme, que fue un poco dura; me hizo salir a la pizarra, creo que era 7.º de EGB, hice un cuatro, pero cerrado por arriba, no los hacía bien, parecía un 9. Entonces, hice la resta y dice "no, eso está mal". Digo, "no, está bien, esto es un cuatro". Y llamó a un niño de 3º de EGB e hizo un cuatro delante de toda la clase. Imagínate la humillación que yo sentí. Pero yo había crecido sin darle importancia.
Luego, mi padre. Yo no comía el pan y me acuerdo que me daba un bocata de jamón y decía "cómete el pan". Un día me siguió, me vio que tiraba el pan y me dijo "¿te has comido el pan?". No terminé de decirle que sí, que me dio un bofetón delante de todos mis amigos. De esas cosas yo no me acordaba, pero son cosas que te van marcando. Y mi padre tampoco sabía que eso podía tener tanta repercusión en mí, porque luego yo como deportista era un bestia y entrenaba muchísimo y destacaba. Pero, por otro, lado tenía mi autoestima dañada por cosas que me habían pasado. Entonces, es muy importante cómo nos comunicamos, cómo les hacemos sentir de pequeñitos, cómo les acompañamos.