La serie Adolescence, de Netflix, narra en tan solo cuatro capítulos el desgarrador hundimiento de una familia que asiste a la detención de su hijo de 13 años, acusado del asesinato de una compañera de su escuela. Al margen de su valor cinematográfico, que ha sido resaltado por especialistas en la materia, la trama ha puesto encima de la mesa la posibilidad de que en algún momento los hijos se conviertan en auténticos extraños para sus propios padres.
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¿Es una realidad frecuente? ¿Qué factores influyen? ¿Cómo hacer que los hijos confíen en la familia cuando están pasando por momentos delicados? Irene López, psicóloga y directora del centro Anda Conmigo, de Boadilla del Monte (Madrid), contesta a estas y otras preguntas.
A menudo, los padres se quedan con una imagen infantil de sus hijos, que ya no corresponde a la realidad, lo que dificulta reconocer señales de alerta o comportamientos preocupantes
¿Cuál es la responsabilidad de padres, educadores y sociedad cuando un adolescente salta los márgenes de la violencia?
Cuando un adolescente cruza los márgenes de la violencia, la responsabilidad recae en diversos actores sociales, comenzando por la familia. Los padres tienen el deber fundamental de brindar una educación basada en el respeto y el manejo adecuado de las emociones. Esto implica fomentar desde la infancia la capacidad de reconocer y expresar sentimientos sin recurrir a la agresión, así como establecer límites claros y coherentes que les permitan desarrollar habilidades de autorregulación emocional. Además, deben estar atentos a señales tempranas de conductas agresivas o dificultades emocionales, proporcionando un entorno seguro donde el adolescente pueda hablar abiertamente sobre sus preocupaciones sin temor al juicio.
Por su parte, los educadores tienen la responsabilidad de promover espacios de convivencia positiva en el ámbito escolar. Esto incluye implementar programas educativos que fortalezcan la empatía, el trabajo en equipo y el manejo de conflictos de manera pacífica. Los centros educativos deben contar con protocolos claros de actuación ante episodios violentos y capacitar al personal para identificar y abordar situaciones de riesgo. La sociedad, en su conjunto, también desempeña un papel crucial al garantizar recursos accesibles de apoyo psicológico y comunitario, así como fomentar políticas que promuevan la inclusión y el bienestar emocional de los jóvenes. Solo mediante la cooperación de todos estos agentes se puede prevenir la escalada de comportamientos violentos y brindar al adolescente herramientas efectivas para manejar sus emociones de manera saludable.
¿Qué aspectos son los que más pueden influir en que un adolescente cruce la peligrosa línea para llegar a ser un delincuente o cometer un hecho grave?
El paso de la adolescencia a la delincuencia no ocurre de forma repentina, sino que suele estar determinado por una combinación de factores personales, familiares y sociales que configuran el comportamiento del joven. Uno de los aspectos más relevantes es la falta de regulación emocional y la escasa capacidad de autocontrol, lo que puede llevar al adolescente a reaccionar de manera impulsiva ante situaciones de frustración o conflicto. Además, una baja autoestima o la sensación de falta de pertenencia pueden hacer que busquen validación en grupos que normalizan la violencia o las conductas delictivas.
El entorno familiar y social también juega un papel crucial. La exposición continua a situaciones de violencia doméstica, el abandono emocional o la falta de referentes positivos pueden predisponer al adolescente a reproducir patrones agresivos. Asimismo, el contacto con grupos que fomentan la delincuencia refuerza actitudes antisociales, especialmente cuando el joven encuentra en ellos un sentido de identidad o pertenencia que no consigue en otros contextos.
Otro factor fundamental es el fracaso escolar y la falta de oportunidades laborales, que generan una sensación de exclusión y desesperanza. La percepción de que el sistema educativo no les ofrece un futuro puede empujarles a buscar alternativas en conductas de riesgo o actividades delictivas. A esto se suma la influencia de contenidos violentos en redes sociales o videojuegos, que pueden distorsionar la percepción de la realidad y legitimar el uso de la violencia como una forma de resolver conflictos. La clave para prevenir este tipo de situaciones radica en la detección temprana de señales de riesgo, así como en el acompañamiento emocional y educativo, que proporcione alternativas positivas y un entorno seguro donde el adolescente pueda expresar sus inquietudes y emociones de manera saludable.
¿Los contenidos que ven en las redes sociales pueden hacer que un adolescente se vuelva misógino y machista o hay más detrás?
Las redes sociales pueden desempeñar un papel importante en la formación de actitudes misóginas y machistas en los adolescentes, pero no son el único factor determinante. Es cierto que algunas plataformas amplifican mensajes de odio o contenido que promueve la cosificación de la mujer y la violencia de género, especialmente a través de influencers o comunidades que normalizan estos discursos. La repetición constante de estos mensajes puede influir en la construcción de la identidad del joven, reforzando actitudes discriminatorias o violentas hacia las mujeres.
Sin embargo, el impacto de estos contenidos depende en gran medida de factores previos, como el entorno familiar, la educación recibida y las experiencias personales del adolescente. Los jóvenes que han crecido en contextos donde la violencia de género es tolerada o que carecen de referentes positivos tienden a ser más vulnerables a interiorizar estos mensajes. Además, la falta de pensamiento crítico y la ausencia de una educación en igualdad y respeto hacen que asimilen estos discursos sin cuestionarlos.
Por otro lado, el sentimiento de frustración o inseguridad personal también puede predisponer al adolescente a adoptar estas actitudes, ya que el discurso misógino les ofrece una explicación simplista y culpabilizadora frente a sus propios problemas. Por eso, más allá de controlar el contenido que consumen, es fundamental que las familias y educadores promuevan un pensamiento crítico y fomenten espacios de diálogo donde los jóvenes puedan expresar sus inquietudes y reflexionar sobre lo que ven en redes. Así se logrará que desarrollen una perspectiva equilibrada y respetuosa hacia los demás, especialmente hacia las mujeres.
Las redes sociales pueden desempeñar un papel importante en la formación de actitudes misóginas y machistas en los adolescentes, pero no son el único factor determinante
En casos de una serie como 'Adolescence' que pone encima de la mesa temas tan duros, ¿aconsejan que los padres la vean acompañados de sus hijos?
Sí, ver una serie como Adolescence en compañía de los hijos puede ser una oportunidad muy valiosa para abrir un diálogo sincero y reflexivo sobre temas complejos como el bullying, la violencia y el impacto de las redes sociales. Sin embargo, esta experiencia conjunta debe plantearse desde el acompañamiento y la orientación, ya que el contenido puede resultar impactante o difícil de procesar para algunos adolescentes.
Lo ideal es que los padres vean primero algunos episodios o fragmentos para conocer el enfoque y el tratamiento de los temas, y así prepararse para responder preguntas o gestionar las emociones que puedan surgir. Si deciden verla juntos, es fundamental fomentar un espacio de comunicación abierto, donde los jóvenes puedan expresar lo que sienten o piensan sobre lo que están viendo. Durante y después de la visualización, los padres pueden aprovechar para preguntar cómo se sienten al respecto, qué opinan de las situaciones mostradas o si conocen casos similares en su entorno. Esto no solo favorece la reflexión crítica, sino que también fortalece el vínculo familiar y muestra a los hijos que cuentan con un apoyo seguro para hablar de cualquier problema que les afecte.
Si los padres consideran que el contenido es demasiado fuerte o inapropiado para la edad de sus hijos, pueden optar por ver la serie ellos mismos y luego abordar los temas de manera adaptada, planteando conversaciones sobre violencia, redes sociales o manejo emocional sin necesidad de exponer directamente a los adolescentes al contenido audiovisual. En cualquier caso, lo más importante es que los padres estén presentes, disponibles y dispuestos a escuchar, aprovechando la serie como una herramienta para abordar temas difíciles desde el diálogo y la comprensión mutua.
¿Cómo hablar con los hijos de la violencia que cometen otros?
Hablar de la violencia que cometen otros puede ser un desafío para los padres, pero es fundamental abordarlo de manera clara y adecuada para fomentar la reflexión y el pensamiento crítico en los hijos. El primer paso es crear un espacio de diálogo en el que el niño o adolescente se sienta seguro para expresar sus inquietudes o miedos. Es importante que los padres se muestren calmados y abiertos a escuchar, evitando actitudes de alarma o juicio que puedan inhibir la conversación.
Lo ideal es adaptar el lenguaje a la edad del hijo, siendo honestos pero sin dar detalles innecesarios que puedan generar angustia. Por ejemplo, en niños pequeños, se puede hablar de manera general sobre el hecho de que algunas personas, cuando están muy enfadadas o no saben manejar sus emociones, pueden actuar de manera incorrecta y hacer daño a otros. Con los adolescentes, en cambio, se puede profundizar más en las causas sociales, emocionales o culturales que pueden llevar a alguien a comportarse de manera violenta, fomentando una reflexión crítica y empática.
Durante la conversación, es esencial reforzar valores como el respeto, la empatía y la resolución pacífica de conflictos. Los padres pueden aprovechar para transmitir mensajes sobre la importancia de pedir ayuda si se sienten en riesgo o si presencian situaciones violentas, así como recalcar que la violencia nunca es una respuesta adecuada ante el conflicto. Además, es útil plantear preguntas abiertas como "¿Tú qué piensas sobre lo que ocurrió?" o "¿Cómo crees que podría haberse evitado?" para fomentar el razonamiento autónomo y el análisis crítico. De esta manera, se logra no solo informar, sino también formar ciudadanos más conscientes y responsables.
¿Qué factores protectores puede poner en marcha la familia para evitar situaciones como las que se relatan en la serie?
La familia desempeña un papel fundamental en la prevención de situaciones de riesgo como las que se abordan en la serie Adolescence. Para ello, es crucial implementar factores protectores que promuevan el bienestar emocional, el desarrollo social y el fortalecimiento de la autoestima en los adolescentes. Uno de los pilares esenciales es fomentar un entorno familiar seguro y de apoyo, donde los hijos se sientan valorados y respetados. Esto implica practicar una comunicación abierta y empática, en la que los jóvenes puedan expresar sus preocupaciones sin temor a ser juzgados o castigados.
Otro factor protector clave es el fortalecimiento de la autoestima y el autoconcepto positivo. Los adolescentes que se sienten seguros de sí mismos y tienen una identidad bien definida son menos propensos a buscar validación en grupos problemáticos o en entornos digitales nocivos. Para ello, es fundamental que los padres reconozcan sus logros y fomenten su autonomía, permitiéndoles tomar decisiones adecuadas a su edad y aprender de los errores sin temor al juicio.
Además, la educación en habilidades socioemocionales es fundamental para que los adolescentes aprendan a gestionar sus emociones, resolver conflictos de manera pacífica y reconocer cuando están siendo influenciados negativamente. La familia también puede promover el uso responsable de las redes sociales, estableciendo límites claros y fomentando el pensamiento crítico sobre los contenidos que consumen. Por último, crear una red de apoyo sólida con otros familiares, amigos y profesionales puede ser esencial para brindar recursos adicionales en momentos de dificultad, mostrando que siempre hay opciones de ayuda disponibles.
Los adolescentes que se meten en problemas graves no suelen confiar en la familia, ¿cómo hacer que exista esa cercanía entre padres e hijos para que, llegado el caso, puedan apoyarse en los progenitores?
La cercanía emocional entre padres e hijos no surge de manera espontánea, sino que se construye desde la infancia a través de la comunicación abierta, el respeto mutuo y el acompañamiento emocional. Para que los adolescentes sientan que pueden confiar en sus padres cuando atraviesan situaciones difíciles, es fundamental que perciban el hogar como un espacio seguro y libre de juicio. Esto implica escuchar activamente, sin interrumpir ni reaccionar de manera exagerada cuando expresan sus preocupaciones o conflictos.
Uno de los errores comunes es esperar que el adolescente hable solo cuando hay problemas graves. En cambio, es necesario cultivar el hábito de la conversación cotidiana, interesándose genuinamente por sus intereses, amistades y emociones. Preguntas abiertas como "¿Cómo te fue hoy?" o "¿Qué te preocupa últimamente?" pueden marcar la diferencia al generar un espacio de expresión sin presión. Además, es importante evitar respuestas críticas o moralizadoras, ya que esto puede generar un bloqueo emocional y llevar al adolescente a guardar sus problemas para sí mismo.
Para construir esa confianza, los padres deben mostrar que están disponibles y dispuestos a ayudar, incluso si no tienen todas las respuestas. Reconocer sus propios errores y compartir experiencias personales también puede humanizar la figura parental, mostrando que equivocarse es parte del aprendizaje y que siempre hay formas de resolver las dificultades. De este modo, el adolescente se sentirá acompañado en lugar de juzgado, aumentando la probabilidad de que, cuando enfrente un problema grave, recurra a su familia como fuente de apoyo y orientación.
¿Es frecuente que los padres desconozcan la esencia de sus hijos o consideren imposible que lleguen a ciertos límites, como pasa en la serie?
Sí, es bastante frecuente que los padres desconozcan aspectos fundamentales de la vida emocional o social de sus hijos, especialmente durante la adolescencia. Esto ocurre porque muchos padres tienden a ver a sus hijos desde la perspectiva de lo que creen que son o de lo que esperan de ellos, sin prestar suficiente atención a los cambios propios de esta etapa de desarrollo. A menudo, se quedan con una imagen infantil que ya no corresponde a la realidad, lo que dificulta reconocer señales de alerta o comportamientos preocupantes.
Además, la falta de comunicación efectiva y el ritmo de vida actual pueden hacer que los padres pierdan el contacto cercano con sus hijos, sin darse cuenta de que están atravesando conflictos internos o problemas sociales. La tendencia a minimizar ciertas actitudes como simples "cosas de la edad" también contribuye a que algunos comportamientos preocupantes pasen desapercibidos. Por ello, no es raro que muchos progenitores se sorprendan profundamente cuando descubren que su hijo ha cruzado ciertos límites o ha cometido actos graves, como los que se presentan en la serie Adolescence.
Para evitar esta desconexión, es fundamental que los padres practiquen una escucha activa y sin juicio, fomentando el diálogo abierto desde temprana edad. Es importante interesarse genuinamente por lo que piensan y sienten los hijos, sin desestimar sus preocupaciones como triviales o pasajeras. Además, desarrollar habilidades de observación y empatía permite captar cambios sutiles en el comportamiento o el estado de ánimo que puedan indicar que algo no va bien. De esta manera, los padres estarán mejor preparados para acompañar y apoyar antes de que la situación alcance un punto crítico.