Boticaria García es una de las científicas y divulgadoras más reconocidas actualmente. Farmacéutica y nutricionista, su último libro Misterio en el supermercado (Ed. Destino) es una invitación a que los más pequeños de la casa (desde los cinco años) descubran los secretos de la nutrición. Lo hace apoyándose en las andanzas de unos mellizos, Kim y Mika, que con la ayuda de un microscopio mágico y de su abuela, que rompe todos los estereotipos, van descubriendo y ayudando a los lectores a tener respuestas por sí mismos a través del juego. Hemos hablado con ella.
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Hay que saber que hay alimentos que no tienen nada positivo, que están diseñados y fabricados para gustar y para que se coman de manera compulsiva
Este es tu primer libro dedicado a público infantil. ¿Crees que a edades más tempranas es más fácil que acepten determinados cambios en la alimentación?
Realmente, de lo que me he dado cuenta es de que estoy en muchos medios de comunicación hablando para adultos de distintas etapas, porque siempre he dicho que me interesan todos los públicos y a la vez siempre me quejo de que falta formación. Y entonces un día pensando dije, claro, no están formados porque los niños no se forman. Y fíjate que he dejado crecer a mis adolescentes que tienen ahora ya 13-14 años sin darme cuenta de esto. Porque muchas veces nos enfocamos en lo que uno cree más importante que es inmediato, al final los adultos, pero los niños son los que vienen. Y el dato es que uno de cada tres niños en España tiene sobrepeso y obesidad. Y al final sabemos que el sobrepeso y la obesidad en los niños tiene una correlación con las enfermedades metabólicas en la edad adulta.
A un niño nunca le gusta que le digan lo que tiene que hacer, ni antes ni ahora. Pero sí que es verdad que ahora competimos con una fuente de dopamina más barata, que no teníamos nosotros, que son las pantallas. Para nosotros, el TBO ya nos parecía maravilloso, pero los niños necesitan algo más y por eso me pareció buena idea el microscopio mágico para que con una herramienta de juego sean ellos mismos los que descubran qué hay dentro de los alimentos.
Porque si el niño ve con sus ojos qué hay dentro de una naranja o qué hay dentro de un zumo, o qué hay dentro del aceite de oliva o dentro de la mantequilla y puede comparar, claro, cuando vea luego esa palmerita con los emojis dentro, puede decir, "mira, uy, esto no me suena que era lo bueno". Dentro de que el libro está hecho con toda la flexibilidad y hay mensajes de que no pasa nada por tomarse unas galletas, es decir, hay que vivir la vida. Pero desde luego la vida es la que nos empuja a comer muy mal.
Y este mismo libro, ¿cómo lo plantearías para un adolescente? Porque en esta etapa ellos deciden en muchas ocasiones...
Para un adolescente desde luego el reto es mayor. Y creo que para un adolescente, además de que existan libros enfocados en alimentación, que yo personalmente pienso que mis hijos podrían leer perfectamente cualquier libro de adultos, hay que tener claro que para ellos lo que es clave son las redes sociales, que es su formato de consumo habitual ahora mismo.
Yo no soy de prohibido prohibir, pero desde luego hay que restringir el acceso a alimentos que no son saludables en un contexto en el que uno de cada tres niños tiene sobrepeso y obesidad. Si lo más disponible siempre es lo más palatable, lo más barato, pues vamos mal. Por eso, me pareció interesante la iniciativa del Ministerio de Consumo sobre las máquinas de vending en los centros educativos. Creo que es positiva, pero solo un pequeño paso dentro de una serie de medidas.
Hay que regular la publicidad y la influencia que ejercen los ídolos con respecto a la alimentación. No podemos hacer que sus ídolos les induzcan a consumir alimentos que no son saludables. Porque te encuentras el caso de mi hija, que no le gustan determinadas hamburguesas, que de repente te pide la XXL con todo, ¿por qué? Porque su cantante favorita publicita esa hamburguesa. Yo entiendo que es lícito que haya publicidad de todo tipo, pero con los menores, que son vulnerables, hay que tener más cuidado.
En este problema del sobrepeso infantil, alimentación y sedentarismo están muy relacionados...
Las pantallas compiten con la actividad física de manera directa. Y eso lo vemos todos en nuestras familias. Yo de pequeña con mis primos me salía al patio en casa de mi abuela y jugábamos a la comba, jugábamos a la pelota. Ahora mis hijos y sus primos para que salgan a jugar hay que mandarles que salgan a jugar.
Es verdad que había la tele, pero la tele no nos consumía el tiempo como ahora y además en la tele cuando nosotros éramos pequeños ponían dibujos los sábados por la tarde de 3 a 4 y ya está. Ahora cada niño tiene su tablet, te engañan diciendo que juegan entre ellos y que con eso ya están socializando y entonces todos nos autocomplacemos. No es que juegan entre ellos, está fenomenal que lo hagan, pero ¿qué pasa con moverse? El movimiento es necesario, la píldora más antiinflamatoria que hay es el movimiento y por eso en el libro, yo termino con esa píldora. El libro termina con una canción donde hay un mensaje secreto de cómo conseguir dopamina de la buena, no la de la palmera que también nos daba dopamina, pero saltando y moviéndote o jugando con otros amigos, tocando instrumentos, haciendo otro tipo de actividades que nos estimulen y yo creo que la clave es la estimulación.
Al final vivimos en un mundo muy diferente, las pantallas lo han cambiado todo y necesitamos enganchar de alguna manera, yo entiendo que un microscopio mágico de celofán no es una tablet, pero es más entretenido y mi experiencia al final es que cuando he probado el libro con los niños, les encanta mirar qué hay al otro lado, la curiosidad es innata a los niños.
Al final la base de lo que comemos está en la cesta de la compra, ¿cómo pueden los niños influir en esta cesta de la compra familiar?
Bueno, muchas veces los niños son los que te sacan los colores. Los padres ahora tenemos mucha inquietud por formar a nuestros hijos, llega el sábado y tenemos que llevarle al cuentacuentos, al taller de robótica, a una exposición porque hay que estimularles, y yo pienso que hay un sitio muy barato para estimular a los niños que es el supermercado, donde hay cosas de colores, que son las frutas y las verduras, que tienen unos pigmentos que son antioxidantes, donde los niños pueden descubrir un montón de frutas diferentes, donde pueden descubrir un montón de pescados que son distintos, y que la actividad sea 'vamos a ir al supermercado a ver qué hay, qué nos encontramos, qué nos apetece'.
Eso en vez de ir al supermercado con el niño dándole la mano, 'no toques esto, no tires esto'... Claro que a lo mejor llevarlo a hacer la compra cuando queremos hacer la compra del mes, y tenemos 20 minutos ramplones, no es buena idea. Pero ir con los niños sin prisa, simplemente a enseñarles o a que descubran, comprar comida, llevarla a casa y cocinarla, es la manera de que ellos formen parte, y seguro que están mucho más predispuestos a comerse ese plato, y a incorporar y decir, oye pues mira, un fin de semana hemos inventado un plato, hemos cogido este pescado, hemos cogido este bote de garbanzos, y lo hemos mezclado con no sé qué, o estas nueces...
Dedicamos tiempo a muchas cosas, yo el cuento del tiempo no me lo creo, porque dedicamos de media a más de seis horas a internet, de las cuales bastante son en redes sociales, no tareas productivas necesariamente, y nuestros hijos pasan muchas horas viendo las pantallas, entonces realmente sí que tenemos tiempo, lo que pasa es que lo empleamos en otras cosas, igual que llevamos al niño a otras actividades, ¿por qué no esto?
Algunos expertos advierten de que cuando señalamos algún alimento como malo, como negativo a los niños, esa rigidez o ese señalamiento puede hacer que haya más riesgo luego hacia un trastorno de la conducta alimentaria, ¿cómo has trabajado esto en el libro?
Es una línea muy complicada, me gusta mucho esa pregunta, porque le he dado millones de vueltas a cómo enfocarlo, porque realmente hay ingredientes que no son saludables, es decir, la grasa de palma no es una grasa saludable nunca, no lo va a ser nunca. Hay ingredientes que no son necesarios. Y luego hay alimentos que los incluyen que pueden ser más o menos saludables.
Es complicado porque yo no quería caer en la demonización de ningún alimento, pero sí que es cierto que tampoco podemos ponernos una venda en los ojos y volver al 'hay que comer un poco de todo', porque el hay que comer un poco de todo es un mensaje muy complaciente, que le viene muy bien a la industria que genera estos productos.
Yo sí que creo que hay alimentos que son completamente prescindibles, es decir, estas palmeritas que tenemos encima de la mesa son prescindibles, no hace falta comerlas, no pasa nada por comerlas, pero la última prueba del libro para mí era clave, que era una prueba en la que enfrentaba una galleta maría y una palmerita, y tenían que decidir cuál era más saludable. Las pistas eran la que tuviera más fibra y la que tuviera más grasas buenas. La manera de enfocarlo es que ellos no busquen en los ingredientes las cosas malas, sino lo que se pide es que comparen cuál tiene más fibra de los dos, o qué distintos azúcares hay, pero no que vayan buscando lo negativo. La flexibilidad viene con el personaje de la abuela que dice 'yo tengo un bote de galletas de jengibre en mi invernadero', porque de vez en cuando no pasa nada, es decir, la abuela es flexible y el mensaje es no pasa nada por comer galletas de vez en cuando.
Pienso que hay que ser flexible, y yo soy la primera que hablo de que no hace falta que te vuelvas loco con el pan integral, puedes tomar pan blanco y pan integral, pero hay que dejar claro que unas cosas son mejores que otras porque realmente no somos conscientes de que hay un problema. En el Estudio Aladino lo que se ve es que el 80% de los padres de niños que tienen sobrepeso, consideran que su hijo no tiene sobrepeso, son datos muy negativos, pero la mitad de los que tienen obesidad, tampoco consideran que su hijo tenga obesidad. Entonces hay una delgada línea entre los mensajes que puedes lanzar para no generar un trastorno de conducta alimentaria, que es algo terrible y que tenemos que evitar a toda costa, y aquí creo que uno de los grandes problemas está en las redes sociales, pero, ojo, que nuestra percepción de la realidad, a veces es diferente y cuando a la gente le preguntas qué come, todo el mundo te dice que come bien.
Hay que saber que hay alimentos que no tienen nada positivo, que están diseñados y fabricados para gustar y para que se coman de manera compulsiva, y eso genera también un trastorno de la conducta alimentaria.
¿Qué ideas básicas deberíamos mantener en una alimentación infantil saludable?
Para los padres, veo una cosa clave que es que el menú infantil no existe. Eso me parece clave, porque no hay ninguna guía nutricional donde esté puesto que los niños tienen que tomar alimentos concretos, si no hablamos de tamaño de la ración. No está escrito en ningún sitio que los niños tengan que tomar salchichas y espaguetis, como norma, y hay que luchar contra ese caballo de batalla.
Y con respecto a qué introducir, pienso que muchas veces con los niños nos faltan ideas con respecto a los snacks, a las meriendas, a los desayunos, entonces yo ahí creo que es muy bueno incluir los frutos secos crudos o tostados, cuando ya tienen edad de tomarlos, los frutos rojos como snacks, aumentar el consumo de legumbres... No puede ser que los niños sepan lo que es un bubble tea y no sepan lo que es un potaje. Tienen que tomar más legumbres y acostumbrarles también a los fermentados, el kéfir...
Y luego algo que me parece chulo que son las especias, porque no las usamos mucho y si tú añades canela en vez de azúcar, o añades especias en alguna comida, lo que vas a limitar es el uso de sal muchas veces, limita el que tengas que utilizar más grasa, más sal, más azúcar... Y además las especias tienen muchos antioxidantes. Todo pasa por tener herramientas en la cocina, que son muy sencillas. Con un bote de garbanzos se puede hacer una ensalada en cinco minutos y listo.