El dolor crónico en niños y adolescentes puede tener diversas causas, como la artritis y otras enfermedades reumáticas, el cáncer, el dolor abdominal o determinadas lesiones, entre otras. Cuando no existe un tratamiento curativo que lo alivie, el apoyo psicológico se vuelve fundamental para ayudarles a afrontarlo y mejorar su calidad de vida. Pero, ¿cómo acompañar a un niño para quien el dolor es una presencia constante?
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Para tratar de dar respuesta a esta realidad que invade a cientos de familias, hemos hablado con Julia Vidal Fernández, psicóloga sanitaria experta en dolor crónico, miembro del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y Directora Clínica de Área Humana Psicología (www.areahumana.es). Lo primero que nos explica es que los problemas emocionales a los que se enfrentan son los mismos que los de los adultos (tristeza, ansiedad o enfado, acompañados de malestar e incertidumbre); la diferencia fundamental es que “suelen tener menos recursos de afrontamiento, ya que están en proceso de aprendizaje”.
Hay que tener en cuenta, además, algo que no es tan extraño que ocurra, especialmente entre los menores de edad, y es que puedan no creerles o que les digan que están exagerando. Este es, como señala la psicóloga, otro factor que genera estrés, tristeza y enfado o rabia
Los psicólogos expertos en dolor aplicamos todas las técnicas que ayudan a reducir o aceptar la experiencia de dolor desde un marco científico
A todo ello hay que añadir que, en estas edades y, en concreto, en la adolescencia, “pueden tender a focalizarse más en su dolor y evitar con más frecuencia las actividades cotidianas y propias de su edad”. Como es de suponer, esto tiene un elevado coste emocional, que puede derivar en graves implicaciones en la autoestima y la salud mental de los chicos y chicas afectados.
En estos casos, la ayuda psicológica es un pilar que es necesario que las familias construyan para sus hijos lo antes posible. Acudir con ellos a un profesional de la psicología que esté especializado en dolor crónico puede marcar una diferencia sustancial en la calidad de vida del niño. De hecho, la evidencia actual sugiere que las intervenciones psicológicas pueden mejorar significativamente el bienestar emocional y la calidad de vida de estos pacientes.
“Los psicólogos expertos en dolor aplicamos todas las técnicas que ayudan a reducir o aceptar la experiencia de dolor desde un marco científico”, nos comenta Vidal Fernández. “También ayudar a resolver otros problemas que puedan estar presentes además del dolor y para que no influya y tenga la capacidad de incrementar el dolor que sienten”.
Para ello, emplean una serie de técnicas adaptadas a la situación concreta del paciente, entre las que destacan psicoeducación, relajación, respiración abdominal, técnicas distractoras, entrenamiento atencional o reestructuración cognitiva, entre otras. “Por ejemplo, con un adolescente que se siente inseguro tendríamos que trabajar para que tenga más seguridad y autoestima. Esto será positivo y favorecerá un mejor afrontamiento del dolor”.
Estas terapias están orientadas a conseguir una serie de objetivos. La especialista enumera los siguientes:
- Comprender el dolor crónico o, mejor dicho, la experiencia de dolor y los elementos que hacen que podamos percibir con más o menos intensidad ese dolor y por qué sucede así.
- Aprender a aceptarlo y convivir con él
- Reducir la percepción de dolor, si es posible
- Mejorar su funcionalidad y normalizar su día a día
- Enseñarles a incrementar la tolerancia al malestar y al dolor
- Entrenarles a ser más resilientes
¿Cómo ayudar a un niño con dolor crónico?
Hasta ahora hemos visto cómo le ayuda un profesional de la psicología, pero ¿qué apoyo necesitan en casa los niños y los adolescentes con dolor crónico? “Se recomienda evitar la sobreprotección y poder tener espacios que faciliten la comunicación de cualquier aspecto para poder hablar sobre el dolor”, responde la psicóloga experta en dolor crónico.
Pero como la propia Julia Vidal subraya, las familias, como la mayoría de las personas e incluso de muchos profesionales, no siempre entienden el dolor crónico. “Por eso es importante trabajar con ellos también explicándoles qué es, por qué se siente, cómo se regula y, sobre todo, cómo tratar a su hijo o hija para ayudarle en el proceso que están pasando”, asegura. “Es importante, sobre todo, enseñarles a no reforzar conductas de dolor o de evitación”.
Se recomienda evitar la sobreprotección y poder tener espacios que faciliten la comunicación de cualquier aspecto para poder hablar sobre el dolor
Para ayudar a las familias que se encuentren en esta situación, que tengan un hijo menor de edad con dolor crónico, Vidal da una serie de pautas que les serán muy útiles a la hora de brindar el apoyo emocional que los niños necesitan:
- Entender cómo se sienten y validarles en su sentir
- Motivarles y estimularles a hacer actividades que sabemos les van a distraer con las que reducir la percepción de dolor.
- Ayudarles a hacer las tareas que les recomiende su psicólogo, como practicar relajación, sobre todo en caso de niños más pequeños.
- Acompañarles en lo que necesiten para normalizar su vida, ayudándoles a buscar soluciones para algunos momentos y situaciones.
¿Los niños con dolor crónico necesitan apoyo en el entorno escolar?
“Por supuesto”, responde, tajante, Julia Vidal a esta pregunta. “Es importantísimo para el bienestar emocional y social de los niños y adolescentes con dolor crónico”. La psicóloga nos indica que ese apoyo escolar debe incluir adaptaciones en la carga académica y evaluaciones y flexibilidad en la asistencia y en los tiempos de descanso. Señala, además, que el personal docente debe estar informado y concienciado sobre el impacto del dolor crónico en su alumno y deben brindarles espacios de apoyo emocional, ya sea a través de orientadores escolares o programas de inclusión.
“Si se incluye todo lo hablado, la terapia psicológica, el apoyo familiar y adaptaciones en el entorno escolar, los niños y adolescentes pueden desarrollar una mejor gestión emocional del dolor y reducir su impacto en su vida diaria”, asegura la directora clínica de Área Humana Psicología. “No siempre significa la desaparición del dolor, pero sí un cambio en la percepción y afrontamiento del mismo, permitiendo mayor bienestar, funcionalidad y participación activa en su entorno”.