Aunque nos parece un proceso muy sencillo, conseguir hablar no lo es en absoluto. Por eso niños con dificultades graves de distinta naturaleza no logran hacerlo. En la población infantil general, el bebé empieza a balbucear en sus primeros meses de vida y a partir de ahí irá componiendo palabras cada vez con más sentido y más intención comunicativa.
Una tentación por parte del adulto cuando el pequeño se lanza a hablar es 'corregir' lo que dice para reformularlo de nuevo de modo 'correcto'. Pero es un error a evitar. Marian Ibáñez, logopeda especializada en población infantil y miembro de la Comisión de Educación del Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid (CPLCM), nos cuenta por qué.
Al hablar con el bebé hay que mantener el contacto ocular y la sonrisa, que le harán sentir seguro
Potenciar la comunicación en lugar de corregir
En niños que comienzan a hablar no es adecuado rectificar la emisión oral que hacen porque lo que hay que potenciar, sobre todo, es la comunicación. Y para que esa comunicación sea lo mejor posible, estas son las recomendaciones de la experta cuando nos dirigimos a ellos:
- No utilizar un lenguaje con diminutivos o infantilizado la mayor parte del tiempo.
- Usar frases cortas con estructuras sencillas.
- Pronunciar despacio.
- Ponernos a su altura para captar su atención mediante el contacto ocular y para darle la oportunidad de ver la boca del adulto mientras pronuncia los distintos sonidos.
- Utilizar tonos melódicos con cambios en la entonación para enfatizar partes del discurso y atraer la atención del niño.
- Procurar que el ambiente sea tranquilo y alegre para que asocie la comunicación a algo positivo.
Al margen de estos consejos que pueden facilitar la comunicación entre el adulto y el pequeño, cuando este último comienza a hablar, en lugar de enmendar lo que ha dicho de forma directa (por ejemplo, si el dice 'aba', en vez de 'agua'), lo correcto es utilizar la denominada técnica del modelado, "esto es, repetir correctamente lo que el niño ha dicho sin enfatizar el error de manera negativa. Si es posible ampliamos su emisión para fomentar el aprendizaje y que se sienta seguro", destaca la especialista. En este caso, el adulto comentaría: "Ah, ¿quieres agua?", en lugar de expresar: "Aba no, agua".
En estas conversaciones iniciales es importante que el bebé se sienta seguro y escuchado cuando hable, de manera que se respeten sus tiempos, lo que tiene una ventaja añadida más y es que va aprendiendo lo que significa el turno de palabra y la espera.
Cuando los adultos no entienden lo que el bebé quiere decir
Puede suceder también que algunos adultos no entiendan lo que el pequeño quiere expresar. Es raro que le pase a los progenitores, pues suelen desarrollar una habilidad especial para descifrar incluso las expresiones más inverosímiles. También pasa así entre los niños, que saben comprender lo que el otro dice con poco esfuerzo, como si estuvieran en la misma frecuencia comunicativa.
No obstante, "en las ocasiones en las que no entendamos esas primeras emisiones, hay que tirar del contexto, intentar deducir a qué se refiere el niño... Y un buen truco para que no sientan frustrados es cambiar el foco, es decir, no es que él lo diga mal es que yo no le entiendo. Y siempre seguir manteniendo ese contacto ocular y esa sonrisa que le va a hacer sentir seguro", comenta la experta del CPLCM.
¿Qué problemas pueden hacer que el niño siga pronunciando mal, al pasar el tiempo?
En el habla también hay muy distintos ritmos de aprendizaje según cada niño. No todos van a ajustarse a las 'tablas de hitos' que marcan una línea general, algo que cuando no sucede "crea mucha angustia en las familias". A pesar de ello sí que hay logros importantes que pueden indicar si hay o no problemas, como desarrolla Marian Ibáñez.
- En los niños más pequeños, "la sonrisa social, el balbuceo, el volteo al oír su nombre, la imitación de los gestos faciales".
- Más adelante, "es importante el empleo del deíctico, esto es señalar con su dedito el objeto que quiere y acompañar de una emisión comunicativa que es el germen de una futura palabra".
- Sobre los dos años, "el empleo de unas 50 palabras y frases de al menos dos palabras, pedir cosas y responder preguntas sencillas".
No obstante, el pediatra en las revisiones periódicas puede valorar si el niño tiene algún problema, como pérdida de audición, que compromete su capacidad para hablar o de otro tipo. "Una vez descartadas patologías asociadas habría que hacer una evaluación del lenguaje del niño y diseñar un programa de intervención personalizado. El lenguaje se puede ver comprometido en distintos perfiles, como el trastorno del espectro del autismo (TEA) y es interesante tener ese perfil", señala la experta.
Si fuese necesario, el pequeño se derivará a un logopeda. Su recomendación es que "si los padres tienen dudas, si su intuición les dice que algo no está bien, no hagan caso del 'ya hablará' que todavía seguimos escuchando demasiado, y busquen la ayuda del logopeda que les va a acompañar y guiar en el proceso".
"En edades tan tempranas, la terapia debe estar centrada en la familia, es lo que se llama intervención natural. Ellos son los que, orientados y acompañados por el logopeda, van a ayudar a su hijo en situaciones de su vida cotidiana como el baño, la comida, el paseo, la compra...", comenta. "Yo siempre les digo a los papás de los niños con los que trabajo que yo sólo les tengo dos ratitos a la semana (en el caso que sea necesario), pero ellos comparten todo su tiempo y son los que, partiendo de los propios intereses del niño, con canciones, rimas, cuentos, juegos de soplo o motricidad, van a ser los artífices del cambio. Hay que empoderar a las familias", concluye.