Mariana Capurro es psicóloga experta en disciplina positiva y educación emocional. Acaba de publicar Permiso para educar (Ed. Zenith), una obra donde ofrece herramientas prácticas y basadas en la evidencia científica para una crianza consciente y respetuosa centradas en la etapa de 0 a 6 años. ¿Cómo establecer límites y mantener la armonía sin gritos ni castigos? ¿De qué forma ayudarlos a gestionar sus emociones? Hemos hablado con ella.
Es clave enseñar a los hijos estrategias de autorregulación, como la respiración profunda, la verbalización de emociones o actividades sensoriales que les ayuden a canalizar su malestar
Decidir establecer un estilo de crianza respetuoso es un paso valiente, comentas en el libro. ¿Por qué?
Optar por una crianza respetuosa implica cuestionar y desafiar los métodos tradicionales con los que la mayoría hemos sido educados, lo cual no es un proceso sencillo. Supone, en primer lugar, tomar conciencia de que ciertos patrones de crianza heredados pueden no haber sido los más adecuados y reconocer la necesidad de un cambio. Este es un primer paso que requiere valentía, ya que implica desaprender creencias arraigadas y abrirse a nuevas formas de educar basadas en el respeto mutuo. A partir de ahí comienza un camino de exploración: lecturas, formaciones, dudas y ensayos sobre cómo sustituir métodos autoritarios por estrategias más conscientes y empáticas. Sin embargo, poner en práctica estos nuevos enfoques no siempre es fácil, especialmente cuando surgen conflictos cotidianos o cuando enfrentamos la presión social de quienes aún creen en la disciplina tradicional como única vía.
Por otro lado, la crianza respetuosa también desafía un modelo en el que la voz del adulto es la única que cuenta. Nos invita a escuchar a nuestros hijos, a validar sus emociones y necesidades, y a construir un diálogo real con ellos. Escuchar y negociar no significa ceder a todos sus deseos, sino reconocer que tienen intereses y prioridades distintas a las nuestras y que merecen ser tomadas en cuenta. Esto supone dejar atrás el "adultocentrismo" al que estamos acostumbrados, representado en frases como “porque lo digo yo y punto”.
En su lugar, buscamos un equilibrio en el que el respeto no solo sea hacia el adulto, sino también hacia el niño y hacia la situación en sí misma, promoviendo soluciones basadas en el entendimiento mutuo y no en la imposición. En definitiva, elegir una crianza respetuosa es un acto de valentía porque nos obliga a mirarnos a nosotros mismos, a cuestionar nuestras propias reacciones y a comprometernos con una forma de educar más consciente, aunque implique nadar contra la corriente de ciertos paradigmas tradicionales.
En la era de la información, los padres actuales conocen la teoría, pero tienen muchos problemas para implementarla en la práctica en la resolución de los conflictos cotidianos. ¿Cómo salir de aquí?
Hoy en día, el acceso a la información sobre crianza es prácticamente ilimitado. Sin embargo, la verdadera dificultad no radica en conocer la teoría, sino en saber cómo aplicarla en el contexto particular de cada familia. Cada padre y madre tiene su propia historia, sus experiencias previas y su "mochila emocional", lo que hace que no todas las estrategias funcionen de la misma manera para todos. Para superar esta barrera, es fundamental realizar un proceso de autoconocimiento y trabajo personal.
La crianza no solo trata sobre cómo educamos a nuestros hijos, sino también sobre cómo gestionamos nuestras propias emociones, creencias y reacciones. Comprender nuestras propias dificultades y patrones nos ayuda a implementar cambios con mayor coherencia y seguridad. Además, es clave recurrir a fuentes fiables y profesionales especializados que puedan ofrecer orientación basada en la evidencia.
En este sentido, los grupos de apoyo para padres también pueden ser una excelente herramienta, ya que permiten compartir experiencias, aprender de los demás y sentir el respaldo de una comunidad que enfrenta retos similares. Al final, la crianza es un camino de aprendizaje continuo, y rodearse de información de calidad y redes de apoyo adecuadas facilita su aplicación en el día a día.
A menudo contemplamos el día a día con nuestros hijos en función de nuestras necesidades y no de las suyas. ¿Cómo revertirlo?
Para cambiar esta perspectiva, es fundamental comprender cómo funciona el cerebro infantil y qué es esperable en cada etapa del desarrollo. Muchas veces, las conductas de nuestros hijos nos resultan incomprensibles o desafiantes simplemente porque estamos interpretándolas desde una lógica adulta, sin considerar su nivel de maduración emocional y cognitiva. Uno de los primeros pasos es asumir que, al igual que los adultos, los niños también tienen necesidades legítimas. Sin embargo, su manera de expresarlas es diferente, y es ahí donde la validación juega un papel clave.
Lo que para nosotros puede ser una urgencia o una prioridad, para ellos quizá no tenga la misma relevancia, y viceversa. Aprender a equilibrar estas prioridades nos ayuda a demostrarles que los vemos, los entendemos y los valoramos. Cuando un niño siente que sus emociones y necesidades son validadas, no solo se fortalece el vínculo con sus cuidadores, sino que también desarrolla una mayor capacidad de autorregulación y confianza en sí mismo.
Al igual que los adultos, los niños también tienen necesidades legítimas. Sin embargo, su manera de expresarlas es diferente, y es ahí donde la validación juega un papel clave
Destacas la importancia de la educación en familia en la etapa de 0 a 6 años en que se centra el libro. ¿Cuáles son los errores más importantes que hay que corregir?
Durante la primera infancia, es fundamental evitar prácticas que puedan afectar el desarrollo emocional, social y cognitivo del niño. Algunos de los errores más comunes incluyen la sobreprotección, que limita la autonomía y la capacidad de afrontar pequeños retos; la falta de límites claros, que genera inseguridad y dificulta el aprendizaje de la autorregulación; y el uso de disciplina punitiva, que, lejos de educar, puede generar miedo y afectar el vínculo afectivo.
¿Cómo se debe acompañar al niño enfadado desde la crianza consciente?
La crianza consciente implica reconocer y validar las emociones del niño, brindándole herramientas para gestionar su enfado de manera saludable. Esto comienza con la capacidad del adulto de mantener la calma, ya que la regulación emocional es un proceso que los niños aprenden principalmente a través del modelado. No podemos exigirles autocontrol si nosotros mismos no lo demostramos. Es fundamental respetar sus necesidades individuales en ese momento; algunos niños buscan cercanía y contacto, mientras que otros prefieren espacio para procesar sus emociones, y ambas respuestas son igualmente válidas.
En lugar de minimizar o censurar su enfado, podemos ofrecer un entorno seguro donde expresarlo sin miedo a ser juzgados. Además, es clave enseñarles estrategias de autorregulación, como la respiración profunda, la verbalización de emociones o actividades sensoriales que les ayuden a canalizar su malestar. El verdadero reto no es solo ayudar al niño a calmarse, sino también gestionar nuestras propias emociones para ser un punto de referencia estable. No tiene sentido gritar a un niño para que deje de gritar; en cambio, nuestra serenidad es la que le enseñará, poco a poco, a encontrar la suya.
¿Y al que presenta de forma recurrente problemas de carácter?
Es fundamental comprender que los comportamientos desafiantes no ocurren en vano; suelen ser la manifestación de una necesidad insatisfecha. Por ello, el primer paso es investigar las causas subyacentes, observando cuándo y cómo se presentan estas conductas para identificar patrones y factores desencadenantes. En lugar de centrarnos únicamente en corregir el comportamiento, debemos preguntarnos qué está intentando comunicar el niño con su actitud.
Un niño que "se porta mal" es, en realidad, un niño que se siente mal. Necesita ser acompañado con empatía, estableciendo límites firmes pero respetuosos y proporcionándole herramientas adecuadas para expresar lo que siente de manera más adaptativa. Si estas conductas son persistentes y afectan su bienestar o su entorno, es recomendable buscar la orientación de un profesional que pueda evaluar de manera integral su desarrollo emocional y ofrecer estrategias específicas para su acompañamiento.
Los comportamientos desafiantes del niño no ocurren en vano; suelen ser la manifestación de una necesidad insatisfecha
¿Cómo puede influir en los hijos que los padres tengan distintos estilos de crianza?
Cuando los padres tienen enfoques de crianza diferentes, no solo pueden generarse conflictos dentro de la pareja, sino que también puede afectar significativamente el desarrollo emocional del niño. La inconsistencia en las normas y expectativas puede generar confusión, ansiedad e inseguridad, ya que el niño no sabe a qué atenerse ni qué respuesta obtendrá según el progenitor con el que interactúe.
Los niños necesitan límites claros y coherentes para sentirse seguros y desarrollar una mayor autonomía. Si las reglas cambian constantemente o un progenitor contradice al otro, el niño puede tener dificultades para interiorizar valores y normas, e incluso puede aprender a manipular la situación para su conveniencia. Por ello, es fundamental que los padres mantengan una comunicación abierta y busquen acuerdos en la crianza. No significa que deban pensar igual en todo, pero sí encontrar puntos en común que les permitan ofrecer un entorno predecible, donde el niño pueda crecer con estabilidad emocional y seguridad.
Insistes en que los padres deben cuidarse, ¿cuál es el secreto para sacar tiempo durante la crianza de niños pequeños?
El autocuidado no es un lujo, sino una necesidad para poder ofrecer una crianza equilibrada y saludable. Un padre o madre agotado, desbordado o con sus propias necesidades desatendidas difícilmente podrá brindar la presencia emocional que su hijo requiere. Por eso, es fundamental comprender que cuidarse no es un acto egoísta, sino una inversión en el bienestar de toda la familia.
La clave está en la planificación realista y en la flexibilidad. No se trata de aspirar a grandes escapadas o largas sesiones de descanso, sino de encontrar pequeños momentos dentro del día a día para recargar energías: una caminata breve, leer unas páginas de un libro, tomar un café en calma o simplemente respirar conscientemente unos minutos. También es crucial aprender a delegar. No podemos ni debemos hacerlo todo solos.
Construir una red de apoyo confiable —ya sea pareja, familiares, amigos o cuidadores— permite repartir responsabilidades y disponer de esos momentos necesarios para el autocuidado. Aceptar que no siempre se podrá llegar a todo y priorizar el bienestar personal ayuda a evitar la culpa y el agotamiento crónico. Una madre y un padre que se cuidan, son un buen modelo de salud emocional para su hijo.