Madre e hija juegan© Getty Images

Crianza

Madres con altas capacidades, retos en la crianza de los que casi nunca se habla

A los desafíos cotidianos de criar a sus hijos, se les suma que un terreno complejo de emociones intensas y expectativas elevadas. ¿Cómo repercute en el desarrollo emocional e intelectual de sus hijos?


4 de febrero de 2025 - 18:00 CET

Hablamos a menudo de niños con altas capacidades, de sus necesidades educativas y emocionales y de los retos que, en ocasiones, supone su crianza. Pero… ¿qué ocurre cuándo son las madres las que tienen altas capacidades intelectuales? ¿Cómo afecta esta condición a la crianza de sus hijos, tengan también estos o no una capacidad intelectual por encima de la media?

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Hablamos con Ana G. Sánchez Muñoz, psicóloga y pedagoga experta en altas capacidades y directora del Centro de Psicología Lazos (@lazospsicologia), quien nos detalla de qué manera repercute en el desarrollo emocional e intelectual de los niños que su madre tenga altas capacidades, y cómo viven estas mujeres la crianza de sus hijos.

“Una de las características comunes en las mamás con altas capacidades es la tendencia a necesitar percibir sensación de control sobre las situaciones, a través del conocimiento”, nos cuenta la especialista. “En el contexto de la crianza, esto se traduce en una necesidad de comprender en profundidad cada etapa del desarrollo infantil, las emociones y los desafíos que enfrentan los hijos”.

En ocasiones, esta capacidad de análisis también puede generar dudas o inseguridades, especialmente si encuentran información contradictoria o sienten que no están haciendo lo suficiente para sus hijos

Ana G. Sánchez Muñoz, psicóloga y pedagoga experta en altas capacidades

Este conocimiento aporta seguridad y confianza a la hora de tomar determinadas decisiones, lo que genera que busque formarse aún más, según detalla Sánchez Muñoz, en todo lo referente a la crianza, el neurodesarrollo, la educación emocional y cualquier área que consideren relevante. “Aunque puede ser muy positivo, también puede generar agotamiento emocional si no se establece un equilibrio”, advierte.

Puede, incluso, derivar en estrés crónico. Al buscar información bien fundamentada (en libros científicos, en formaciones avanzadas e, incluso, universitarias), suelen evaluar las decisiones que toman de una manera muy detallada. “En ocasiones, esta capacidad de análisis también puede generar dudas o inseguridades, especialmente si encuentran información contradictoria o sienten que no están haciendo lo suficiente para sus hijos”, señala la psicóloga. “Esta autoexigencia puede ser un arma de doble filo: por un lado, les permite ofrecer una crianza bien fundamentada, pero por otro, puede conducirlas a un estado de estrés crónico”.

Madres con altas capacidades e hijos neurotípicos

La directora del Centro de Psicología Lazos corrobora que, cuando una mamá con altas capacidades tiene un hijo neurotípico, pueden surgir retos relacionados con las diferencias entre perfiles. Uno de los retos más habituales al respecto es el de cómo estas madres gestionan su frustración. “Las mamás con AACC suelen tener un pensamiento rápido, divergente e intereses relacionados con la necesidad de estimulación intelectual. Esto puede generar un gran sentimiento de frustración incluso sensación de desconexión emocional o intelectual, si se siente que no se logra transmitir la pasión por ciertos intereses o maneras de pensar”, indica la experta.  

“También suelen presentar una gran sensibilidad emocional y capacidad introspectiva”, añade. “La capacidad de introspección nos ayuda a comprender cómo nos afectan los eventos a nivel emocional, generando así estrategias de afrontamiento. Si los hijos no presentan este mismo nivel introspectivo se puede percibir como una dificultad, generando de nuevo más frustración”.

Esto tiene mucho que ver con la necesidad de ajustar expectativas, puesto que estas suelen ser tan elevadas (tanto respecto a sí mismas como madres como respecto a sus hijos) que “podrían añadir presión en la relación madre-hijo si no se gestionan adecuadamente”.

En ocasiones, esto se traduce en que el otro progenitor pueda conectar con los hijos a un nivel superior, lo que ocasiona sensación de aislamiento y, algo muy común en todo tipo de maternidades y crianzas: los sentimientos de culpa o tristeza.

Madres e hijos con altas capacidades

“Es cierto que si el hijo también tiene altas capacidades, pueden surgir sinergias positivas al compartir algunos aspectos como intereses, intensidad emocional, necesidad de estimulación o nivel de activación”, apunta Sánchez Muñoz. “En este sentido se observa cómo el hecho de que ellas se vean reflejadas en sus hijos ayuda mucho a la hora comprenderles”.

Sin embargo, eso no implica que esta maternidad y esta crianza esté exenta de desafíos. Estos tiene mucho que ver con la manera en la que estas mujeres tienden a ver y a experimentar el mundo: “Su alta sensibilidad, tendencia a cuestionar y reflexionar profundamente sobre los acontecimientos de la crianza, pueden influir en su experiencia de maternidad”, detalla la especialistas en AACC. “Estos desafíos provenientes de su perfil neurodivergente suelen estar acompañados de una falta de apoyo social, determinada por la incomprensión por parte de otras mamás, percibiendo la imposibilidad de compartir muchos aspectos sobre la crianza”.

A esto se suma las carencias que los niños con altas capacidades, sus hijos, suelen encontrarse en el sistema educativo, que les afecta tanto desde el punto de vista académico e intelectual como desde el social y emocional. Así, las dificultades en cuanto a que estos niños puedan encontrar un grupo social de referencia en el que puedan desarrollar un verdadero sentimiento de pertenencia, afecta tanto a los propios niños como a sus madres (y a la familia en general). “Todo esto, junto a la falta de apoyo social que suelen percibir estas mamás, configuran una serie de factores de riesgo que afectan directamente al nivel de bienestar percibido”.

Madre ayuda a sus hijos con los deberes© Getty Images

Madres con altas capacidades: repercusiones en el desarrollo emocional e intelectual de los hijos

Una vez que hemos visto cómo la alta capacidad intelectual en las madres afecta a su manera de entender y aplicar la crianza y a su bienestar emocional, pasemos ahora a analizar cómo esta condición en las madres repercute en los hijos. Como confirma Ana G. Sánchez Muñoz, las repercusiones pueden ser tanto positivas como negativas. La experta enumera los siguientes factores de protección y de riesgo en los niños cuyas madres tienen altas capacidades:

-Factores de protección:

  1. Entorno rico en estímulos y aprendizaje. Las mujeres con altas capacidades suelen propiciar un ambiente intelectual y cultural muy rico para sus hijos. De este modo, es común que les expongan a “experiencias variadas como lectura avanzada, debates, arte, ciencia o pensamiento crítico desde edades tempranas. Este enriquecimiento puede potenciar la curiosidad natural del niño, promoviendo su autonomía intelectual y creatividad”.
  2. Alto nivel de implicación y formación en crianza. Como hemos señalado anteriormente, suelen informarse en profundidad sobre todo lo que tiene que ver con educación y crianza, “lo que les permite adoptar enfoques basados en el respeto, la individualidad y la comprensión del desarrollo infantil”, según relata la psicóloga y pedagoga. “Esta formación hace que sean más reflexivas y conscientes en sus decisiones parentales, promoviendo una crianza fundamentada y sensible”.
  3. Fomento de la independencia y el pensamiento crítico. La capacidad analítica y la tendencia a hacerse preguntas en estas mujeres se traduce en que transmiten más fácilmente a sus hijos habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas. “Esto puede hacer que los niños desarrollen una gran autonomía y confianza en su capacidad para tomar decisiones y cuestionar el mundo que les rodea”.
  4. Mayor sensibilidad y empatía. “Muchas mamás con AACC poseen una gran sensibilidad emocional, lo que puede traducirse en una crianza afectiva y con altos niveles de empatía. Esto permite que los hijos se sientan comprendidos y acompañados emocionalmente en sus desafíos”.

Muchas mamás con AACC poseen una gran sensibilidad emocional, lo que puede traducirse en una crianza afectiva y con altos niveles de empatía

Ana G. Sánchez Muñoz, psicóloga y pedagoga experta en altas capacidades

-Factores de riesgo:

  1. Exigencia elevada y presión sobre el niño. “El ajuste de expectativas suele ser un punto a trabajar con estas mamás”, indica la especialista. “No siempre son conscientes de ello o la presión que ejercen resulta manifiesta, pero sí se puede observar en sus hijos unos elevados niveles de autoexigencia derivados de lo que se entiende que debe ser un funcionamiento o unos resultados adecuados”. Como es de suponer, “esta situación puede afectar la autoestima del niño, generándole ansiedad o la sensación de que solo es valioso si cumple ciertos estándares”.
  2. Dificultad para gestionar la incertidumbre. “La necesidad de control da lugar a que analicen y prevean múltiples escenarios, siendo la crianza un proceso impredecible”. El resultado puede ser ansiedad en ellas, que, a su vez, “puede ocasionar en los hijos una baja autoconfianza y sensación de inseguridad ante situaciones novedosas”.
  3. Estrés materno elevado. Lo anterior tiene mucho que ver con este punto, pues la excepcional implicación de estas madres, desde una perspectiva tanto intelectual como emocional, en la crianza de sus hijos puede ocasionarles un nivel de estrés significativo. “Pueden sentirse agotadas por su alto nivel de autoexigencia y por la necesidad constante de estar informadas, tomar decisiones óptimas y ofrecer lo mejor a sus hijos”. Si además su entorno  (familia, colegio, sociedad) es poco comprensivo, “pueden experimentar un sentimiento de soledad o de falta de apoyo que haga peligrar su bienestar emocional con las consiguientes consecuencias que esto tiene en los hijos”.
  4. Dificultades en la conexión emocional si no hay sintonía de intereses. “La rigidez característica en los perfiles de AACC puede dar lugar a que si el hijo no comparte los mismos intereses intelectuales o la misma forma de razonar que su madre, pueden generarse distancias en la conexión emocional”, advierte Ana G. Sánchez. “La madre puede sentirse frustrada al no encontrar un espacio común de diálogo, mientras que el hijo puede sentirse incomprendido o incluso presionado a seguir un camino que no es el suyo”.

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