Pocos padres se han librado de la angustia de ver cómo su hijo pequeño salía corriendo y se alejaba de ellos. Es una situación de riesgo, puesto que la conciencia del peligro llega cuando son más maduros, y en sus primeros años solo quieren divertirse y explorar. Al margen de situaciones puntuales, hay niños más 'escapistas' que otros, que repiten esta conducta con cierta frecuencia, con la posibilidad de perderse o de sufrir un percance de cualquier tipo, ya sean golpes, caídas u otros relacionados con el tráfico.
Teresa Jiménez de Miguel es psicóloga y divulgadora (www.lapsicologademama.com)y hemos recurrido a ella para consultarla sobre cómo redirigir estos comportamientos y cómo reaccionar.
¿Cuándo comienzan a 'explorar' en la calle por sí solos?
Tal como comenta la experta, es hacia los dos o tres años cuando los niños están en plena efervescencia exploradora. En ese momento, "tanto el lenguaje como la motricidad están en su máximo apogeo", y tienen curiosidad por saber qué hay más allá de la mano de sus padres o cuidadores. Es un momento en que aún no son conscientes de los riesgos y aunque las primeras veces que se alejan lo pueden hacer de forma más precavida, conforme van adquiriendo más confianza pueden irse más lejos, todo lo que su carrera dé de sí.
Tienen la percepción de que están siendo libres y haciendo algo que no está bien, por lo que pueden ir más rápido y acercarse peligrosamente a zonas con coches o no reparar en obstáculos como farolas o similares. Para los padres, es una situación muy estresante, porque no suelen hacer caso al mensaje de parar y siguen corriendo. Otros son más calmados y simplemente se alejan de los progenitores en un momento de descuido, de forma que cuando estos se dan cuenta ya se han ido. Suele suceder en tiendas, centros comerciales o lugares donde hay otros niños o cualquier cosa que llame su atención.
¿Cómo hacerles comprender los peligros?
El hecho de que quieran explorar es evolutivo. "Forma parte de ese primer paso en el que medimos nuestras fuerzas, vamos adquiriendo experiencias y se establecen nuevas conexiones neuronales", revela la psicóloga (@teresalapsicologademama, en Instagram).
Pero ¿cómo transmitirles que corren un riesgo? "Podemos usar la firmeza con amabilidad, un 'no' a tiempo es necesario. Llegar a acuerdos, fijar normas explicándoles las consecuencias. Podemos usar el juego para explicarles estos peligros. (no hay nada mejor que usar su propio canal de comunicación)", aconseja. Por otra parte, entender el momento evolutivo en que está nos permite adelantarnos, en ocasiones, al peligro y no juzgar al niño de manera inadecuada.
Y, muy importante, como apunta Teresa Jiménez, "en ningún caso recomiendo la amenaza, el castigo o el miedo para educar, no son consistentes a largo plazo".
¿Qué pasa si se les asusta con que puede llevárselos un extraño?
El hombre del saco, con esta y otras acepciones, siempre ha estado ahí como recurso para transmitir que hay personas malvadas que pueden hacer daño a los niños. ¿Es adecuado usar estas figuras en este caso en que el niño se escapa? "Educar a través del miedo o la mentira puede volverse en nuestra contra. Es mucho mejor decirles algo como 'si te vas a alejar, avísame porque me podría preocupar si no te veo", recalca la especialista.
Y añade: "No podemos olvidar que situaciones en las que algunos niños han sufrido daño o han desaparecido ocurren pero es mejor darles herramientas para que puedan pedir ayuda o defenderse que envolverlos en una burbuja hasta que crezcan: conocer su dirección, nuestro número de teléfono, insistir en que no se acerquen o se vayan con extraños aunque tengan un perro o les den caramelos o globos, avisarles si no voy a ir yo y quién será quién vaya a buscarlos, darles permiso para defenderse o salir corriendo y entrar en un comercio...".
¿Qué hacer cuando has alcanzado al niño?
Buscar a un niño que ha salido corriendo o que se ha perdido puede ser una experiencia sumamente difícil. "Nuestra reacción más humana ante un susto importante suele ser el grito, el enfado o la tristeza pero debemos recordar que no había intención ninguna por parte de ese niño de hacernos sufrir, con lo que él también puede sentirse confundido, o incluso angustiado, si, por ejemplo, está perdido", aclara Teresa Jiménez.
¿Qué hacer entonces? "Abrazar y mostrar alivio sería lo primero. En ese momento de desborde no estás pensando de forma razonable, desde el adulto que somos, así que quizá la conversación para hablar sobre consecuencias o negociaciones puede dejarse para más tarde cuando estemos todos calmados". Aún así, esto no garantiza que la conducta escapista no se vuelva a producir. Habrá que redoblar la vigilancia, cuando el niño tiene tendencia a ello, e intentar repetirle antes de salir de casa que debe ir siempre de tu mano o a tu lado.
En algunos casos extremos, los padres usan elementos como arneses para tener al pequeño controlado. "Particularmente no me gustan, pero puedo entender que haya padres desesperados ante niños o muy escapistas o muy movidos y, a veces, es pura supervivencia", destaca la experta.