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Madre enseña copa de campeón a su hijo© Getty Images

Crianza

Premios para corregir la conducta de los niños: ¿sí o no?

Los premios suelen ser muy efectivos a corto plazo, pero algunos expertos consideran que es un error a la larga. ¿Es así? Hablamos con tres especialistas con diferentes visiones al respecto


27 de enero de 2025 - 19:00 CET

Recurrir a premios para modificar conductas inadecuadas en niños es muy habitual. Lo es en casa y lo es en los centros escolares, pero ¿es realmente adecuado? Si los efectos positivos de utilizarlos son evidentes, ¿por qué algunos expertos no ven idóneo este recurso? Lo hemos hablado con tres especialistas, tres voces más que autorizadas en el tema y con visiones diferentes, para que nuestros lectores puedan valorar los pros y los contras con argumentos de peso.

Una de ellas es la psicóloga M.ª Ángeles Hernández Rodríguez, del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, considera que sí son adecuados, puesto que toda conducta debe tener una consecuencia. Así, “si la conducta es adecuada, la consecuencia será positiva, y si el comportamiento es inadecuado, la consecuencia será negativa”, argumenta.

“Podemos plantearnos la pregunta ¿por qué una conducta puede ser frecuentemente repetida?”, propone. “Entre algunas razones la principal causa se puede relacionar con que se haya aplicado un refuerzo positivo, por lo tanto, se convierte en una forma efectiva de regulación del comportamiento, aumentando la frecuencia de aparición de conductas adecuadas”.

Hay que tener en cuenta que el prestar atención por parte del adulto es uno de los mejores y más potentes reforzadores que existen para los sujetos

M.ª Ángeles Hernández, psicóloga

Una visión radicalmente diferente de la idoneidad de los premios es la de Beatriz Muñoz, educadora y asistente y guía Montessori (educandoenconexion.es), para quien, en consonancia con esta pedagogía educativa, el ‘contra’ de utilizar los premios en educación es que no favorece la motivación intrínseca del niño, sino la extrínseca. Lo que esto significa es que la motivación de comportarse como deben o de hacer algo bien no será tanto el logro en sí como el resultado de haberlo hecho, el premio en cuestión. “Esto es, probablemente, útil en el corto plazo, sin embargo, en el largo plazo puede generar en los niños y niñas, falta de confianza, autonomía, autoestima, iniciativa en la toma de decisiones, etc.”, indica Muñoz. “Es decir, todo lo que no queremos para nuestros hijos e hijas”.

Por su parte, la pedagoga Ana Roa, autora del libro Cómo educar en la cultura del esfuerzo (Ed. Toromítico/Almuzara), tiene una visión más intermedia. Ella nos dice que, “en ocasiones, sí puede ser útil, no obstante, el refuerzo debe estar en consonancia con la respuesta del niño y debe ser proporcional a su forma de actuar”. Puntualiza, eso sí, que el premio no tiene por qué ser un objeto material, sino que se considera refuerzo positivo a cualquier consecuencia favorable.

“Si utilizamos el refuerzo positivo, empleamos un elogio o una recompensa relacionados con una conducta determinada para aportar un estímulo placentero al niño y alentarlo a que continúe portándose de esa manera”, señala. “Nos referimos, por tanto, a emplear el premio con el fin de que el niño repita un determinado comportamiento”.

Padres dan a su hija un regalo© Getty Images

La metodología Montessori que sigue Beatriz Muñoz es también contraria a los elogios como tal, a pesar de que estos y cualquier tipo de refuerzo son, como ella misma nos dice, una estrategia muy consolidada en términos de aprendizaje. “Más que reflexionar sobre si son o no adecuados, me parece importante reflexionar sobre el propósito para el que queremos premiar a una criatura por una conducta determinada”, apunta.

“Si nos ceñimos al sentido estricto de los premios, es decir, aplicar un refuerzo con el objetivo de obtener una respuesta condicionada -en este caso, además, beneficiosa para las figuras parentales-, estamos entrando en el terreno de controlar la conducta de nuestros hijos e hijas. Controlar, tan diferente a guiar, puede perjudicar la conexión y el vínculo”.

Ana Roa, sin embargo, considera que, “si usamos apropiadamente el refuerzo positivo, podemos fortalecer la autoestima, la motivación y el esfuerzo de nuestros hijos y, lo más importante, cambiar nuestra forma de pensamiento, valorando sus logros, para estimular la repetición en lugar de fijarnos en sus errores”. Y pone como ejemplo al respecto el utilizar con ellos una expresión alentadora como la siguiente: “¡Estás guardando los juguetes fenomenal! Te voy a ayudar un poquito…”.

¿Cuándo sí y cuándo no recurrir a los premios para corregir conductas?

M.ª Ángeles Hernández indica que todos los comportamientos son susceptibles de ser reforzados, pero que “hay distintos tipos de refuerzos y su utilidad depende de lo significativo o deseado que sea para el sujeto que los recibe, del grado de privación que tenga del mismo y de las situaciones en que se aplican”. Como cabe suponer, si siempre recurrimos a los mismos premios, pueden acabar por dejar de interesar y de motivar al niño, de modo que, “para que los reforzadores no pierdan su eficacia y sean de utilidad, deben ser cambiados periódicamente”.

La psicóloga subraya, eso sí, que hay que tener cuidado con “los comportamientos caprichosos o chantajistas” que pueden presentar algunos niños ante la dispensa de los reforzadores, “por lo cual hay que dispensarlos con moderación y de una manera oportuna y acorde a las circunstancias”. En este aspecto sí que su opinión y la de Beatriz Muñoz son similares.

También es muy importante que reforcemos el proceso, no solo el resultado final y que consideremos únicamente las conductas de nuestro hijo, no nuestro hijo como tal, porque nuestro amor hacia él es incondicional

Ana Roa, pedagoga

La educadora nos explica, en este sentido, que las recompensas están relacionadas con el placer y la motivación, al activar la vía mesolímbica (una de las principales rutas dopaminérgicas del cerebro, que no madura hasta la edad adulta). “Esto implica que un exceso de premios en la infancia podría favorecer la aparición de conductas adictivas en etapas posteriores”, alerta. “Si, durante la niñez, la educación se basa en el uso de premios como herramienta para controlar el comportamiento, las infancias no desarrollarán su propio pensamiento crítico y tenderán a generar dependencia hacia la validación externa”.

En la misma línea, Ana Roa comenta que no consiste en premiar todo de cualquier forma, sino que debemos tener cuidado con lo que reforzamos. “También es muy importante que reforcemos el proceso, no solo el resultado final y que consideremos únicamente las conductas de nuestro hijo, no nuestro hijo como tal, porque nuestro amor hacia él es incondicional”, añade la pedagoga. “Si el niño se ha implicado y ha puesto ganas por hacer bien las cosas, es digno de alabanza”.

Respecto a cuándo no recurrir a los premios, M.ª Ángeles Hernández advierte que es preciso “tener cuidado con el refuerzo involuntario que se puede dar ante determinados comportamientos, sobre todo inadecuados, como puede ser prestar únicamente atención al niño cuando se está portando mal y obviando cuando se está comportando adecuadamente”. El resultado podría ser justo el opuesto al que buscamos, pues estaríamos reforzando el mal comportamiento.

Madre choca los cinco con su hija, que está haciendo los deberes© Getty Images

¿Cómo deben ser los premios para que sirvan para corregir conductas?

Si, como padres o profesores, queremos recurrir a los premios para modificar una conducta en un niño, lo primero que hemos de tener en cuenta es que estos se deben dispensar siempre inmediatamente después de la realización del comportamiento en cuestión que se quiere reforzar, tal y como detalla Hernández. Además, tienen que cumplir estas otras condiciones que enumera la psicóloga del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid:

  1. “Tiene que haber una proporcionalidad entre la conducta y el premio y no todos los comportamientos deben ser reforzados con la misma intensidad ni con los mismos refuerzos”.
  2. “Los refuerzos y premios deben ser significativos y deseados por el sujeto y no por la persona que los dispensa”.
  3. “Es importante que el sujeto esté informado que tiene que ser, en qué condiciones y qué es o no es la recompensa”.

Para conseguir el fin deseado, Ana Roa, autora de Cómo educar en la cultura del esfuerzo, indica que “a la hora de recurrir a este estímulo motivador, es necesario explicarle con claridad las consecuencias positivas de sus acciones y cuáles son esas consecuencias, es decir, qué va a conseguir actuando así. Si utilizamos frecuentemente  la ‘recompensa’ de manera confusa, puede que el niño se centre demasiado en obtener el premio, pero no tanto en la importancia de mejorar su conducta”.

Si, durante la niñez, la educación se basa en el uso de premios como herramienta para controlar el comportamiento, las infancias no desarrollarán su propio pensamiento crítico y tenderán a generar dependencia hacia la validación externa

Beatriz Muñoz, educadora y guía Montessori

En cuanto a los premios a utilizar, M.ª Ángeles Hernández señala que hay muchas tipologías, y que los más utilizados suelen ser los siguientes:

  • Los premios materiales, como pueden ser alimentos, golosinas, juguetes...
  • Reforzadores de actividad: realización de juegos o actividades de su interés.
  • Reforzadores sociales: atención, alabanzas, reconocimientos, comentarios,…

“Si bien los reforzadores materiales nos pueden ser de utilidad, es aconsejable no abusar de ellos y recurrir, mejor, a los reforzadores sociales, teniendo en cuenta que este reconocimiento favorable de la conducta es más potente si lo realiza personas de cierta relevancia emocional o autoridad para el sujeto”, añade.

“Los reforzadores sociales, además de potenciar el comportamiento adaptativo, propician el desarrollo emocional y el autoconcepto positivo en el sujeto. Además ayudan a poner límites en la educación. Hay que tener en cuenta que el prestar atención por parte del adulto es uno de los mejores y más potentes reforzadores que existen para los sujetos”.

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