Los menores de edad también son víctimas de violencia de género, bien de manera directa por parte de su pareja, en la adolescencia, o bien en el hogar, como testigos y como víctimas colaterales de la misma. Y las cifras son muy preocupantes, a tenor de los datos publicados recientemente por la Fundación ANAR de Ayuda a Niños/as y Adolescentes en Riesgo, donde recibieron 4.662 consultas relacionadas con menores víctimas de violencia de género. Cifra a la que habría que sumar la de todos aquellos menores que no se atreven a llamar o que no saben dónde ni a quién pedir ayuda.
En ocasiones, el sufrimiento de una adolescente pasa desapercibido para su entorno más cercano. ¿Cómo darnos cuenta de que está siendo víctima de violencia de género? Se lo hemos preguntado a Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda de Fundación ANAR, con quien hemos hablado con motivo de la campaña La Habitación del Pánico, que la fundación ha presentado recientemente junto a la agencia Evercom sobre la importancia de anticiparnos a los problemas que puedan estar atravesando los menores de edad.
¿Cómo identificar las primeras señales de que nuestra hija adolescente puede estar siendo víctima de violencia de género por parte de su pareja?
Existen muchas señales de alarma, pero algunas de las más características incluyen cambios bruscos en su comportamiento y estado anímico. Puede comenzar a aislarse de sus amistades habituales, lo cual es una estrategia común del agresor para alejarla de su entorno de apoyo, incluyendo a su familia. A veces, manifiesta miedo físico hacia él o recibe llamadas constantes que alteran su estado emocional.
Otras señales incluyen inseguridad, depresión y una dependencia emocional evidente. Su pareja suele ser celosa, controladora y posesiva, haciendo comentarios despectivos que ella justifica, al igual que justifica los celos en nombre del amor. También es habitual que tenga conflictos frecuentes con su familia, ya que el agresor la coloca en una situación compleja y la empuja al distanciamiento. Puede volverse reservada y actuar de manera diferente cuando él está presente, incluso en situaciones sociales, donde podría intentar calmarlo o justificar sus actos.
Otra señal relevante es el cambio en su estilo de vestir, en su comportamiento y su entorno social. Puede sentirse culpable de los problemas en la relación porque su pareja así se lo hace creer. El miedo al abandono también es común, debido a la dependencia emocional. Además, su rendimiento académico puede verse afectado y su participación en actividades sociales disminuir.
¿Cómo han de proceder unos padres que se encuentran ante una sospecha tan delicada? ¿Pueden encontrarse ante el rechazo por parte de ella ante sus avisos?
Es fundamental recordar que la adolescencia es una etapa de transición con altibajos emocionales. La clave es fomentar una comunicación sana basada en la escucha emocional y en construir vínculos sólidos desde la infancia. Los padres y madres deben evitar tensiones innecesarias y mostrarse accesibles. Es importante enseñar a las niñas y jóvenes a ser asertivas en la resolución de conflictos, a expresar sus límites con respeto y sin miedo.
En esta línea, recientemente lanzamos de la mano de evercom, agencia creativa de comunicación y marketing, la campaña La habitación del pánico, que exploraba la importancia de que los padres y madres de adolescentes sean conscientes de las situaciones de vulnerabilidad que, sin ellos saberlo, pueden experimentar sus hijos e hijas. Los jóvenes, en ocasiones, pueden encerrarse con sus problemas en espacios que deberían ser su refugio. Por eso, insistimos: es fundamental convertir los hogares en lugares seguros, de diálogo y confianza.
¿Las adolescentes que han sufrido ese tipo de violencia en su hogar son más vulnerables a sufrirla también por parte de su pareja?
Sí, las adolescentes que han crecido en entornos de violencia de género son más vulnerables a repetir esos patrones en sus relaciones. La exposición a la violencia genera modelos de referencia de dominio-sumisión que pueden influir en sus relaciones futuras. Sin embargo, no es un destino inevitable. La presencia de adultos protectores en su entorno y una educación basada en el pensamiento crítico pueden ayudar a romper ese ciclo.
¿Dónde suelen encontrar la primera ayuda los menores que presencian violencia de género en su entorno familiar?
Idealmente, la primera ayuda debería provenir de su entorno familiar más cercano y es lo que intentamos reiterar con La habitación del pánico. Sin embargo, muchas veces ese entorno es el origen del conflicto, la madre también es víctima y puede sentirse aislada o amenazada, lo que dificulta la búsqueda de ayuda. En estos casos, la familia extensa (abuelos, tíos…) y otros perfiles accesibles (profesores, pediatras, vecinos…) juegan un papel clave en la detección y acción.
Las líneas de ayuda como el Teléfono ANAR (600 505 152) ofrecen apoyo anónimo y confidencial las 24 horas, con profesionales de la psicología, el derecho y el trabajo social preparados para intervenir.
¿Qué pueden hacer los menores para salir de ese entorno si su madre no tiene manera de protegerlos?
Es crucial que los menores de edad puedan identificar que están viviendo una situación de violencia y que necesitan pedir ayuda. Pueden acudir a otros familiares de confianza, profesionales escolares o sanitarios, o incluso a vecinos o amigos adultos de la familia. En muchos casos, los menores temen hablar por miedo a represalias, por lo que los adultos del entorno deben estar atentos a las señales de riesgo y tomar la iniciativa.
¿Qué ocurre cuando se verifica que un menor de edad es víctima de violencia de género en el entorno familiar? ¿Cómo proceden las autoridades para protegerlos?
Cada caso requiere una evaluación individual. Sin embargo, una vez confirmados los hechos, las autoridades adoptan medidas de protección para alejar al menor de su agresor y garantizar su seguridad.
¿Cómo puede recuperarse una adolescente una vez alejada de una pareja agresora o de un entorno violento?
El apoyo emocional es clave en la recuperación. La familia juega un papel fundamental para minimizar el impacto y ayudar en el proceso de duelo. Además, el acompañamiento de profesionales de la psicología es esencial para reparar el daño y dotar a la víctima de estrategias de afrontamiento.
Es importante que la adolescente comprenda que el amor no implica sufrimiento y que las relaciones sanas se basan en el respeto, la comunicación y el apoyo mutuo. Desde ANAR, ofrecemos apoyo ininterrumpido para acompañarlas en este proceso y derivarlas a recursos especializados si es necesario.
Creo que, además, a nivel social es importante continuar avanzando en la concienciación y seguir insistiendo para integrar estas ideas en la realidad social de los más jóvenes. Campañas de impacto como la que desarrollamos de la mano de evercom, capaces de trasladar que siempre se puede pedir ayuda, son esenciales para conseguirlo.