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Madre con su hijo a cuestas sonriendo felices al aire libre© Adobe Stock

Crianza

¿Quieres de forma incondicional a tus hijos? Las claves de una experta para lograrlo

El amor incondicional es un gran regalo presente y futuro para los hijos. Pero ¿sabemos quererlos así? ¿Qué debemos tener en cuenta? ¿Cómo se sienten ellos cuando lo reciben?


23 de enero de 2025 - 18:00 CET

Alejandra Melús es experta en Atención Temprana, estimulación e inteligencia emocional y maestra de Educación Especial (www.atenciontempranayestimulacion.com). Asesora a familias y acaba de publicar Incondicional (Ed. Durii), un cuento donde habla a los más pequeños sobre el amor en familia y sobre cómo se construye, sin obviar temas como la soledad, la frustración, el apego seguro y los conflictos entre hermanos. 

Al final del cuento, ilustrado por Aidartist, da pautas a los padres para que esa lectura en común resulte aún más provechosa. Hemos charlado con ella.

El amor incondicional está por encima de las diferencias que puedan existir o de todo lo que pueda pasar

Alejandra Melús, experta en primera infancia

¿Cuándo entienden los niños lo que significa un amor incondicional por parte de sus padres?

Para poder responder a esta pregunta, me gustaría explicar primero qué es el amor incondicional. Se entiende por amor incondicional aquel amor sin condiciones, que se da al otro de manera ilimitada, absoluta, sin esperar nada a cambio, sea cual sea la circunstancia o la situación. 

Para que un niño o una niña pueda comprender un concepto tan abstracto, es necesario que se establezca un vínculo afectivo seguro, inquebrantable, en el que haya una conexión fuerte entre madre, padre e hijo. Y esto no quiere decir que no vayan a existir momentos de desencuentro, de conflicto o en los que nos estemos de acuerdo, sino que el amor incondicional estará por encima de las diferencias que puedan existir o de todo lo que pueda pasar.

Alejandra Melús© Alejandra Melús
Alejandra Melús es experta en Atención Temprana, estimulación e inteligencia emocional y maestra de Educación Especial, y acaba de publicar el libro 'Incondicional'

En tu libro dices que ese amor debe empezar por uno mismo, pero a veces los progenitores nos dejamos para lo último y nuestros hijos nos ven cansados o sobrepasados. ¿Cómo reciben ellos estos mensajes silenciosos que ven en nosotros?

En los talleres y conferencias que imparto hay una frase que me encanta recordar de la Madre Teresa de Calcuta que dice “No te preocupes porque tus hijos no te escuchan, te observan todo el rato”, y esto es totalmente cierto. A veces dedicamos mucho tiempo en decirles a nuestros hijos lo que tienen que hacer, cuando nosotros mismos no estamos dando ejemplo. 

Es necesario que seamos coherentes con el mensaje que damos verbal y el ejemplo. Necesitamos practicar más la autocompasión, entendiendo que somos seres humanos, que nos equivocamos, que estamos aprendiendo a ser padres y que necesitamos tiempo para cuidarnos, para recordar qué nos gusta hacer y ponerlo en práctica y, sobre todo, para querernos más tal y como somos.

El amor incondicional implica también educar a los hijos sin que busquen nuestra aprobación y sin miedo a equivocarse o a no cumplir nuestras expectativas. ¿Cuáles son las claves para conseguirlo?

Exactamente, de esto justamente trata Incondicional. Por un lado es importante que los adultos cambiemos la mirada hacia la infancia y aprendamos a trabajar en las expectativas que nos marcamos como padres y que depositamos en nuestros hijos, ya que esto supone una presión enorme para ellos, pero también para nosotros, teniendo al final una sensación de eterna insatisfacción.

Si además integramos que cada intento es una oportunidad de aprendizaje y aceptamos al error como parte del camino, estaremos trabajando directamente sobre la autoestima de nuestro hijo, lo que fomentará que no necesite buscar continuamente la aprobación de sus figuras de referencia para tomar decisiones, ya sean pequeñas o no.

Libro Incondicional© Durii Editorial

¿Qué pasa cuando el niño se da cuenta de que ese amor paternal no es incondicional? ¿Cómo le puede influir?

No siempre nos encontramos ante relaciones donde el vínculo afectivo seguro entre madre, padre e hijo está establecido de manera inquebrantable. En muchas ocasiones cuando el niño o la niña es consciente de ello y, sobre todo, es capaz de verbalizarlo, quizás lleve varios años sintiéndolo pero no haya sido capaz de comprender y expresar lo que sentía hasta ahora, cuando su madurez cerebral se lo permite. 

A ciertas edades, el niño ya es capaz de realizarse preguntas, hablar sobre lo que sucede, dialogar desde la comprensión y empezar a colocar sus ideas. Por todo ello es muy importante que quienes le acompañan den respuesta a sus preguntas a través de la sinceridad y ofrezcan herramientas a nivel emocional para que puedan confiar en nosotros y comprender el mundo en el que viven.

Los niños y las niñas necesitan de un vínculo afectivo seguro por parte de alguno de sus referentes, donde poder sentirse visibles, importantes, que pertenecen, que son necesarios y útiles. Si no disponen de unas raíces y unos cimientos fuertes y estables, pueden sentirse inseguros, con baja autoestima, frustrados o invisibles para el mundo que les rodea.

Debemos trabajar en las expectativas que depositamos en nuestros hijos, pues suponen una presión enorme para ellos y para nosotros

Alejandra Melús, experta en primera infancia

La soledad elegida puede ser muy buena compañera, como le explica su madre a Mía, la protagonista de tu libro. ¿Debemos fomentarla en nuestros hijos?

A lo largo de los más de 15 años que llevo acompañando a las familias, a diario una de las cuestiones que más me plantean en las sesiones es la necesidad de pasar más tiempo a solas, consigo mismos, ya sea para realizar una actividad que les gusta, como hacer deporte o leer, o incluso para realizar tareas de la vida diaria como hacer la compra o limpiar la casa. 

Todos coinciden en que necesitan ese tiempo a solas y disfrutan mucho de esos espacios. Pero a su vez me explican que cuando eran pequeños la soledad la vivían como un castigo impuesto, ya que cuando estaban solos era porque les decían que habían hecho algo mal y se quedaban solos sin recreo, o en una esquina mirando a la pared, o en su habitación. Esto hizo que la soledad que ellos integraron fuera negativa. Y lejos de buscar culpables o señalar a nadie, ya que nuestros padres lo hicieron como mejor supieron y pudieron, en la edad adulta, muchos de estos niños que sufrieron la soledad como algo negativo, han tenido que desaprender este valor y aprenderlo del modo adecuado, entendiendo que la soledad elegida es un auténtico regalo para uno mismo, que ser autónomo y autosuficiente es maravilloso, que cuando eliges a alguien no es por miedo a estar solo, sino porque realmente quieres estar con esa persona o que no necesitas de los demás para sentirte valioso, sino que el valor está en ti mismo.

Hermanas abrazándose felices en el exterior© Adobe Stock

¿Cómo promover un amor incondicional también entre hermanos?

En esto también el foco se debe situar en los adultos, es decir, nuestro modo de educar y acompañar su relación, va a ser determinante en la relación que establezcan entre ellos.

Lo resumiría en tres claves: la primera sería no hacer de jueces de nuestros hijos e hijas, es decir, no tomar partido en sus conflictos, sino establecer normas y límites claros para todos, donde no nos posicionemos ni señalemos a ninguno, ya que no deben sentir que compiten unos contra otros. La segunda sería trabajar mucho en el sentido de pertenencia de nuestros hijos, haciéndoles sentir importantes, necesarios, únicos y especiales. Y por último, la tercera sería trabajar mucho el concepto familia, donde realicemos actividades juntos, eduquemos en la empatía, la amabilidad, la compasión, la comprensión... Entendiendo que es una carrera de fondo donde se trata de sembrar a diario para recoger los frutos poco a poco.

Cuando eliges a alguien no debe ser por miedo a estar solo, sino porque realmente quieres estar con esa persona

Alejandra Melús, experta en primera infancia

¿Con qué situaciones del día a día podemos hacer sentir a nuestros hijos que el amor que tenemos por ellos es incondicional?

Si nos preguntan a los padres si queremos a nuestros hijos incondicionalmente, la mayoría respondemos un sí rotundo, pero ¿se lo demostramos? ¿se lo hacemos saber?

Somos una generación que estamos aprendiendo sobre inteligencia emocional, pero no fuimos sostenidos ni acompañados en muchos casos del modo en el que nos gustaría acompañar ahora mismo la infancia de nuestros hijos. Esto supone un cambio educacional muy grande, y quizás pueda costarnos en un inicio ofrecer un abrazo a nuestro hijo ante una rabieta, sostener un momento de frustración en público donde llora porque no le compramos algo, no perder la calma cuando nos dice que ha suspendido un examen, validar su miedo a la oscuridad cuando estamos cansados y es hora de dormir o repetir la misma norma de manera serena, respetuosa y amable cinco veces, sin gritar o enfadarnos.

Es totalmente normal que nuestro modo automático tenga que razonar y pararse a pensar antes de actuar, pero es ahí donde en muchas ocasiones estamos favoreciendo ese vínculo afectivo incondicional.

También en los tiempos de juego compartido, en las risas, en las miradas, en los ratos del cuento antes de dormir, en las comidas juntos hablando, en los abrazos de consuelo ante una caída… en definitiva, en los momentos de conexión.

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