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La lectura es la base de todos los aprendizajes, incluidos en asignaturas y áreas tan (a priori) diferentes como las matemáticas o las de las ramas de Ciencias. Por eso, si a un niño o a un adolescente le gusta leer, tendrá mucho ganado. La lectura no solo amplía su vocabulario y hace que mejore sus habilidades lingüísticas, sino también alimenta su imaginación y despierta una mayor curiosidad por el mundo que le rodea.
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Pero, ¿cómo fomentar el hábito y el gusto por la lectura en niños? Se lo hemos preguntado a Ana Rodríguez de Agüero, doctora en Filología Hispánica y directora de CEU Ediciones, quien parte de la base de que “el fomento de la lectura es una cuestión compleja para la que no hay fórmulas mágicas”. Sin embargo, sí hay estrategias que podemos seguir tanto en casa como en el colegio y que suelen resultar muy eficaces.
El fomento de la lectura es una cuestión compleja para la que no hay fórmulas mágicas
¿Cómo fomentar la lectura en niños?
1º Sumergirlos en el mundo de la lectura antes de que aprendan a leer
Se trata de una cuestión no solo posible, sino también necesaria, tal y como señala Rodríguez de Agüero, que advierte que “leer no es un proceso biológico al que de forma natural estamos predispuestos”. De ahí que precise de “una preparación y un acompañamiento aún superior a los requeridos para adquirir habilidades para las que sí estamos predispuestos biológicamente”.
La directora de CEU Ediciones indica que hay una doble vía de introducción a la lectura para los niños que aún no saben leer:
- Que sus adultos de referencia le lean cuentos. Uno de las claves que sentarán la base para un futuro hábito lector es que los adultos de referencia del niño le lean cuentos o les narren historias desde que estos son muy pequeños. “Deben escuchar la voz del adulto que les lee/cuenta/recita en voz alta, de forma cotidiana, en casa y en la escuela”.
- Manipular libros. “Pueden experimentar con libros específicos, los llamados libros para prelectores, de materiales más resistentes que el papel, y donde la imagen juega un papel mucho más relevante que el texto, si es que hay texto”.
2º Servir de ejemplo
Rodríguez de Agüero hace referencia al pedagogo y filósofo Gregorio Luri, quien señala, en en su “magnífico” (como lo describe la filóloga) libro El arte de leer. Diez tesis sobre la educación y la lectura (Ed. Plataforma), que la edad clave para instaurar el hábito de leer “son los nueve años (3º de primaria), momento en que los niños pasan de aprender a leer a aprender leyendo”.
“Antes de esa edad, yo haría hincapié en la figura del adulto mediador (fundamentalmente padres y profesores): es preciso que nos vean leer, que disfruten escuchándonos y leyendo con nosotros, que pongamos libros bellos y adecuados a su alcance”, puntualiza la especialista.
Es, por tanto, esencial que vean a sus padres y a sus adultos de referencia leer. Así, una familia en la que los adultos leen, fomenta que los más pequeños también lo hagan, tal y como señala Meira Koponen, desarrolladora de aprendizaje y experta en Pedagogía en Kahoot!, que comenta los buenos resultados del Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2023 de la Federación de Gremios de Editores de España, según el cual el 76,3% de los hogares con menores de 6 años los padres leen a sus hijos y el 86% de los niños y las niñas entre 6 y 9 años leen en su tiempo libre.
3º Que leer sea un premio en sí mismo
Después de los 9 años, Ana Rodríguez de Agüero subraya que se desplaza el peso al propio niño. Por eso es necesario “plantear la lectura como un premio, un reconocimiento y no un castigo, buscar libros acordes a sus intereses para ir abriendo poco a poco el alcance de estos, enseñarles a escribir en respuesta a lo leído…”.
¿Cómo evitar el rechazo a la lectura?
Aunque se sigan todas las pautas citadas anteriormente para fomentar el hábito lector en los niños, en ocasiones nos enfrentamos a otros desafíos que pueden convertirse en obstáculos ante nuestro propósito. Por ejemplo, en el caso de niños que, por causas diversas, se sientan frustrados cuando están aprendiendo a leer y a escribir porque no son capaces de seguir el ritmo de sus compañeros de clase, ¿puede afectarles esta circunstancia y que les genere cierto rechazo la lectura?
Es preciso que nos vean leer, que disfruten escuchándonos y leyendo con nosotros, que pongamos libros bellos y adecuados a su alcance
“Claro, a medida que va madurando, el niño es sensible a las expectativas del adulto sobre él, y le afecta sentir que no las cumple, a diferencia de otros compañeros”, nos responde Rodríguez. Para evitar que se produzca este rechazo, habría que examinar caso por caso, según apunta.
La especialista añade que son muy diversas las razones que explican la ralentización del proceso de lectoescritura en un niño, desde necesidades educativas especiales a otro tipo de causas, de carácter circunstancial, que pueden modificarse (como el tiempo excesivo ante las pantallas…). Sea cual sea el motivo y las circunstancias, “la escuela debe estar pendiente, en la medida de lo posible, de las necesidades específicas de cada niño, y trabajar conjuntamente con la familia para atenderlas. La colaboración familia-escuela es fundamental”, subraya.